Irma Alicia, la niña que conocí revoloteando por los mercados de Quetzaltenango a la par de su respetable madrecita, doña Clara, entrañable amiga de mi difunta madre, en el negocio familiar, rodeada de hierbas aromáticas para medicina y para el famoso caliente ancestral, perdida entre toneles, botes, candelas, pom, ensartas y chocolate. O en Esquipulas, de la mano de su señor padre, quien lucía su sombrero pleno de adornos y colores: don Juan José Velásquez (+), hombre recio y noble, fraguado en el sol del altiplano luego de ejercer los oficios de la construcción, la agricultura y el comercio, la triple estrategia de sobrevivencia de los k’iche’. Lo conocí en el lejano 1970, mientras dirigía la construcción de las casas de la hoy llamada colonia Minerva como parte del programa Esfuerzo Propio y Ayuda Mutua.
Más tarde vi a Irma Alicia participando como candidata a representante de la cultura maya en Quetzaltenango, cuando hacíamos el esfuerzo por descolonizar dicho evento y convertirlo en lo que hoy se conoce como ceremonial y que marca la vida de familias enteras en procesos de reivindicación sociocultural, incluso de conocimiento histórico-político de nuestros pueblos.
Supe, cuando migró a la capital, que ella era parte de la tercera generación de k’iche’ que logró acceder a los estudios universitarios, siendo los primeros aquellos pocos que en la década de 1940 ingresaron por primera vez a la universidad, como el precursor del comité cívico Xel-Ju, el licenciado Augusto Sac Recancoj.
Estudió y se graduó en el periodismo, cargo que regresó a ejercer en las primeras etapas del periódico El Quetzalteco, donde me entrevistó cuando hace 25 años fui candidato a la alcaldía y obtuvimos el importante triunfo electoral desde las raíces culturales de la Guatemala profunda.
Luego conocí la experiencia que ella obtenía del trabajo de apoyo a las comunidades de San Marcos que luchaban por la tierra y, después, del mecanismo de apoyo a los pueblos indígenas Oxlajuj Tz’ikin en la capital. En paralelo, publicaba sus primeros libros, uno de ellos sobre la pequeña burguesía indígena. Compartimos en Bolivia en los albores del movimiento MAS y de Evo Morales, donde encontramos a otros k’iche’ de Xela. Obtuvo la maestría en Antropología Social en el proyecto que fundamos el doctor Jesús García-Ruiz y yo. Posteriormente, con un tremendo esfuerzo humano y económico estudió el Doctorado en Antropología en Estados Unidos, a la par de su pequeña hija María, su importante descendencia. Charles Hale y familia son testigos de las penas, los sufrimientos y las alegrías que implicó estudiar lejos de su tierra y su familia.
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Recientemente organizó e impulsó la más importante gira de mi carrera de 50 años en lo social, cultural y académico, en la cual logró que 11 universidades propiciaran la presentación de su película 500 años y que yo impartiera conferencias sobre derechos de los pueblos indígenas. Conocí directamente el reconocimiento internacional que tiene Irma Alicia por sus capacidades académicas y humanas y por su conciencia.
Su vida se ha visto marcada por el machismo y el racismo inmoral, que no perdonan que se rompan las barreras de los imaginarios coloniales, que pintan al indígena como salvaje, tonto y engendro del demonio por tener sus propias cosmovisiones subjetivas y materiales. Menos perdona el colonialismo que una mujer alce su voz e interpele al sistema de dominación, y por eso los furibundos ataques que Irma Alicia ha sabido sobrellevar sin que su fortaleza y su empeño, derivados de largas, amplias y profundas historias y tradiciones familiares, se vean resquebrajados.
Y hoy lo que los llamados guatemaltecos no han sabido reconocer lo hacen organizaciones académicas extranjeras que, desde la objetividad, la verdad histórica y la decencia intelectual y social, reconocen y premian a Irma Alicia Velásquez.
En nuestro pueblo y nuestros corazones se elevan los cohetes de vara. El pino aromatiza la vida colectiva. Bailamos los mejores sones. Brindamos reliquias de agradecimiento. La indumentaria maya adorna a nuestras abuelas y a nuestros abuelos que partieron y que tienden su alfombra multicolor para que las hijas y los hijos transiten por la senda de la liberación colonial y del conocimiento, como lo ha hecho Irma Alicia Velásquez. ¡Gracias, Irma!
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