Para comprendernos rápidamente, le sugiero ver este video con más de dos millones de visitas.
Ahora hablemos de uno de los aspectos fundamentales de la vida comunitaria. Partiendo de lo rural, sabemos que en los pueblos y las aldeas ha existido, desde siempre, una identidad compartida que hace que las personas se presten ayuda. Por ejemplo, si alguien se casa, toda la comunidad participa en la construcción de la vivienda para la pareja. El intercambio de alimentos es común: tengo frijol, dame maíz. Te cambio bananos por naranjas. En zonas de riego del altiplano, si haces turno para abrir y cerrar los canales, mañana lo hago yo por ti. En síntesis, la cooperación comunitaria ha sido fundamental para mantener la cohesión social. En muchos lugares hay promotores voluntarios de salud, de agricultura, de pequeña ganadería. Estas personas no se dedican a eso todo el tiempo, necesitan otras actividades para ganarse la vida, pero saben que servir a la comunidad es importante para darle valor a su vida. Y así seguiremos encontrando ejemplos: los cuentacuentos, los niños acólitos en la iglesia, los que tocan la marimba en las fiestas y muchos más. Ayúdeme dejando ejemplos en la sección de comentarios.
Las zonas urbanas también tienen buenos ejemplos. En los mercados se puede ver que un dueño de local cuida el de la vecina mientras esta se ausenta. Vende, cobra y entrega el dinero. Hay quien transporta gratuitamente en moto o en carro a niños de vecinos para ir a la escuela. Si a alguien le cortan la luz, por un tiempo le pasarán un cable para que tenga la energía mínima. Igual con el agua.
Queda claro que este tipo de colaboración no es una novedad para muchas personas.
En el tiempo y el espacio han surgido iniciativas para promocionar la cooperación bajo distintos nombres. La economía ha recogido y estudiado experiencias que agrupa bajo el concepto de monedas sociales. Este es un tema apasionante.
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Hay estudios sobre economía colaborativa, consumo colaborativo, redes de intercambio o cadenas de favores, conceptos que al final vienen a ser cosas parecidas, si no idénticas.
Se han documentado experiencias al menos desde el siglo XIX. Tienen en común que aparecen en tiempos de crisis económicas.
Desde inicios del presente siglo ha habido una tendencia creciente al surgimiento de redes colaborativas, y el mayor aporte ha sido la sistematización de tales sistemas.
Aquí nace el concepto de bancos de tiempo (llamados a sí mismos BdT). Este enlace contiene a una buena explicación del concepto y la forma en que opera.
Subyacen algunos aspectos que sostienen el edificio: en un BdT no se gana dinero, pero se obtienen cosas que no se consiguen sin este. Si alguien me enseña a tocar guitarra, pues me ahorro lo que cuestan las lecciones. Una mujer que lleve su tinte favorito podrá tener quien se lo aplique sin costo. Suprimimos gastos sin dejar de recibir servicios. A cambio ofrecemos a cualquiera del BdT lo que sabemos hacer. ¿Por qué un banco? Porque se lleva una contabilidad de los servicios que cada socio ofrece y recibe. No se necesita dinero. Las cuentas se llevan en horas de servicio recibido y brindado. Se busca que todos los socios ofrezcan y reciban servicios, de modo que se ahorran dinero en cada servicio recibido. Y no es un arreglo bilateral: A puede brindarle un servicio a B (quien le dará un cheque de tiempo) y luego cobrarlo con un servicio de C.
Los BdT pueden ser especializados. Los hay de tipo educativo, de salud, y en Sudamérica hay experiencias actuales de intercambio de bienes bajo BdT. Una idea: las mujeres de la comunidad A practican la lombricultura, la comunidad B produce semillas de frijol, la C practica la apicultura y produce miel y la D fabrica comales de barro. Cada tanto se reúnen para intercambiar.
Las ventajas son muchas más de lo que parece. Si usted quiere fundar un BdT, búsquenos aquí en dos semanas.
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