Me sofoca el cuento ese de que los 50 son los nuevos 30. No jodan. En el fondo, esa historia es otra condena más que la sociedad de consumo nos quiere imponer a las mujeres. Para llenar esos estándares modernos de belleza, las cincuentonas, que ya deberíamos estar liberadas de estos estereotipos, vivimos en dietas tortuosas que nos aseguran perder 10 libras en una semana. Compramos todos los frascos de cremas milagrosas que prometen quitarnos las arrugas, las manchas de la cara, y regresarnos la elasticidad juvenil de la piel. Vamos al gimnasio cinco veces a la semana para tratar de tonificarnos y quemar calorías. En sesiones que pagamos con nuestras lágrimas dejamos que nos depilen hasta el último vello que osa salir en nuestro cuerpo. Gastamos horas enteras en salones de belleza que nos ofrecen un mundo de fantasía postizo. Y las que tienen dinero compran la fuente de la juventud en el consultorio de un médico cirujano que les garantiza tetas copa D, nalgas de silicón, lipoescultura y el famoso bótox.
Sin embargo, me sorprende que tanto interés por conservarnos guapas y espectaculares no se corresponda, en la mayoría de los casos, con mantenernos activas sexualmente: un contrasentido como muchos otros que cargamos las mujeres. Muchas de nosotras, las cincuentonas, buenotas y menopáusicas, optamos por cerrar el parque de diversiones. En particular, las mujeres casadas apagamos la luz del deseo sexual, dejamos que nuestro templo del placer naufrague en el olvido y llenamos nuestras noches de hastío y cansancio. Apagada la llama del deseo, la relación con la pareja se vuelve fraternal, algo que muchas aceptamos como normal. Al caducar la etapa de la reproducción asumimos que el sexo no tiene sentido. Por eso la entrada de la menopausia es asumida como la conclusión de nuestra vida sexual.
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En la actualidad, la esperanza de vida de la mujer guatemalteca es de casi 77 años, lo que significa que pasará más de la mitad de su vida adulta conviviendo con la menopausia. Es un absurdo que desperdiciemos ese tiempo maravilloso de sabiduría, experiencia acumulada y confianza en nosotras mismas dejando morir nuestra vida sexual.
Irónicamente, perseguimos las glorias pasadas torturando nuestro cuerpo con dietas, ejercicios y hasta cirugías. Pero cerramos el chorro de la vida y nos negamos al sexo, que es la fuente del placer y de la energía vital.
No vamos a negar que la menopausia tiene sus complejidades y molestias, como sequedad vaginal y pérdida de elasticidad y de fuerza muscular, entre otras. Pero hoy en día conocemos ejercicios y aparatos (como los conos vaginales) para corregir las disfunciones del suelo pélvico y mejorar la fuerza de los músculos en esa zona. También existen numerosos tratamientos (lubricantes, cremas con estrógenos de uso tópico, dilatadores vaginales) que pueden ayudar a resolver algunos de estos problemas.
Pero lo más importante es que nosotras seamos consientes de que no solo se trata de mantener la figura, sino también de que tan importante como eso es mantener el apetito sexual y nuestra sexualidad activa. Si tenemos una linda casa, es para usarla, invitar amigos y hacer fiestas. Sucede lo mismo con el cuerpo. Si lo mantenemos lindo y sano, démosle gusto, saquémosle provecho.
Seamos esposas divinas y sexualmente activas. Lo mejor está por venir.
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