Esta semana, el 25 de abril, se conmemoró el Día Mundial contra la Alienación Parental.
Pero ¿qué es eso? Cuando una pareja decide divorciarse y ha procreado hijos, estos quedan al cuidado de uno de los progenitores, generalmente la mujer, lo cual no estaría mal si no fuera porque en Guatemala algunas mujeres, en complicidad con abogados y jueces incapaces o corruptos, utilizan de manera retorcida la Ley contra el Femicidio. Sí, aunque lo nieguen los movimientos feministas, hay ene cantidad de casos de una aplicación retorcida de esta ley.
Pero ¿qué es eso? Cuando una pareja decide divorciarse y ha procreado hijos, estos quedan al cuidado de uno de los progenitores, generalmente la mujer, lo cual no estaría mal si no fuera porque en Guatemala algunas mujeres, en complicidad con abogados y jueces incapaces o corruptos, utilizan de manera retorcida la Ley contra el Femicidio. Sí, aunque lo nieguen los movimientos feministas, hay ene cantidad de casos de una aplicación retorcida de esta ley.
Ejemplo: con una simple denuncia falsa, sin un solo medio de prueba, el padre (en este caso) puede quedar apartado de los hijos por un tiempo indefinido, por lo general de dos meses (en el mejor de los casos). ¿Cómo explicarle a una niña que su papá simplemente desapareció? Las medidas de seguridad van más allá, incluso al punto de suspendérsele al padre automáticamente la guarda y la custodia, sin que pueda ver a sus hijos. Estas mujeres llegan a extremos absurdos como incluso negarles a los hijos el derecho de al menos escuchar la voz de su padre. En el caso de mi hija Katerine, a ella le quitaron cinco celulares, y la única manera que tenía para comunicarme con ella era a través del colegio, a la hora del recreo, cuando podía saber cómo estaban ella y su hermanito José Enrique, que en ese entonces era un bebé.
Debo agradecer a la directora de ese entonces por considerar el interés superior del niño como algo primordial. «Yo sé que su hija quiere hablar con usted», me dijo. «Llame cuantas veces quiera. En el recreo, con gusto se la comunicamos, aunque el juez o la mamá digan lo contrario». Así pasaron tres amargos años, tiempo durante el cual podía ver seis días al mes a mis hijos. Recuerdo que contaba los días que pasábamos juntos y que esperábamos con ansias las vacaciones de Semana Santa, de medio año o de fin de año, cuando sí podíamos estar todo el tiempo juntos.
Las cosas se complicaban un poco más, puesto que, si bien yo había ganado juicios respecto a dónde debían residir mis hijos, de la noche a la mañana se los llevaron a Zacapa, razón por la cual verlos implicaba manejar 1 800 kilómetros al mes durante tres años. ¿Cómo pude ir inclinando la balanza de una manera equitativa? Pues gastando un platal en abogados, demostrando mi inocencia y llegando hasta demandar por prevaricato al juez, que siempre resolvía en contra mía, sin conocerme, sin un medio de prueba en mi contra. Claro, todo eso me llevó al borde de la bancarrota, al punto de que ni siquiera tenía para pagar la pensión del siguiente mes. Y si no la pagaba, sencillamente no podía ver a mis hijos.
Todo ese dinero pudo haberse utilizado de mejor manera en mis hijos, pero es más fácil pasarse por encima de los derechos de los niños y ser un abogado inescrupuloso o un juez corrupto.
Un divorcio es la mejor salida para una pareja disfuncional. Y si bien en nuestro país, como en muchos otros, son las mujeres las que sufren los excesos y los abusos de sus esposos, debe recordarse que justicia y democracia no son sinónimos de aplastar los derechos de una minoría. Porque hay que reconocerlo: tristemente, en muchos países, los padres responsables somos pocos.
Esta columna va para mis hijos Katerine y José Enrique, quienes me han enseñado a darme cuenta de lo fuerte que soy y que ante las adversidades jamás jamás hay que darnos por vencidos, ya que «siempre habrá un mañana mejor».
Sé que algunas madres o algunos padres que leen esta columna estarán pasando por la misma situación: estar privados de compartir con sus hijos. Los padres se divorcian. Los hijos no. Por este caso, como por muchos otros más, debe existir una iniciativa de ley que garantice igualdad jurídica y procesal, que capacite a los jueces para que no discrimen a alguien en un juzgado solo por ser hombre y que penalice por denuncias falsas de femicidio.
Esos locos bajitos, de Joan Manuel Serrat
Enrique Maldonado
Autor
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Mi nahual es Tz'i', que representa, entre otras cosas, el espíritu de la justicia, de la fidelidad y del orden. De hecho, detesto la injusticia del hambre, de la ignorancia y de la enfermedad. Es por ello que desde mi espacio aporto a cambiar esas realidades. Tz'i' es la interpretación de lo conocido y lo desconocido, trae a luz la verdad. Estudié economía y posteriormente la migración internacional.
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