2. El toque de queda es un tiempo y espacio de costumbres. En un pueblo donde no se acata casi nada, ¿cómo se espera que se respete el estar en casa a una hora determinada? Las causas son varias, sin embargo. Un joven lustrador arrestado después de las cuatro de la tarde explica, por ejemplo, que no reunió los Q25 para pagar dónde pasar la noche.
3. Pese a las advertencias de distanciamiento, la vida sigue igual, al menos en la capital. Los mercados son los centros de abastecimiento donde las noticias solo han llegado para avisar que se cierra más temprano. Quienes asisten con mascarillas son vistos como locos, como raros, como los que compran con un miedo inexplicable a la muerte, porque ¿a quién le importa la vida?
4. En el Congreso, mientras tanto, los diputados se disputan lo que pueden de la enorme piñata en que por estos días se ha convertido el país. Insensatos, no ven que estamos en la etapa previa a la aparición, pujante y silenciosa, de la muerte. Tantos intereses de por medio. Quieren asegurarse los próximos cien años de impunidad y de beneficios. En su avaricia, desdeñan la presencia invisible del virus sin saber que, de repente, al final es este el que se lo llevará todo.
5. Los confinados, esa clase media con el salario medianamente seguro, seguimos deambulando por las redes tratando de paliar el encierro. Empiezan a exhibir, algunos, las muestras del delirio, de la preocupación, de la ansiedad, del enojo, de las tareas cotidianas, de los amores frustrados, de lo que no fue y pudo haber sido, de lo que es y, con todo y pandemia encima, no puede cambiarse. Publican lo impublicable (la red aguanta con todo). Comparten el día a día casi con impudicia, con desaliento, con memes, con frases motivadoras, con consejos, con oraciones y bendiciones, con propuestas de lecturas. Sobre estas reflexionamos y nos preguntamos, si en tiempos regulares, sin estrés de por medio, las personas no leen, ¿cómo adquirirán este hábito en condiciones emocionalmente adversas?
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6. En su muro de Facebook, alguien publica que, si entre sus contactos hay quien tenga problemas económicos, no dude en pedirle ayuda. Quienes nos educamos con aquello de que «la mano derecha no debe saber lo que hace la izquierda» criticamos esta actitud porque pensamos, además, ¿quién que esté en las redes puede tener este problema? No hemos terminado de plantearnos esta cuestión cuando alguien publica: «No tengo nada que comer».
7. El mundo también se nos viene encima con sus manifiestas contradicciones. Los presidentes de cada país asumen la pandemia con buen tino o con grandes dosis de insensatez. Ser prepotente o estúpido está permitido en esta pandemia que nos ha puesto de cabeza.
8. En Ecuador, cientos de cadáveres tirados varios días en las calles, expuestos. Las autoridades demuestran su falta no solo de previsión, sino también de eficacia para paliar la situación. Nos asusta vernos, quizá pronto, reflejados en ese espejo.
9. Turistas italianos y alemanes llegan por estos días para visitar Chiapas, México. En su inconsciencia e irresponsabilidad, viajan en medio de la pandemia. En su irresponsabilidad e inconsciencia, las autoridades del país vecino los dejan entrar con las instrucciones de que «permanezcan en sus hoteles».
10. Largas filas de personas, sin tomar las precauciones necesarias, se reúnen para recibir donativos, alimentos, dinero. Los hospitales empiezan a ser insuficientes. Los decesos por «neumonía atípica» se multiplican. Mueren médicos, enfermeras, asistentes: no cuentan con el equipo protector necesario.
11. El mayor brote por estos rumbos, dicen, se dará en varios momentos. Ahora se corrió para la primera semana de mayo. Según expertos de la salud, habrá un rebrote allá por noviembre.
12. Aunque se presuponen, las conclusiones aún son inciertas.
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