Como ejemplo, hace unos días visité la costa de Colombia en el Pacífico para participar en unas actividades académicas y observé cómo se desarrollaron algunos bloqueos. Llegué a Cali el miércoles 1 de noviembre a las 12 de la noche. Desde allí me trasladaría a Popayán para participar en la primera actividad, en la Universidad del Cauca, que queda a dos horas.
Sin embargo, debido a los bloqueos realizados por grupos de indígenas bien organizados y con actitudes que me llamaron la atención por su beligerancia, nos detuvimos en Villa Rica a eso de las dos de la mañana. La policía tenía cerrado el peaje porque no podía garantizar la seguridad de los vehículos. Así que dormimos en el auto dos mexicanos, el colega colombiano y yo hasta pasadas las siete de la mañana, hora en que abrieron. Después pasamos a la ciudad de Santander de Quilichao. Resultó que tampoco podíamos atravesar la ciudad porque ese día, el jueves 2, ellos habían decretado el «día sin carro, sin motocicleta y sin ruido». Así pues, nuestro colega colombiano buscó diversas vías alternas (todas bloqueadas) para pasar a Popayán. Al final decidió ir por el camino de Suárez. De pronto nos detuvimos en un bloqueo: había un grupo de indígenas con un camión atravesado en plena carretera. La mayoría tenían el rostro cubierto con un pañuelo de colores rojo y verde. Y entre ellos había mujeres, hombres y niños.
Al rato llegaron algunos afrodescendientes y discutieron con los indígenas. Estos habían puesto el bloqueo en su territorio sin la autorización de aquellos. Debían quitarse o habría un enfrentamiento entre los dos grupos. Luego de casi cinco horas detenidos allí, abrieron el paso. Llegamos a nuestro destino a eso de las cuatro de la tarde.
Debido a la imposibilidad posterior de salir de la ciudad, se suspendieron algunas actividades y quedamos varados, unos exponentes en Cali y otros en Popayán. Otros, que iban por tierra desde Bogotá, decidieron ya no participar. Y otros más, que viajaban desde sus países, tampoco llegaron por la situación. Finalmente abrieron por horas el bloqueo y logramos pasar a Buenaventura. Allí se realizó un seminario de dos días programado por la Universidad del Pacífico. De nuevo la carretera estaba bloqueada. Varios días después logramos salir y nos topamos con otro bloqueo. Este, de pocas horas. Al final retornamos a Cali para realizar otros dos eventos. El presidente por fin les ofreció a los grupos que realizaban los bloqueos que se sentaría a la mesa de diálogo en enero próximo. No, le respondieron. Mientras tanto, pese a las incomodidades, la población manifestaba en su mayoría un apoyo categórico a las demandas, pues reconocía la justicia de estas, además de que aquellos grupos ya habían sido engañados anteriormente. Así que los bloqueos siguieron hasta que el presidente dialogó y accedió a las peticiones. La situación se normalizó un día antes de mi regreso. Duró casi tres semanas.
Estando en Colombia me enteré de que hubo un día de bloqueos en Guatemala, que murió un niño y que algunos sectores quieren criminalizar las protestas y declarar terroristas a quienes las realizan. Entonces reflexiono que, si los empresarios pagaran sus impuestos como se debe, si ningún funcionario se apropiara ilícitamente de los recursos del Estado y si el dinero se invirtiera en salud, educación, infraestructura vial, vivienda, etcétera, en nuestro país ningún sector se vería en la necesidad de protestar ni hacer bloqueos. Como lo veo, este tema es solo cuestión de perspectiva porque ¿quiénes en realidad son los terroristas en Guatemala: quienes en la desesperación extrema acuden a los bloqueos para pedir que sus demandas sean atendidas o esos empresarios y funcionarios corruptos que con sus robos ponen bombas de tiempo para que haya un estallido social?
Pensemos bien y no nos dejemos manipular por aquellos que defienden a quienes están acostumbrados a generar sus fortunas personales a partir de la apropiación ilícita (léase robo) de los bienes del Estado, que es lo mismo que decir los de toda la población.
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