Estos impactos o manifestaciones del clima pueden aparecer por medio de aumentos en la temperatura, una mayor intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos, cambios en el ciclo hídrico, derretimiento de los polos y de los hielos y el aumento del nivel del mar.
Ahora, toda medida de adaptación o ajuste tiene el objetivo de reducir el riesgo de estas manifestaciones negativas del clima, que ya están afectando la prosperidad económica, la seguridad alimentaria y la disponibilidad del agua en todo el planeta, en especial en Guatemala.
De igual forma, los escenarios climáticos para la región no son nada alentadores. Por ejemplo, para 2050, de acuerdo con Cepal-UNAM, se proyecta que la temperatura media anual aumentará en 2 °C y que la lluvia media anual se reducirá en al menos un 15 % respecto al período 1988-2000. La realidad es que se proyectan largos períodos de sequía en toda la región centroamericana, los cuales se comenzarán a sentir fuertemente en los años cercanos a 2020. Otras proyecciones a 2050 indican que el nivel del mar en Centroamérica aumentará en 18 centímetros.
Las consecuencias de estas manifestaciones climáticas en la agricultura y en la energía hidroeléctrica (además de en otros sectores) ya son previsibles para Guatemala con reducciones que representan riesgos significativos para la seguridad alimentaria y la generación de electricidad, respectivamente.
De acuerdo con el IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático), se pueden implementar dos tipos de adaptación: la autónoma, que sucede cuando individuos u organizaciones como las empresas responden de manera natural al cambio climático (ejemplos: cambiar la fecha de plantación de un cultivo y desarrollar nuevas relaciones con proveedores), y la planificada, que ocurre cuando se desarrollan políticas específicas para gestionar acciones ante los riesgos del clima (ejemplos: planificación y gestión de desastres y programas de conservación del agua).
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Las empresas deben visualizar el riesgo en función de la amenaza y de la vulnerabilidad de los lugares donde operan. De acuerdo con un reciente documento de PricewaterhouseCoopers (PWC), algunos riesgos directos por parte de las empresas pueden ser a) daños a activos físicos e interrupción del negocio debido a condiciones meteorológicas extremas; b) escasez de agua y cambios de temperatura: impacto sobre el rendimiento, la salud o la productividad de los activos y el personal; c) aumento del nivel del mar e invasión de las costas: daños a la propiedad y otros activos, y d) condiciones peligrosas para el trabajo de la plantilla.
Ahora bien, algunos de los riesgos indirectos para las empresas pueden ser a) impacto sobre los mercados, b) interrupción de la cadena de suministro, c) interrupción de la infraestructura local, d) impacto sobre comunidades locales y e) aumentos de los costos del seguro.
Es sumamente crítico para Guatemala que se puedan dimensionar adecuadamente estos posibles escenarios climáticos para que todos los sectores puedan prepararse y adaptarse con antelación. Lo ideal sería que el país contara con un plan nacional de adaptación en el que las acciones de las empresas sean complementarias a las macroinversiones que debe hacer el Estado, incluyendo las municipalidades. Hoy por hoy, sin embargo, este compromiso del Gobierno de Guatemala es una gran deuda para con toda la población, en especial para con la más vulnerable.
Con un plan nacional de adaptación al cambio climático o sin él, al final la adaptación eficaz por parte de una empresa requerirá de una gestión de riesgos robusta y la mejora de su capacidad de reacción. Para proteger sus operaciones principales en el largo plazo, las empresas deben apostarle a reducir la exposición de sus activos, incluyendo a sus empleados, y a volverse más resistentes (resilientes) ante estas proyecciones del cambio climático.
Como bien lo dijo Christiana Figueres, ex secretaria ejecutiva de la Convención Marco sobre el Cambio Climático: «La adaptación al cambio climático ya no es un ámbito exclusivo del sector público. Invertir en la adaptación tiene sentido empresarial, tanto por la necesidad de las empresas de proteger sus operaciones como por las distintas oportunidades que pueden surgir».
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