No nos encontraríamos con que la desaparición física de quien ejerce el liderazgo y los retiros por diversas causas de quienes administran cuadros dirigenciales se constituyen en crisis que medran o destruyen las instituciones.
Sería el año 1099, según diversas fuentes, cuando fallecía Rodrigo Díaz, conocido como el Cid Campeador, quien había afincado su fuerte en Valencia y comandado la reconquista de la península ibérica frente a los musulmanes. El Cantar del mio Cid, que to...
No nos encontraríamos con que la desaparición física de quien ejerce el liderazgo y los retiros por diversas causas de quienes administran cuadros dirigenciales se constituyen en crisis que medran o destruyen las instituciones.
Sería el año 1099, según diversas fuentes, cuando fallecía Rodrigo Díaz, conocido como el Cid Campeador, quien había afincado su fuerte en Valencia y comandado la reconquista de la península ibérica frente a los musulmanes. El Cantar del mio Cid, que toda mi generación debió leer obligatoriamente en tercero básico para el curso de Idioma Español, mezcla la historia y el romance sin forma de saber qué tan cierta es la escena en la cual, ya muerto don Rodrigo, colocan el cadáver sobre su caballo, vestido con su armadura y sostenido quién sabe como, para con su sola presencia espantar al ejército enemigo y lograr una victoria decisiva (debe de haber sido algo así como una semifinal de la Champions). Lo que sí registra la historia es que, en los siguientes años, quienes comandaron la defensa de Valencia fueron su viuda y su yerno, por cierto con poco éxito, ya que volvió a ser tomada por los musulmanes en el 1102.
Nadie más grande entre los caballeros castellanos ni mas experto en batallas de campo que don Rodrigo Díaz, el Cid Campeador, pero es obvio, a la vuelta de los siglos, que no tenía preparado su relevo y que en tres años la obra de su vida se vino al traste. Seguro otros ejemplos hay de grandes guerreros y políticos en el mismo sentido, que hacen que los ejércitos de todo el mundo sean de las organizaciones que planean y preparan sus relevos, donde no existen vacíos de mando ni siquiera momentáneos y donde todo se encuentra ordenado y en el papel sin mayor discusión para relevar los mandos. La Iglesia católica también es otro ejemplo de institución con procedimientos y orden para el tema.
Pero, si vamos al campo civil, las cosas cambian. Es increíble cómo se traduce esta disciplina de relevo a formas que oscilan entre parodias monárquicas, en las que el padre prepara al hijo para sustituirlo en partidos políticos o en organizaciones sociales de distinto tipo, y dirigencias de organizaciones, especialmente las burocracias en organizaciones de carácter económico productivo, que simplemente ignoran el hecho de la probable desaparición física o el retiro de sus cuadros gerenciales por diversas causas y apuestan por la presencia eterna del director o del gerente.
Mención especial y aparte merece el aparato público, que sin sistema de servicio civil navega al garete y pareciera que ni siquiera es tema relevante el de los relevos, dada la magnitud de la crisis del aparato. Al final, esto se refleja en nuestra sociedad. En todos los campos hay que abrir los espacios para que se preparen las personas y los equipos que deberán administrar en el futuro. No se ilusionen, dirigentes y gerentes. Si algo les puedo garantizar es que no serán eternos. Y si cuando menos quieren fingir que les importan las instituciones, preparen adecuadamente a sus relevos o preparen los instrumentos para intentar pasar románticamente a la historia como el Cid Campeador.
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