El profe apaleó a Juanito (¿dónde está el Estado?)

Cuando salían del centro de salud, alguien les dijo que yo podía orientarlos, así que vinieron a preguntar.

«Discúlpeme la hora, seño. Encontré a una conocida que me dijo que podía venir con usted a preguntar qué tengo que hacer porque tenemos un problema que no quiero dejar así. A mí me duele mucho ver cómo dejó el profe a mi hijo.

»No es la primera vez. Cuando mi niño estaba en primero, lo apaleó tanto que perdió el sentido. De noche y a como pudimos, mi otro hijo y yo lo cargamos y nos vinimos caminando entre la montaña. Cómo pesaba. Lo trajimos al centro de salud y lo llevaron en ambulancia para el hospital nacional porque él estaba desmayado y deshidratado. Ahí se estuvo seis días en los que ni se movía nada. Ni sus deditos movía. Cuando salió del hospital, le compré todos sus remedios y lo curé. Como dos meses tardó en regresar a la escuela. Esa vez no hicimos nada porque mi hijo no recuerda qué pasó.

»Ahora, otra vez. Pero hoy sí, llegando a mi casa, estaba yo para ir a almorzar, como a las 11:20, cuando llegó llorando mi hija, la María, y me contó. Salí corriendo para la escuela y los niños me dijeron que [el profesor] lo carrereó hasta que el Juan se cayó entre la tierra. Y ahí lo agarró. Con un palo de escoba le golpeó los brazos y las piernas. Yo lo encaré y le dije: “¿Por qué no intenta pegarme a mí?”. No que se mete con los niñitos de su clase. ¡Si él ya es grande! Son más de 30 niños y niñas, y a todos les ha pegado con palo.

»El profesor, Carlos Augusto Canahuí Coloch, no solo les pega a los niños. También nos humilla solo porque él es estudiado y nosotros no. “Es que el niño me sacó de onda, y vos sabés cómo se pone uno cuando se le sube el mosh, que uno ya no piensa. Pero sí considero que se me fue la mano. Espero que no me vaya a involucrar en problemas porque eso me compromete a mí”, me contestó. Yo le dije que él ya se había comprometido solo y que se atuviera a las consecuencias, pero me contestó que yo no podía luchar contra él porque él puede pagar abogados y yo no.

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»Yo primero busqué apoyo en la comunidad, con el Cocode. El secretario me quiso desanimar, pero no pudo porque estoy decidido. Yo sé que puedo trabajar para pagar licenciado. Hay fincas donde me puedo ganar 40 quetzales al día, y junto para que ese señor tenga una lección. Me costó mucho aguantarme las ganas de no darle una trompada, pero no quería complicar las cosas. Yo ya estuve en un juzgado y el juez me dijo: “No tengás pena de hablar la verdad”. Por eso es que yo sé que puedo pedir justicia».

A pesar de tener trabajo pendiente, decidí llevarlos al día siguiente a la delegación del Ministerio Público recién abierta en el pueblo. No estaba el oficial encargado de atender porque tenía diligencias en Salamá. «Ahí regresen mañana», fue lo que conseguimos. De inmediato su gesto se transformó en angustia. ¿Cómo pasarían el día? Almorzaron en el proyecto.

Don Jesús se atrevió a desafiar de frente el temor comunitario, que lo quería obligar a tener miedo.

Miedo al maestro abusador.

Miedo a no llegar con el niño vivo.

Miedo por no tener educación.

Miedo por desconocer sus derechos.

Miedo por desconocer la ley.

Miedo al agotamiento físico por desnutrición.

Miedo porque no sabía cómo proceder.

Miedo a que no le alcance el dinero.

Miedo a que el niño no pueda estudiar nunca más —y «tan listo que es»—.

Miedo a que la historia se repita.

Miedo a fallarle a su comunidad.

Miedos de los que nosotros poco sabemos.

 Y a todo esto, ¿dónde está el Estado?