Como grupo etnolingüístico, los k’iche’ están cerca de los 1.7 millones de personas o del 12 % del total nacional. Además, su idioma es el segundo más hablado en el país, después del castellano. Su ciudad más grande, Quetzaltenango (que al igual que la ciudad de Guatemala es multicultural, como atinadamente lo señala González Alzate —2015—), es la segunda del país en demografía y economía, una verdadera conurbación al igual que la capital del país. Pero además Quetzaltenango es el origen del Estado guatemalteco moderno, de sus ideólogos y también de las propuestas alternativas de sociedad, como bien lo señala Grandin (2000).
Para el siglo XVI, la mayoría de los k’iche’ estaban organizados en un winaq (reino, confederación o Estado) con su capital en Q’umarkaj/Utatlán, el famoso «reino quiché» de los textos didácticos. Sin embargo, lo k’iche’ano —de donde proviene lo k’iche’, pero también lo kaqchikel, lo tz’utujil, lo q’eqchi’ y otros— dominaba prácticamente todo el altiplano en esa época si no políticamente, sí económica y quizá también culturalmente. Además, eran sociedades bastante cosmopolitas desde siglos atrás, tal y como Braswell (2003) lo ha documentado para la nobleza k’iche’. Lo k’iche’ano se nutrió de otras tradiciones, como la maya clásica de las tierras bajas y las de otros grupos de la costa del Pacífico (Akkeren, 2000, 2012). Poseen la mayor colección de textos coloniales en un idioma maya, después del yukateko, con obras centrales para Mesoamérica como el Popol wuj o el Rab’inal achi, entre otras.
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Los cambios coloniales implicaron una fuerte caída demográfica (Zamora Acosta, 1985) y la eliminación de los winaq existentes, incluyendo el de Q’umarkaj. Los españoles veían en estas estructuras —similares a sus reinos en la península ibérica— una amenaza capital para su proyecto (Hill, comunicación personal, 2016). Mantuvieron los niveles inferiores, como el calpul (más o menos las aldeas de hoy) y el amaq’ (los pueblos de indios o municipios actuales), aunque con cambios significativos (Hill y Monaghan, 1987). Además, los k’iche’, al igual que otros, supieron utilizar rápidamente la retórica y las estructuras de la Colonia para permanecer como comunidades y sociedades diferentes a las europeas. Así lo han hecho hasta el presente, con gran fuerza.
Desde antes del siglo XVI han sido el grupo maya e indígena más numeroso; y hasta la primera mitad del siglo XX, el grupo etnolingüístico (incluyendo a los ladinos) con más población. Además, su región ha sido productora de elementos clave para la sociedad colonial y republicana: cacao, mantas, ganado lanar, trigo, muebles y otras manufacturas centrales. Esto permitió que negociaran sus privilegios durante diferentes momentos: las repúblicas de indios k’iche’ poseyeron amplios márgenes de autonomía política y cultural, y en el siglo XIX usaron su peso económico para ser el grupo que evitó más ir a las fincas cafetaleras. Los k’iche’ occidentales —occidente de Sololá, Quetzaltenango y Totonicapán— son los que menos sufrieron la violencia de la guerra de finales del siglo XX, y muchos de sus migrantes viajan a capitalizarse, antes que por necesidades vitales (Gramajo, comunicación personal, 2018). Son los mayas más ampliamente distribuidos, con enclaves comerciales en todo el país, Centroamérica y partes de México, la antigua Mesoamérica.
La propuesta de un federalismo multicultural surgió primero con ellos, al inicio armados (Totonicapán, 1820) y después, a partir de 1894, en una forma económica, política y alternativa a través de la élite k’iche’ quetzalteca. También son el epicentro de la revitalización y el resurgimiento cultural de los mayas durante el siglo XX, tanto a través de la recuperación de documentación e historia maya como de la difusión y actualización de su espiritualidad. Su peso demográfico en el censo de 2018 es evidencia de su importancia histórica, social y cultural para todos los que vivimos en Guatemala y más allá. Son Estados y naciones dentro de Guatemala, país que se niega a reconocerlos como tales.
Hablar de lo k’iche’ no es solo hablar de la historia de Guatemala. Es hablar de su futuro y de sus alternativas.
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