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El hambre tiene el rostro hinchado en Guatemala

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El hambre tiene el rostro hinchado en Guatemala

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El hambre en Guatemala tiene el rostro hinchado. Como Yesenia o como Nelda Mariela, dos pequeñas a las que sus madres, unas jóvenes que apenas sobrepasan la veintena, no consiguen alimentar porque en el Corredor Seco de Guatemala no hay trabajo ni agua, ni queda casi ya esperanza.

"Está algo hinchadita, sí. Hay problemas por culpa de la sequía", reconoce a Efe Seila Esperanza, quien a sus 24 años tiene esa mirada cansada de a quien ya venció la desesperación. Con su trabajo en el campo no basta para alimentar a su familia: otra de sus pequeñas, también con el rostro hinchado, no deja de tirarle del brazo. Tiene hambre.

En el centro de recuperación nutricional de Jocotán, en pleno Corredor Seco, el hambre es parte del paisaje. El pasado sábado siete niños ingresados, pero la zona se encuentra en "emergencia nutricional" desde 2001, asegura el médico Juan Manuel Mejía.

En esta parte del país, cubierta por el polvo que deja tras de sí un sol perenne, la gente depende de sus cultivos de maíz y fríjoles; y cuando la cosecha se pierde, como el pasado año, no les queda nada que llevarse a la boca.

"No hay nada. Se perdió todo por la sequía", afirma Porfilio García, un agricultor de la comunidad de Conacaste, con la mirada más ajada aún que su rostro huesudo.

En casa de los García ya no hay gallinas, "se murieron por la sequía", explica su hijo Feliciano, ni tampoco queda ya qué comer. Los últimos sacos con 30 libras de fríjol y maíz que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) les entregó están ya agotados.

"Apenas daba para dos días...", apunta Feliciano mientras se refugia del sol bajo un porche de adobe escondido entre una selva amarillenta. Los García son nueve bocas en casa y necesitan algo más que ayuda; necesitan que llueva.

Y hace meses que no lo hace: si antes de mayo la lluvia no vuelve al Corredor Seco, los García perderán también su próxima cosecha. ¿Y qué harán? Feliciano no puede ni imaginar que no vuelva a llover.

Hay comunidades del Corredor Seco, como en Lomas de Oquén, donde hace cuatro años que la lluvia "empezó a fallar". Sus habitantes, agricultores, empezaron a marcharse a Honduras como jornaleros del café. Hoy ni siquiera queda ya esa opción.

"Tampoco allí hay trabajo", asegura el hijo de los García. La sequía y las plagas han terminado por cerrar también el grifo de la migración temporal.

En casa de los García no quedan demasiadas fuerzas para mirar al futuro. El 2016 parece que volverá a ser un mal año; como todos últimamente. Los efectos de El Niño se acentuarán dejando a 1,5 millones de personas en situación de emergencia humanitaria en el país.

La ONU, a través de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), ha hecho un llamamiento internacional para dotar con 55 millones de dólares a un plan de ayuda humanitaria que beneficiaría durante un año a 70.000 familias en Guatemala.

"La primera necesidad que tiene la gente aquí es la comida, porque las cosechas han caído. La asistencia alimentaria es la prioridad número uno", aseguró el director de operaciones de OCHA, John Ging, tras visitar esta semana el Corredor Seco de Guatemala.

"Los efectos de El Niño han provocado que la sequía de 2015 fuese más severa que en años anteriores. Se espera que las condiciones de El Niño se fortalezcan en 2016 exacerbando sus efectos, especialmente en Centroamérica. Guatemala y Honduras son los países más afectados", advierte OCHA en uno de sus informes.

Sólo en Guatemala, alrededor de 154.000 familias han perdido entre la mitad y la totalidad de sus cosechas de maíz y fríjoles en mayo, lo que ha dejado a cuarenta municipalidades del Corredor Seco en situación de riesgo alimentario moderado o severo.

Todo esto agravará a buen seguro las cifras ya desbordadas de desnutrición en Guatemala: actualmente, el 52 por ciento de los escolares del país sufren este problema, que lastra su rendimiento académico y personal.

La FAO prepara para las próximas semanas un nuevo plan para 23.000 familias de la zona, dotado con 75 dólares mensuales. En casa de los García confían en que llegue antes de mayo. Mientras, seguirán mirando cada mañana al cielo con esa desazón de quien hace tiempo que ha dejado de esperar.

Fotografía: Esteban Biba
Texto: Pablo López Orosa

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