Se puede entender la Europa colonialista a través de su larga historia de guerras, genocidios, racismo y violencia durante los siglos de consolidación de la civilización occidental. Los pueblos egipcios, árabes y chinos fueron despojados de sus principios religiosos para ser convertidos al judeocristianismo; de su ciencia matemática para erigir la ciencia positivista y racional que se volvió verdad única, excluyente de otras epistemologías; de la pólvora y los caballos para dominar las numerosas y largas guerras de invasión que se sucedieron con los griegos, romanos, macedonios, germanos, británicos, franceses, españoles y demás naciones que hoy constituyen el mundo occidental.
En las dos guerras mundiales, generadas en Europa, sobre millones de muertos se consolidan el racismo, el genocidio, el fascismo y el reparto del mundo entre las potencias occidentales, que hoy, a varios siglos de distancia, están de vuelta en el escenario mundial, y de manera especial en América Latina. Paralelamente, se instiló la ilusión de modelos democráticos impuestos desde las élites burguesas para beneficio de estas y señuelo de los pueblos dominados.
La religión acompaña la reconquista de nuevo, y no solo el catolicismo de hace 500 años. Hoy se suma el pentecostalismo estadounidense, cuya expresión de fanatismo religioso es el odio y la violencia contra pueblos originarios, como sucede en Bolivia, donde la cruz católica y la Biblia evangélica se alzan en las manos de la autoproclamada presidenta de facto. Y eso que el modelo de Estado moderno occidental siempre se nos impuso y pintó como democrático y laico.
Está claro que el odio blanco racista hacia los indígenas no ha cambiado. Son las oligarquías las que se encargan de impulsarlo a través de estratos serviles de mestizos e indígenas ladinizados, que prefieren la sombra protectora del amo, del patrón, del dueño, antes que sufrir las vejaciones objetivas y subjetivas que padecen los pueblos indígenas. La enajenación identitaria es un resultado exitoso del colonialismo y del fanatismo religioso. Preferimos el desarraigo cultural y el vacío de pertenencia, situarnos lo más lejos posible de las raíces sanguíneas, para vivir una vida en tierra de nadie, ahogados en el consumo exacerbado para sentirnos importantes en esta sociedad violenta, racista y desigual.
[frasepzp1]
Por eso, a pesar de los avances materiales, económicos y de soberanía de Evo Morales (reducir la pobreza, darles voz a los pueblos, refundar el país a partir de su diversidad, nacionalizar los recursos, fortalecer la clase media, avanzar social y tecnológicamente), la subjetividad de la población ha sido dañada por el fanatismo religioso desde el inicio de la colonización. Lo mismo pasó con los gobiernos progresistas del Sur, que, pese a los avances materiales en reducción de la pobreza y en desarrollo económico, no lograron penetrar la coraza impuesta por la exacerbación religiosa colonial.
Jesús abogó por pobres, excluidos, marginados y enfermos y arremetió contra el imperio romano y las élites judías colonizadas, las cuales no dudaron en matarlo en una máquina de tortura, en la cruz, con el apoyo del pueblo fanatizado por las dirigencias y al servicio de los colonizadores. En América, las Iglesias han sido cómplices en mantener la pobreza y la exclusión avalando la violencia que sembró en la población temor, dolor, angustia, persecución, robos y muerte. Históricamente, hemos perdido parte del sentido de la vida individual y colectiva. Vivimos lo impuesto por los imperios. Y como tapa del pomo, los mismos que avalaron y avalan la violencia colonial y el fanatismo religioso para la manipulación política ofrecieron y ofrecen la salvación divina siempre y cuando se pague limosna o diezmo.
Por eso los detentadores del discurso religioso no vacilan en avalar la muerte en nombre de Cristo junto a la fuerza militar, para lo cual enarbolan la máquina de tortura y la Biblia, católica o protestante. Al final, lo importante es mantener la supremacía racista y colonial con el apoyo y el consentimiento de gran parte del pueblo. Es decir, cualquiera que luche por los pobres es y será sacrificado.
Más de este autor