El narcotraficante guatemalteco Byron Alcides Berganza Espina está en libertad desde diciembre pasado. En 2008, el juez Thomas Griesa lo condenó a 22 años de cárcel por conspirar para traficar e importar cocaína hacia Estados Unidos (EE.UU.). Para el cumplimiento de la sentencia, se consideran los años que el procesado ha estado detenido desde su captura. Berganza guardaba prisión desde 2003 en Nueva York, aún le quedaban 17 años de cárcel por delante. Pero la disposición de que debía salir en 2025 cambió con otra orden del mismo juez. El 18 de diciembre de 2015, Griesa anunció que la sentencia de Berganza estaba cumplida, según el documento número 343 del expediente 03-CR-987. En los registros del Buró Federal de Prisiones de EE.UU. aparecía esa fecha como el día de excarcelación de Berganza.
Berganza pasó la Navidad como un hombre libre, en Nueva York. Todos los extranjeros que cumplen una sentencia en prisión en EE.UU., por un caso criminal, son deportados a menos que salgan de ese país de forma voluntaria. En una carta fechada el 25 de diciembre (documento 344 del expediente), su abogado Jeffrey Cohn le notificó al juez que su cliente ya había visitado el Consulado de Guatemala en Nueva York. Además, le dijo que ya tenía los documentos necesarios para “viajara a otro país”, sin precisar cuál, en el plazo de 24 a 48 horas. En otra carta del 26 de diciembre (documento 345), el abogado le informa al juez que Berganza salió esa noche de EE.UU. en el vuelo 456 de Delta, un vuelo que según los itinerarios de la aerolínea cubre la ruta entre Nueva York y San Francisco. No hay información disponible acerca de qué otro vuelo tomó en esa ciudad. “Es posible que pidió ir a un tercer país porque siente que corre menos peligro que en Guatemala, o porque su familia está en ese otro lugar”, dice Michael Vigil, exjefe de operaciones internacionales de la Agencia Federal Antidrogas de EE.UU. (DEA, por sus siglas en inglés).
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El 5 de enero pasado, el juez ordenó cerrar el caso. La oficial de prensa de la Fiscalía de Nueva York, Dawn Dearden, explicó que no es público el motivo por el cual Griesa ordenó la excarcelación de Berganza 10 años antes que acabara su condena. Berganza fue el segundo narcotraficante guatemalteco más prominente, capturado y enviado a suelo estadounidense después del exalcalde de Zacapa, Arnoldo Vargas Estrada, capturado por narcotráfico en 1990, y extraditado en 1992 a EE.UU., donde fue condenado a 30 años de cárcel.
Un expolicía guatemalteco que investigó casos de narcotráfico, dice que Berganza fue escolta de Vargas, pero después traficó por cuenta propia. La fiscalía de Nueva York atribuía su poder a que su cuñado era militar. Según el documento 60 del expediente, su hermana, Wilda Berganza, estaba casada con el general Carlos Pineda Carranza. Los registros de National Security Archives indican que, entre 1995 y 1996, Pineda Carranza fue jefe del Estado Mayor de la Defensa. También integró la comisión negociadora de los Acuerdos de Paz por parte del Gobierno de Guatemala. Pese a la aseveración de la fiscalía neoyorkina respecto a Pineda Carranza, este ex general nunca fue acusado formalmente en Guatemala por ningún cargo relacionado con narcotráfico, ni la presunta protección que ofrecía a su cuñado.
“Berganza sólo traficaba con militares en Guatemala, además eran sólo militares los que le prestaban seguridad, entre mayores y capitanes”, dice el expolicía.
Los negocios de trasiego
La Fiscalía de Nueva York consignó el relato de un vista de la Dirección General de Aduanas de Guatemala, que trabajaba para Berganza. Este sujeto, cuyo nombre no aparece en los documentos públicos del expediente, reveló que Berganza “negoció directamente con oficiales del Ejército de Nicaragua, respecto a la compra de varias toneladas de cocaína a finales de los años 90”. El expediente (documento número 147) revela que Berganza incluso envió al vista a ese país para comprobar que las negociaciones del cargamento no eran una trampa.
El vista dijo que entre 2000 y 2001, Berganza lo envió a México unas diez veces para revisar el “status” de varios cargamentos de cocaína que envió a ese país en ruta hacia EE.UU. En 2003, el vista fue asesinado meses antes de la captura de Berganza. Nunca se supo si su muerte tuvo relación con Berganza. El vista era una “fuente confidencial” para la DEA. El mismo les dijo que “Berganza vendió aproximadamente 20 mil kilos de cocaína a los mexicanos en el lapso de un año y medio cerca de 1999”.
Hacia finales de los 90, la sospecha de la protección que Berganza recibía de los militares lo hacía intocable. Al menos eso creía la fiscalía neoyorkina. No lo era. Entre 1999 y 2001, fue blanco de dos atentados: uno en la zona 10 capitalina; el otro, frente al restaurante de comida china Jumbo, sobre el boulevard Vista Hermosa, en la zona 15. El 10 de septiembre de 2003, Berganza fue capturado en El Salvador. La policía salvadoreña lo detuvo porque, según le explicó, estaba ilegalmente en el país. Berganza declaró a la fiscalía que habían ingresado sin papeles. La policía, en lugar de deportarlo, lo entregó a la DEA. Ésta lo subió en un avión y lo trasladó a Nueva York el mismo día. No fue una extradición, sino una “expulsión”. En suelo estadounidense, el Servicio de Mariscales de EE.UU. y la DEA le informaron que estaba oficialmente detenido.
Minutos antes de su captura, Berganza se reunió en El Salvador con José Armando Llort Quiteño, expresidente del Crédito Hipotecario Nacional en el gobierno de Alfonso Portillo (2000-2004), y prófugo por fraude y otros delitos desde 2001, según el proceso penal 7102-2001. Desde entonces, Llort intentaba hacer negocios con Berganza, embaucando a otro sujeto, Marco Antonio Lara. Persuadió a Lara de invertir US$300 mil para comprar un cargamento de cocaína, pero Berganza en lugar de pagarles sus ganancias, reinvirtió el dinero en otro cargamento, y la policía lo incautó. Lara estaba furioso. Años más tarde admitiría a la corte que llamó a Berganza, “un cerdo ambicioso”.
Pero Llort persistió, y cuando pactó la cita con Berganza para negociar la compra de 500 kilos de cocaína, la DEA lo supo de inmediato. Tenía motivos ulteriores. Su gran plan era entregar a peces gordos del narcotráfico para redimirse de sus pecadillos en Guatemala. Cuando le ofreció a EE.UU. sacar a Berganza de Guatemala, donde lo protegían los militares, y llevarlo a El Salvador, captó la atención de la DEA. Lo que no sabía era que Berganza jugaba a lo mismo. Tan familiar era su relación con la DEA que hasta le tenían apodo: “Chapito”.
La fiscalía de Nueva York y la DEA tenían claro quién era Berganza. Decían que colaboraba con ellos desde 1996 sin recibir nada a cambio. “Hasta donde nosotros sabemos, él era un narcotraficante”, dijo el fiscal Anirudh Bansal, según el documento 69. Revelaron que proporcionó información de cargamentos de narcotraficantes que involucraban miles de kilos en Guatemala y EE.UU., y que delató a mexicanos y colombianos, con quienes había intercambiado números de teléfono que trasladó a la DEA.
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Se desconoce si ese 10 de septiembre de 2003, cuando Berganza se reunió con Llort, era para hacer otro negocio, o para llevarle la corriente y entregarlo, en un juego absurdo en que ambos se daban cuerda. Pero la cuerda se acabó cuando ambos, y un tercer sujeto no identificado (se sospecha que Lara) acabaron metidos en ese avión de la DEA. Hasta entonces, Berganza pensaba que tenía carta blanca, y que aquello era una pantomima. Una vez frente al juez Griesa en Nueva York dijo que en una reunión secreta, en la habitación de un hotel capitalino en Guatemala, agentes de la DEA le ofrecieron desvanecer una acusación en su contra por narcotráfico de 1996 (según la DEA, traficaba desde al menos 1988). Hasta antes de abordar el avión, Berganza iba confiado porque, cuando la policía salvadoreña lo entregó a los agentes estadounidenses, le comunicaron por teléfono a un agente de la DEA en Guatemala. Según consta en el expediente del caso en la corte en Nueva York, Berganza aseguró al juez que ese agente le dijo que evitaría que lo sacaran del país (el agente luego dijo que nunca promedió tal cosa). Pero para 2003, habían pasado siete años desde esa primera acusación de 1996, siete años en los que —según la fiscalía de Nueva York— Berganza la hizo de soplón, pero siguió traficando, y la corte le cobró el desliz.
Sálvese quien pueda
Una vez en Nueva York, Llort y el tercer sujeto quedaron en libertad. Pero en diciembre de 2003, Lara fue capturado en Florida. Pesaba sobre él una conversación telefónica que tuvo con Berganza en febrero de ese año, para reclamarle su dinero. Lara salió de la cárcel en casi cuatro años, por no tener una historia criminal previa, pero tuvo que pagar una multa de US$345 mil Mientras tanto, desde un principio, Berganza se declaró “no culpable”. Fue hasta 2006, después de tres años en una cárcel de Nueva York, que dio un golpe de timón y se declaró “culpable”. El juez Griesa consideró que hizo más daño traficando que ayudando a la DEA como soplón, y lo condenó a 22 años de cárcel. Berganza apeló la condena, pero en 2010 una corte de apelaciones la confirmó.
Años después, Llort eludió la justicia en dos estados de EE.UU. por estafa, y hasta fue testigo especial cuando Portillo fue llevado a juicio en 2011 en Guatemala por corrupción. Declaró en teleconferencia, pero de nada sirvió porque a expresidente lo absolvieron (esto dos años antes de su extradición a EE.UU. por lavado de dinero).
En agosto de 2015, la fecha de excarcelación de Berganza aún era 2025. De manera que, lo que le devolvió la libertad, se desencadenó en los últimos tres meses del año pasado. El expediente indica que el proceso venía de antes, e incluyó nueve documentos fechados entre agosto de 2011 y noviembre de 2015, que aparecen con la etiqueta “SEALED DOCUMENT placed in vault” (documento sellado colocado en bóveda). Es decir, no son de acceso público.
En la orden judicial para excarcelarlo, el documento 343 del expediente, el juez sólo escribió “reducción de sentencia por cambio de circunstancias”. Para salir, Berganza sólo debía pagar una multa de US$200 dólares. ¿Qué cambió? Es un misterio. También lo es el destino de Berganza. A juzgar por la carta que el abogado dirigió al juez, no iba a regresar a Guatemala.
Para Vigil, el hecho de que Berganza fue excarcelado diez años antes de terminar de cumplir su sentencia indica que quizá tuvo buena conducta. “Las grandes condenas por narcotráfico usualmente son rebajadas hasta en un 65% cuando el reo no da problemas”, explicó el exagente de la DEA.