Claro que la educación preprimaria es importante, pero, a pesar de lo que dicen los expertos en educación, yo hoy le pondría más atención a la educación vocacional. No es por necedad o por ignorar el análisis de estos, sino porque considero que es necesario tomar una perspectiva integral. Sobre todo porque apoyar la educación vocacional puede ser autofinanciable e incluso generar recursos para apoyar la educación preescolar en el mediano plazo. Además, hay otros beneficios vinculados con reducir la migración de jóvenes y la posibilidad de incrementar la sofisticación de la producción guatemalteca.
Hagamos un simple ejercicio.
Empecemos con la parte educativa. Imaginemos que el Gobierno aparta 100 millones de quetzales para educación vocacional durante cada uno de los próximos ocho años y que con eso es posible generar institutos técnicos para recibir 20 000 nuevos estudiantes por año. Al final del segundo año empiezan a graduarse los primeros alumnos. Es decir, el tercer año implicará 20 000 egresados; el cuarto, 40 000… De ese modo, al octavo se contará con 120 000 egresados.
Ahora pensémoslo del lado fiscal. Imaginemos el ingreso de un trabajador con salario mínimo diferenciado, según como había sido aprobado por el expresidente Maldonado. Esto implica, ignorando bonos de productividad, un ingreso anual de Q27 369 por los 14 salarios. Con dicho ingreso no se tributa impuesto sobre la renta. Pero, con un mejor control de la SAT, uno debería esperar que se incremente la recaudación del IVA. Supongamos que la recaudación adicional, gracias a un empleo formal, a políticas de desarrollo urbano y a una mejor recaudación, es del 4 % del ingreso (supongamos que el resto va a gastos exentos de IVA como la comida en mercados cantonales). Esto indicaría que, ignorando bonos de productividad o aumentos de salario, el Estado podría estar recaudando Q1 094 por trabajador con educación vocacional por año. Esto da como resultado que, si en el tercer año se generan casi 22 millones de quetzales, en el octavo se están generando 131 millones en ingresos fiscales. Aquí no estoy teniendo en cuenta los ingresos fiscales, tanto del IVA como del ISR, como tampoco los de los gerentes y los dueños de la empresa, lo que haría la recaudación aún mayor.
Claro, para que todo esto tenga sentido se necesita que los jóvenes puedan encontrar trabajo. Definir qué tipo de educación vocacional impulsar no es fácil. Hay que tener en cuenta los sectores que tendrán futuro en la economía, lo cual depende de las regiones del país. Uno puede ver que los temas de tecnología tienen mucho potencial en lugares como Guatemala, Quetzaltenango y Antigua Guatemala; que la manufactura tiene mucho potencial en regiones que van desde los puertos del país hasta la ciudad de Guatemala; y que el procesamiento de alimentos puede ser importante para el altiplano y el oriente del país. Entonces, para que el apoyo a la educación vocacional sea exitoso debe acompañarse de una clara política de desarrollo productivo con enfoque geográfico. Aquí es donde los esfuerzos de la Agenda Nacional de Competitividad, la Política Nacional de Empleo, la Propuesta de Política Industrial y propuestas del sector privado como las Hojas de Ruta de Alto Impacto para Acelerar el Crecimiento Exportador son vitales.
Sí, ya sé que me estoy repitiendo un poco. Pero la necedad puede ser virtud, especialmente cuando los temas no están en la agenda del país a pesar de ser importantes.
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