Gnosis no decepciona, y en cierta forma se convierte en una excepción de gran importancia en el universo paralelo del post metal, género que usualmente invita al bostezo. En 2016, Rolling Stone describía con total certeza el sonido de esta banda como «malhumorado, denso y dinámico, la apasionante banda sonora de un drama no filmado».
Al igual que con el post rock, la...
Gnosis no decepciona, y en cierta forma se convierte en una excepción de gran importancia en el universo paralelo del post metal, género que usualmente invita al bostezo. En 2016, Rolling Stone describía con total certeza el sonido de esta banda como «malhumorado, denso y dinámico, la apasionante banda sonora de un drama no filmado».
Al igual que con el post rock, la palabra clave parece ser experimental: texturas, composición y riffs, que reemplazan las líricas en favor de la intensidad de sonidos, su repetición in crescendo y cierta predisposición hacia la obscuridad y lo dramático.
En cierta forma, para quienes están habituados a identificarse con las líricas de una , su ausencia causa un escaso interés en este tipo de música. Sin embargo, la belleza con la que se construyen las narrativas de obras como Gnosis, radica justamente en la intensidad creciente con las que se presentan, que puede generar un conjunto de sensaciones semejantes a las de las palabras que reclaman (des)amor, paciencia o atención.
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Y mientras dejo que ese sonido me acompañe, y se convierta en la banda sonora del ritual de lo habitual de abrirse paso en el tráfico de la ciudad en la tarde de un miércoles, la sombra alargada de los grandes y pequeños problemas cotidianos, los dramas de la preadolescencia, escuelas, trabajos, cursos de vacaciones y tratar de dilucidar en qué lugar pasar la Navidad comienzan a aparecer en la agenda, de la misma manera que la alegría dibuja sus alas pese a todos los tonos grises.
En una happycracia, en los términos que Carolina Escobar Sarti utiliza para describir la democracia en una de sus columnas recientes: «criticar es prohibido y disentir es cuestión de personas amargadas o tóxicas, a menos que piensen exactamente como nosotros», el metal viene a ser una parte muy importante de la reivindicación del derecho básico a disentir. De una estética y una lógica que no siguen convencionalismos. Y desde esa óptica el sonido post metal de Russian Circles cumple con los principios fundamentales de la transgresión.
Terminó estas breves líneas leyendo la cobertura de la retirada rusa de Kherson, que seguramente se estudiará en las academias de guerra en los años siguientes y dejo que el sonido de Betrayal me acompañe a lo largo de la avenida de la Reforma.
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