En Estados Unidos, para el 5 de diciembre del año pasado, Hillary Clinton había superado en 2.5 millones de votos a su oponente Donald Trump, pero luego del escrutinio popular fue elegido Trump en orden al complejo sistema electoral de aquel país. Y, pese a que ocupó el segundo lugar, superó en cantidad de sufragios a John McCain, Mitt Romney y George W. Bush (anteriores candidatos republicanos).
Como si fuera poco, el voto femenino, del cual se decía que era el talón de Aquiles del magnate, le resultó favorable.
¿Y qué se puede colegir de los festejos multitudinarios por los 15 años de Rubí Ibarra en México? Hubo políticos que aprovecharon el momento para hacerse figura; funcionarios que utilizaron dineros del erario público para llegar en helicóptero o regalarle un vehículo a la quinceañera; una línea aérea que ofreció descuentos hasta del 30 % en la compra de boletos en los vuelos a San Luis Potosí; la presencia del maquillista de la primera dama, que acicaló incluso a don Crescencio, el padre de Rubí; un muerto pisoteado por unos caballos como cauda de una carrera en honor de la cumpleañera; y una multitud de extravagancias rayanas en la estupidez. Entretanto, quedaron de lado las consecuencias psicológicas de la jovencita (quien vivió a la sazón una verdadera pesadilla), el posible trasfondo político de semejante evento y la posibilidad de que haya sido un experimento de manipulación de masas.
Los sucesos anteriores fueron generados y magnificados desde las redes sociales y las páginas web. Bien valdría entonces una propuesta de que psicólogos, sociólogos, antropólogos, centros de investigación atinentes a la comunicación (redes sociales y buscadores de cibersitios), periodistas, etcétera, se ocupen de estudiar a profundidad estos fenómenos originados en los novedosos sistemas, que cuentan ya con más de 70 millones de internautas. Señales hay de que se deben analizar las consecuencias de cierto tipo de comunicación a gran escala.
De vuelta al absurdo que nos está envolviendo, Centroamérica no se queda atrás. El jueves 18 de enero trascendió en las redes sociales la noticia (y las fotografías del caso) del traslado del expresidente Antonio Saca (El Salvador) al penal La Esperanza, una cárcel común y sobrepoblada. Las fotos son terribles. No es grato ver a un expresidente engrilletado y en paños menores, como un vulgar forajido. Anteriormente había estado resguardado en la División Antinarcóticos de la Policía Nacional Civil, en la capital salvadoreña. Se lo acusa de la desviación de no menos de 247 millones de dólares.
Al día siguiente, en Guatemala, fueron enviados a prisión Sammy y José Manuel Morales, hermano e hijo, respectivamente, de Jimmy Morales, presidente constitucional de la república. Se los sindica de la comisión de un presunto delito de fraude.
Vale decir que llevan el mismo camino de Alfonso Portillo, expresidente y exconvicto; de Otto Pérez Molina, expresidente y procesado por varios delitos; y de Roxana Baldetti, exvicepresidenta y procesada por varios delitos.
Así las cosas, pareciera que en algunos países del Istmo vivimos en un mundo desquiciado, donde elegimos como funcionarios públicos y mandatarios de la nación a verdaderos delincuentes. Rasgos estos del absurdo.
Y para terminar de poner en el tapete la sinrazón y la necedad, en Venezuela Nicolás Maduro dice que habla con un pajarito que le transmite mensajes de Hugo Chávez Frías. Ya antes había asegurado que el comandante Chávez se le había aparecido en forma de pajarito en una capilla católica de Barinas.
¡Carajo! ¿A qué dinamismo obedecemos los pueblos para llegar al colmo del absurdo? Porque fuimos nosotros, los ciudadanos, quienes elegimos a las personas mencionadas.
Como noticia esperanzadora, en Guatemala se ha propuesto reformar el artículo 274, literal D, del Código Penal, en la sección de registros prohibidos, para penalizar con cárcel «al que creare un banco de registro informático cibernético o en redes sociales con identidad falsa». La propuesta fue gestada por el grupo político Todos. Esta noticia es halagadora porque (de aprobarse la reforma) la ley impedirá el absurdo de los perfiles falsos, el crimen gestado desde las redes sociales y la difamación por medio de dichas redes. Y se tiene la ventaja de que los productos tecnológicos cibernéticos permiten con suma facilidad localizar la procedencia de dichos registros.
Tengamos en cuenta que los científicos hicieron posible la presencia de las redes sociales en el mundo para facilitarnos la vida y colocarnos a un clic de nuestros semejantes, no para situarnos a un clic de lo irracional.
Así, hemos de tener el suficiente juicio para no seguir derrapando hacia el absurdo, tanto adentro como afuera de las redes y los sitios web. Me refiero a nuestro día a día.
Hasta la próxima semana.
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