Dicen las defensoras: «Pudimos comprobar que, si bien hay particularidades dentro de los mismos países y entre uno y otro país, la mayoría de los elementos del entorno y sus orígenes tienen similitudes. La discriminación de doble motivación por ser mujeres y por ser mujeres de pueblos ancestrales (originarios o afrodescendientes), poseedoras de saberes. El patriarcado y el machismo sistémicos juegan un rol determinante en las condiciones del contexto que nos afectan y se ven reflejados en las violencias de diversa índole, como brechas salariales, falta de acceso a la tierra, acoso y discriminación.
»La industria extractiva que explota indiscriminadamente nuestros recursos naturales, afecta los cultivos, destruye los bosques que son talados y genera escasez de agua. La actividad minera es realizada en contravención del Convenio 169 de la OIT, sin haber consultado a las comunidades.
»Para impedir nuestro trabajo se emplean acciones que van desde la vigilancia y la difamación hasta el uso indebido del derecho penal o el empleo de redes sociales para desacreditarnos. Hay grupos armados e ilegales que nos acosan y atacan, al extremo de que muchas defensoras han sido asesinadas. Somos agredidas por ser portadoras de saberes ancestrales a la vez que, por ser mujeres, se agrede a nuestras familias como forma de atacarnos y limitar el ejercicio de nuestros derechos. La impunidad ante los ataques de que se nos hace objeto se suma a las agresiones, que generan un clima de afectación psicosocial.
»Este año en particular, el covid-19 ha impactado fuertemente en nuestras comunidades y ha hecho más vulnerable nuestra situación ante la ausencia de servicios estatales básicos. Ha impuesto restricciones a nuestro quehacer como defensoras.
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»Sin embargo, y a pesar de este clima de adversidad, las mujeres defensoras de derechos humanos en Guatemala y en Colombia continuamos resistiendo. Trabajamos en el tejido de redes y de búsqueda de apoyo a nuestro acompañamiento. Estamos convencidas de que en unidad sembramos y cosechamos solidaridad y sororidad. Impulsamos acciones de intercambio y comunicación como estos encuentros, superando las limitaciones de distancia y acceso a la tecnología.
»Desde Guatemala, en los departamentos de Quetzaltenango y San Marcos, y desde Colombia, en Cartagena, Nariño, Montes de María y otros pueblos, nos organizamos para demandar garantías de funcionamiento de las instituciones responsables de proteger el ejercicio del derecho a defender derechos.
»Requerimos que las políticas de protección a personas defensoras se aprueben en Guatemala y se hagan funcionar en Colombia. Es necesario que se hagan efectivos el respeto y la protección de las personas defensoras de derechos humanos, en particular de las mujeres, ya que las defensoras y los defensores seguimos siendo víctimas de múltiples agresiones ejercidas tanto por el Estado y la fuerza pública como por grupos de particulares que operan al margen de la ley.
»Desde nuestros espacios continuaremos impulsando procesos formativos y desarrollando redes nacionales e internacionales para protección y autoprotección. Mantendremos actividades en los planos local, nacional e internacional en defensa del respeto de esos derechos, que están siendo vulnerados en nuestras propias comunidades y países.
»Finalmente, reiteramos que continuaremos en el esfuerzo de atender, desde lo espiritual y desde las cosmovisiones de nuestros pueblos, el cuidado de las mujeres defensoras, desde las distintas formas ancestrales y propias, porque derecho que no se defiende es derecho que se pierde».
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