«… Estas personas se esfuerzan en promover y proteger los derechos civiles y políticos y en lograr la promoción, la protección y el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales. Los defensores abordan cualesquier problemas de derechos humanos, que pueden comprender desde las ejecuciones sumarias hasta la tortura, la detención y prisión arbitrarias, la mutilación genital de las mujeres, la discriminación, las cuestiones laborales, las expulsiones forzadas, el acceso a la atención sanitaria o los desechos tóxicos y su impacto en el medio ambiente. Los defensores actúan en favor de derechos humanos tan diversos como el derecho a la vida, la alimentación y el agua, el nivel más alto posible de salud, una vivienda adecuada, un nombre y una nacionalidad, la educación, la libertad de circulación y la no discriminación».
La Oacnudh añade que algunas veces estas personas «defienden los derechos de categorías de personas, por ejemplo los derechos de la mujer, el niño, los indígenas, los refugiados y desplazados internos, y de minorías nacionales, lingüísticas o sexuales». Además, la oficina de la ONU precisa que una persona defensora de derechos humanos es conocida por sus actividades y que, para explicar de mejor forma lo que estas personas son, es necesario describir sus actividades.
Lo anterior sale a colación por la nota de prensa que revela cómo la cubana estadounidense Bárbara Hernández Orego procuraba impunidad para el prófugo Estuardo Galdámez, el incompetente exinquilino de la casa presidencial Jimmy Morales Cabrera, su esposa, Patricia Marroquín de Morales, el exministro de Comunicaciones José Luis Benito y la improvisada excanciller Sandra Jovel. Para ello, Hernández se valió de sus vínculos con la organización NOHE (Noble Orden para la Excelencia Humana, por sus siglas en inglés), inscrita en la ONU con estatus de organización de sociedad civil. NOHE no es un organismo de las Naciones Unidas, sino una organización que completó los requisitos para registrarse como entidad de sociedad civil. Mediante este procedimiento otorga credencial de embajadores a sus miembros en los países donde se asienta.
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Hernández Orego era su representante en Guatemala y al inscribirse gestionó pasaportes para los exfuncionarios ya citados bajo el registro de «cuerpo diplomático paralelo» y con el cargo de «defensores de derechos humanos». Mediante dicha credencial buscó que el Estado de Guatemala les otorgase pasaporte diplomático y que de ese modo obtuvieran inmunidad. Algo sumamente conveniente para un grupo ligado a procesos y vinculados con varios delitos, algunos de los cuales contrastan con el fin que la organización que los acreditaría dice defender: los derechos de los niños.
Galdámez, por ejemplo, tiene que esclarecer su rol durante el conflicto armado interno en los procesos que derivaron en actos de genocidio. Actualmente es prófugo de la justicia, que lo busca para aclarar su responsabilidad en corrupción electoral. En lo que concierne a Morales Cabrera, este no queda libre, al menos en el conocimiento social y ciudadano, de su responsabilidad en la masacre del hogar Virgen de la Asunción, sitio donde, por responsabilidad del Estado y probable orden presidencial, 41 niñas murieron calcinadas y otras 15 quedaron severamente dañadas. Tampoco queda libre de las acusaciones de violencia sexual contra varias trabajadoras del Estado.
Sandra Jovel tiene la responsabilidad de haber promovido la expulsión de una misión de derechos humanos del país, gestionar un acuerdo de expulsión de migrantes y abandonar hasta la muerte a niñas y niños migrantes nacionales en Estados Unidos. El ministro Benito está relacionado con el desastre del mal llamado libramiento de Chimaltenango, que es una megaobra de corrupción.
De esa manera, pretender ostentar el título de persona defensora se derechos humanos habiendo sido parte de un gobierno caracterizado por violarlos al extremo de una masacre de niñas bajo cuidado gubernamental, atacar permanentemente a quienes defienden derechos humanos y saquear las arcas nacionales en detrimento de la población es un acto perverso: perversidad que solo puede anidar en mentes como la de Bárbara Hernández Orego y sus amigos en Guatemala.
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