Esta segunda década del siglo XXI ha sido muy efervescente en el surgimiento de nuevos movimientos sociales que desafían el statu quo. Ello, gracias a las nuevas tecnologías que los han auxiliado como caja de resonancia, mediante las cuales han asentado su relevancia y poder organizativo. ¿Qué ha sido de ellos? ¿Cuál ha sido su impacto? ¿En qué se han convertido?
Estos nuevos movimientos sociales son de naturaleza y duración diversas, dependiendo de sus propósitos, intenciones, estructura u objetivos organizativos. Unos han sido más efímeros que otros. Otros han cumplido con sus objetivos inmediatos, pero en el largo plazo no necesariamente realizaron o visualizaron objetivos estratégicos. Algunos están todavía sobre la marcha. Su carácter tradicional centrado en la lucha obrera ha dado hoy mayor paso a una dimensión de transformación cultural y de lo político.
Sin entrar en un análisis de fondo sobre los movimientos sociales y sin destilar el enorme campo teórico que sobre su estructura, su funcionalismo y otros aspectos multidimensionales han elaborado grandes pensadores desde los de la escuela marxista, pasando por Weber y Parsons, hasta Mouffe y Laclau, permítaseme elaborar una somera clasificación de nuevos movimientos sociales de la última década en torno a sus objetivos, temporalidad e impacto político.
Me referiré así a movimientos sociales a) focalizados, b) transcendentales, c) transformadores y d) inacabados.
Movimientos focalizados. Persiguen un objetivo muy específico y por ello han sido efímeros, si bien perduran como referencia y modelo en el tiempo. Se me ocurre el movimiento Occupy Wall Street, que empezó con una movilización de jóvenes activistas en la plaza Zuccotti de Nueva York en 2011. Su éxito principal fue cambiar el discurso nacional y global sobre las inequidades sociales y la influencia del dinero en las elecciones. Su contraparte, el Tea Party, fue un catalizador del populismo de derechas opuesto a la reforma sanitaria del presidente Obama y a los avances culturales y por la equidad de su administración. El Tea Party tiene hoy en el presidente Trump su principal trofeo político contracultural.
Movimientos trascendentales. Sus objetivos son específicos y sus estrategias a largo plazo menos claras, pero su trascendencia y legado políticos pueden ser transformadores de las estructuras políticas para bien o para mal. Es el caso de la Primavera Árabe de 2011, que desencadenó una serie de protestas ciudadanas por un cambio hacia la democracia y la apertura política. El descontento con regímenes autoritarios en Túnez, Egipto, Yemen y Libia provocaron el derrocamiento de sus líderes sempiternos. Similares manifestaciones en Siria y Bahréin no dieron los frutos esperados, siendo Siria el caso de mayores fisuras en los últimos siete años. Ninguno de estos países ha logrado la estabilidad luego del vacío de poder reocupado por facciones de tipo militar-religioso-fundamentalista.
En este renglón situaría yo también a #RenunciaYa/#JusticiaYa en Guatemala, movimiento de significativa trascendencia sobre todo al apoyar el derrocamiento de un gobierno corrupto y proseguir un papel diligente y sistemático en la lucha contra la corrupción desde 2015 por medio de la promoción de reformas a leyes y a sistemas de elección y de gobernanza, aunque con claroscuros por la inestabilidad política creada por el gobierno de Jimmy Morales. Otros movimientos de repercusión internacional como la Marcha de las Mujeres, #MeToo, Black Lives Matter o la Marcha por Nuestras Vidas cabrían también en esta categoría.
Movimientos transformadores. Los objetivos y las estrategias están mejor delineados. Cuentan con un claro planteamiento de no solo tomar las calles, sino también de crear bases autónomas para gobernar y transformar lo político. Aquí, el movimiento 15-M español logró que la indignación surgida entre los ciudadanos españoles por el desencanto con el bipartidismo y con la corrupción de los partidos tradicionales se canalizara en varios proyectos políticos y electorales, con Podemos como uno de los más visibles y exitosos desde 2014 hasta la fecha.
Movimientos inacabados. Los objetivos se han ido trazando sobre la marcha o adaptados a los momentos coyunturales con una dimensión electoral o de cambios institucionales. Luego de las jornadas cívicas del 2015 en Guatemala, varios sectores de jóvenes, de clases medias y profesionales han estado activos tratando de crear un nuevo partido político (Movimiento Semilla), a la vez que han surgido nuevos núcleos o redes de empresarios comprometidos en la lucha contra la corrupción (Frente contra la Corrupción, La Cantina) sin renunciar a su calidad de operadores políticos del statu quo. No descarto al Codeca, que también continúa su larga marcha hacia el reconocimiento y la refundación de un Estado pluricultural.
Me parece que de la articulación y la participación crítica de estos nuevos actores y redes sociales —con distintos matices según el contexto social y político— dependen el rescate de la democracia y el redelineamiento de nuevos modelos de Estado y de gobernabilidad.
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