De acuerdo con el diccionario, corrupción significa: «deterioro de valores» y «en las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización indebida o ilícita de las funciones de aquellas en provecho de sus gestores». Una tercera acepción ha quedado en desuso, aunque en realidad es la mejor definición: «diarrea o descomposición».
Y es que la corrupción es un lastre que entorpece variedad de procesos en los distintos ámbitos del ejercicio humano. En nuestro país abundan las referencias, ya que su impacto ha perjudicado al deporte, la política, la academia, las artes y demás instancias en las que hombres y mujeres entran en relaciones de incidencia.
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Por circunstancias propias de la administración pública, la fiscalización estructural o social se enfoca más en esta, de manera que las acciones corruptas en las esferas privadas o en los organismos internacionales no se visibilizan en la misma dimensión. Un ejemplo es el Índice de la Corrupción (IPC) elaborado por Transparencia Internacional (TI).
La herramienta anualmente mide a 180 países sobre una base de 100 puntos en la que esta cifra es la mejor calificación. Guatemala ocupa el lugar 150 con 25 puntos que lo colocan entre los «farolillos rojos» del mundo y en el quinto peldaño de los peor evaluados del continente, apenas arriba de Honduras, Haití (nuestro eterno acompañante cuando de déficits se trata), Nicaragua y Venezuela.
Según TI, para determinar el IPC 2021 de Guatemala se emplearon diversos instrumentos, entre ellos el Índice de Transformación de Bertelsmann, que se apoya en la calidad de la democracia, la economía de mercado y el manejo de la política. En palabras más claras, es la medición de cómo están el desarrollo y la gobernanza en los países en desarrollo y transición (por cierto, llevamos décadas en ese túnel sin ver luz por ningún lado). También incluye al Índice de Democracia de The Economist y a calificadores de riesgo.
Ahora bien, como por momentos los análisis se quedan en abstracto mientras que los efectos de la corrupción se sienten en la concreta desigualdad que golpea a Guatemala, es oportuno subrayar que el «deterioro de valores y la utilización indebida o ilícita de las funciones» ocurre en un amplio espacio. Por supuesto, a la cabeza figura la gama de malos manejos y el enriquecimiento de las y los corruptos que participan del saqueo del erario.
El racismo, la injusticia social y el tráfico de influencias son parte de la corrupción porque al amparo de ellos se excluye y abusa para apropiarse de recursos o explotar a seres humanos que no encuentran auxilio en espacios donde sus responsables deberían desempeñarse con ecuanimidad, situación en la que los actores no se limitan, necesariamente, al sector público. Lo «políticamente correcto», tan llevado y traído, pero a veces con un ejercicio cual remedio peor que la enfermedad, también puede ser un motor de corrupción por su visión miope.
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Una postal de actualidad la plasma Juan Alberto Fuentes Knight en su artículo titulado «Vergonzoso», en el que apunta: «La negociación opaca de un pacto colectivo y el fracaso de un intento que buscaba mejorar la formación de maestros con el apoyo de la Universidad de San Carlos (Usac), junto con la prolongada suspensión de clases por el COVID, están deteriorando aún más nuestro vergonzoso sistema educativo».
Fuentes Knight menciona en elPeriódico que la COVID-19 ha dañado a la educación. Al citar datos del Banco Mundial, Unicef y Unesco, señala: «La suspensión escolar, que ya lleva 80 semanas en nuestro país, está magnificando el ya vergonzoso estado de la educación guatemalteca». Él se centra en la primaria pública; sin embargo, la media y la superior, estatal o privada, difícilmente ofrecen una imagen contraria. Y, en ese sentido, ¿será corrupción que al inicio se clamaba por las clases virtuales porque los mentores no estaban vacunados, después porque solo tenían una dosis, luego porque solo tenían dos, y, ya con el refuerzo, porque los picos? La verdad, «mucho ruido y pocas nueces», pues en la cola de la vacunación han estado entre los grupos de primera línea.
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