Chile volvió a ser noticia esta semana debido a la histórica votación que habilita el proceso para modificar la Constitución de la República que ha estado vigente desde 1980. Esto ha sido celebrado como una gran apuesta por la refundación del Estado y de la sociedad chilena.
Para entender los alcances de tal proceso de consulta popular hay que decir que la Constitución actual es el último resabio institucional de la época del dictador Augusto Pinochet y que dicho código es considerado como la causa más profunda de muchas de las desigualdades que aquejan a la sociedad. Por ello, las perspectivas futuras de Chile apuntan a una época de cambios y de reacomodos institucionales que podrían modificar el panorama institucional vigente.
Las noticias del plebiscito en Chile se dan con apenas unos días de diferencia respecto a la confirmación oficial de la aplastante victoria en Bolivia del candidato del MAS, Luis Arce, muy significativa porque se considera el punto final de la crisis desatada en 2019 debido al intento del entonces presidente Evo Morales de postularse por cuarta ocasión a la presidencia de la república, el cual fue visto como una forma de perpetuarse en el poder aun en contra de las prohibiciones constitucionales y de los deseos de la ciudadanía expresados en la consulta popular del 2016, cuando el 51.30 % de los ciudadanos votaron en contra de dicha posibilidad.
Las victorias en Bolivia y en Chile se producen luego de crisis políticas muy agudas: en Bolivia, la renuncia del presidente Morales permitió que gobernara la oposición al MAS durante casi un año y que esto fuera aprovechado para intentar derrotar a dicho partido en las elecciones pasadas. En Chile, por su parte, el plebiscito es el resultado de muchos años de protestas estudiantiles que empezaron en abril de 2006, pero que han tenido un espectacular resurgimiento desde abril de 2019, lo cual finalmente llevó a la decisión del Parlamento chileno del 19 de diciembre de 2019 de aprobar el plebiscito que se celebró este pasado domingo.
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Ambos casos, el de Bolivia y el de Chile, representan la forma en que dos sociedades distintas trabajaron de manera conjunta y en el marco de la legalidad institucional para resolver las graves tensiones que albergaban sus respectivas sociedades. Son el ejemplo de cómo desde la negociación y el consenso se puede transitar de la polarización y la violencia a la convivencia pacífica y la democracia.
El camino de ambas sociedades, por supuesto, no es para nada sencillo. Las divisiones siguen vigentes, pero, habiendo hablado la voluntad popular, el mensaje ha sido contundente y claro: se apuesta, en el caso de Bolivia, por una continuidad del proyecto político, mientras que en Chile el mensaje es la apuesta por el cambio. Ahora depende de la oposición boliviana y del Gobierno chileno leer el mensaje y adaptarse a las circunstancias.
Los primeros signos parecen confirmar que tanto la oposición en Bolivia como el Gobierno chileno han asimilado adecuadamente el mensaje. El principal opositor del MAS, Carlos Meza, reconoció inmediatamente la victoria del contrario, mientras que el actual presidente de Chile, Sebastián Piñera, reconoció el cambio con estas palabras: «Hasta ahora, la Constitución nos ha dividido. A partir de hoy, todos debemos colaborar para que la nueva Constitución sea el gran marco de unidad, de estabilidad y de futuro».
Chile y Bolivia, por lo tanto, son dos ejemplos luminosos que deben alentarnos en Guatemala debido al ejemplo de civismo y de democracia que nos han legado. Son la demostración concreta de que, cuando las sociedades trabajan por resolver sus diferencias, pueden encontrar formas de resolver sus problemas. Y el primer paso para ello es escuchar las voces de los actores disidentes que sienten que algo anda mal, de manera que se encuentre un camino para implementar reformas de mayor alcance, que nos permitan reconocernos como miembros de una gran nación: aquella que está destinada a volar más alto «que el cóndor y el águila real».
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