Primero, presencié desde la distancia el desalentador desarrollo y desenlace de la primera vuelta de las elecciones generales de Guatemala, en la que solo 735 almas, o 1.15 % de los guatemaltecos habilitados para votar en el extranjero, ejercieron ese derecho. Ahora vuelco la mirada a la campaña preelectoral para las presidenciales del año entrante en Estados Unidos, en las que esperamos que miles de guatemaltecos, naturalizados o estadounidenses de origen guatemalteco, participen de lleno en las primarias y luego en las elecciones de noviembre de 2020.
Porque al final de cuentas el tema migratorio y la región centroamericana se encuentran ahora más que nunca en el ojo del huracán de la precampaña electoral. Lo que decidan los estadounidenses de origen centroamericano en el transcurso de los próximos 17 meses es de vital importancia para el futuro de las relaciones entre este país, la región centroamericana y su población más necesitada.
Si hace tres décadas Centroamérica era tema prioritario en Washington debido al supuesto avance del comunismo, lo cual derivó en una injerencia permanente en la región para apoyar regímenes militares sangrientos cuyos efectos han causado en gran medida el éxodo de millares hacia tierras estadounidenses, hoy la diminuta región vuelve a figurar cotidianamente en la palestra pública. Y, para variar, no por logros o avances, sino porque el Triángulo Norte es catalogado como una región fallida que expulsa a millares de sus conciudadanos sin que el fenómeno dé señas de que se detendrá en el mediano plazo.
Los temas son cómo contener la crisis humanitaria en las fronteras, qué clase de ajustes se le deben hacer a la Ley de Asilo para acelerar la resolución de peticiones en puertos de entrada y qué tipo de reforma migratoria se requiere frente a una economía global cada vez más interdependiente y un mundo amenazado por el cambio climático.
Por ahora, primero se trata de determinar quién de los más de 20 candidatos habrá de competir contra un presidente aislacionista y xenófobo cuya arma principal es descalificar, humillar, hostigar, mentir y emitir encendidos despropósitos en Twitter ante su incapacidad de elaborar coherentemente políticas de gobierno que favorezcan a la mayoría, y no solo a su pequeño círculo de familiares, socios comerciales y burócratas cercanos.
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¿Quién de este grupo avanzará hacia las primarias, a efectuarse a partir de febrero de 2020? Los dos primeros debates auspiciados la semana pasada por la cadena NBC, asociada por primera vez con Telemundo para el público de habla hispana, mostraron el amplio abanico de opciones en el que los precandidatos hicieron su debut y trataron de presentar su visión y mensaje de campaña.
Parece haber consenso en que, además de los tres contendientes veteranos más reconocidos —el exvicepresidente Joe Biden, el senador Bernie Sanders y la senadora Elizabeth Warren—, se posicionaron muy bien el exsecretario del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, Julián Castro; la senadora por el estado donde vivo, la centrista Amy Klobuchar, y la senadora por California, Kamala Harris. Asimismo, destacaron el senador Cory Booker, el excongresista Beto O’Rourke y los alcaldes Pete Buttigieg, de South Bend, Indiana, y Bill de Blasio, de Nueva York.
De este grupo, el único que desde el inicio de su campaña ha planteado el tema migratorio es Julián Castro. Apenas conocido antes del primer debate la semana pasada, luego de cuestionar a O’Rourke sobre su oposición a descriminalizar la llegada de inmigrantes indocumentados, una encuesta le otorgó 47 % de opiniones favorables.
Castro es el único en su partido que se atreve a plantear reformas migratorias serias. Es la voz de los inmigrantes, que es decir la clase trabajadora, al posicionar en la agenda un tema que el establishment demócrata ha obviado para no alienar a sus bases moderadas frente a un tema controversial. No necesita expresarse en castellano para mostrar dónde están su corazón y su convicción en este y en otros temas tan importantes para la población latina. Algunos vaticinan una mancuerna con Warren.
Es muy temprano para decir quién será el ungido demócrata. Pero, de tomarse en serio su Plan Marshall del Siglo XXI para Centroamérica, como promete, Castro estaría saneando parte de esa tendinitis que por generaciones ha lesionado gravemente los intereses estadounidenses y los de sus vecinos al sur del río Grande.
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