Había temas de suspenso, como los intentos del hoy expresidente de los Estados Unidos de Norteamérica de revertir su derrota electoral.
Entre los temas internos, pensé en la promesa del presidente Alejandro Giammattei de depurar su gabinete y de racionalizar el presupuesto general 2021. Estaba la persistencia de la covid-19 y no había señales de que los temas dominantes iban a ser otros.
El año nos trajo sorpresas inesperadas. ¿Quién podría haber previsto que el señor Trump daría un fatal paso en falso el 6 de enero al azuzar a sus seguidores extremistas a una toma violenta del edificio del Capitolio?
En Guatemala, las cosas no han resultado menos sorpresivas. Cuando era evidente el renacer de las plazas de todo el país, el presidente decidió ganar tiempo y buscarse una tregua. En una corta e improvisada cadena nacional nos hizo pensar que estaba escuchando y que deseaba enmendar su camino. Apareció junto al vicepresidente y ofreció evaluar a todo su gabinete para anunciar cambios en enero. El clamor de la plaza era la destitución de por lo menos los mandos superiores en los ministerios de Gobernación, Desarrollo, Comunicaciones y Finanzas. Giammattei también hizo creer que el vicepresidente, tan democráticamente elegido como él, podría finalmente asumir sus compromisos constitucionales sin obstrucción y con su apoyo.
Sucia jugada la de Giammattei al confirmar a todo el gabinete. O nos engañó deshonestamente o lo desconvencieron en el camino. En el primer caso estaría demostrando la esencia de su himno personal a lo Frank Sinatra: My Way (A mi manera). En el segundo habría dado una demostración definitiva e inequívoca de que no es él quien manda en este gobierno.
Falta ver si el presidente consiguió desactivar el descontento en las plazas, porque con sus acciones demostró que sí lo incomodan las manifestaciones populares.
En otro acontecimiento no previsto, un número no confirmado de emigrantes en tránsito (distintas fuentes lo estiman entre cinco mil y nueve mil) partió desde Honduras con destino a los Estados Unidos. Más adelante se les unieron personas de El Salvador.
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Las imágenes en los medios de comunicación muestran a hombres, mujeres y niños de todas las edades. El drama no ha terminado y Guatemala —o mejor dicho su policía y su ejército, ambos bajo las órdenes de Giammattei— ha demostrado que repartir garrotazos a población indefensa le resulta mucho más cómodo que el uso inteligente de la diplomacia y el respeto de los derechos humanos y de los acuerdos centroamericanos de libre tránsito de personas.
A los emigrantes en tránsito les pido perdón en nombre de esta patria que comparte con ellos la expulsión forzada del terruño amado hacia las incertidumbres, peligros y penurias del incierto tránsito hacia un país que hoy los desprecia. La insensibilidad y la brutalidad de nuestros Gobiernos y la falta de empatía de algunas personas no nos representan. Conocemos en patria propia las razones subyacentes de su obligado peregrinaje. Quisiéramos que no tuvieran que irse, que su propio país les diera una oportunidad de salir adelante gracias a su trabajo duro y emprendimiento.
Sigue el tema del repunte de la covid-19. No bajemos la guardia. No abandonemos las medidas de protección propia y del prójimo. Sabemos qué hacer y estamos aprendiendo por las malas que el sistema de salud no puede responder a las necesidades. No más pérdida de vidas, de empleos, de oportunidades de emprendimiento y de salud. Hagamos cuanto esté a nuestro alcance para detener la tragedia.
Para finalizar hoy, está el tema del infame incremento de la desnutrición infantil crónica y aguda y la criminal indiferencia de la alianza narco-político-empresarial que controla a los tres organismos del Estado y depreda escandalosamente el patrimonio público.
Pienso que febrero viene lleno de sorpresas. Recordemos que, a pesar de todos los distractores y disuasores que lanzarán en nuestro camino, lo que queremos es un país donde se respete el Estado de derecho y donde la impunidad no se ría guasonamente de nosotros y de nuestros anhelos de una sociedad inclusiva que fabrique oportunidades, y no desaliento.
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