La dinámica política y su incidencia en los motores del Estado a veces traen sinsabores y experiencias agridulces, tanto a los y las protagonistas como a quienes son blanco de ella. Por supuesto, hay casos en los que, aparentemente, todo es miel sobre hojuelas, pero en nuestro país de un tiempo a esta parte se viene suscitando aquello de que la vida es un gallinero.
En ese sentido, y a propósito de comunicación, el uso de esta herramienta puede significar una fortaleza o una debilidad frente a circunstancias adversas. Por ejemplo, el vicepresidente Guillermo Castillo Reyes ha manejado de forma errónea el enfrentamiento que mantiene con el mandatario Alejandro Giammattei Falla. Y es que el ya solo formalmente número dos del Organismo Ejecutivo se ha limitado a transmitir quejas y penas, sin proyectar firmeza ni poder.
Cuando el vicegobernante optó por deslindarse de su par y no tuvo necesidad de cuidar el qué dirán, con sus limones en mano se vio como el 5-0 con que Comunicaciones mandó a la lona a Santa Lucía Cotzumalguapa en la final del futbol local. Sin embargo, como carece de punch comunicacional, se fue desinflando hasta quedar marginado y sin posibilidad de trascender, pues proyectó indecisión.
Muy diferente es la situación del exsuperintendente de Administración Tributaria Juan Francisco Solórzano Foppa, cuya captura y traslado a prisión preventiva le ha propiciado elevar sus réditos políticos a pesar del complicado momento que atraviesa. Y es que el extitular de la SAT y potencial candidato a un cargo de elección popular en los comicios de 2023 supo qué y cómo comunicar desde que se vio rodeado y luego flanqueado por los policías que ejecutaron la orden de aprehensión.
Solórzano Foppa recogió la fruta ácida y preparó una limonada que en semana y media motivó la reacción solidaria en esferas propias, extrañas y ajenas y que le ha permitido afrontar los riesgos del encarcelamiento y amortiguar los ataques que desde las redes impulsan quienes lo malquieren. El recurso de la comunicación de él ha sido, entonces, certero y oportuno, por lo que, al margen de lo que surja del proceso judicial, se vislumbra un crecimiento positivo de su imagen.
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Distinto es el panorama de alguien que transita en la órbita del exfuncionario: la ex fiscal general Thelma Aldana. La limonada de ella sabe insípida, tal vez porque no se elabora con fruta chapina. Ella encaminó bien sus pasos iniciales, pero con el correr de los meses ha centrado sus movimientos en las redes sociales, las que unos ven como la panacea, pero que no dan para que una campaña política se desarrolle a control remoto. Como su comunicación no sale del mundo virtual, sus apariciones causan mucho ruido y pocas nueces.
Otro personaje que cosecha limones es el presidente. A él le caen por sus actos y por los de sus colaboradores o aliados, pero no logra endulzar la bebida por su propensión a descontrolarse, con lo cual, en lugar de comunicar con eficacia, reproduce aquella escena de los hogares de antaño cuando se echaba a perder el batido de huevo si quien blandía el tenedor se enojaba.
Ahora que en materia de comunicación a menudo se habla de moverse entre la resiliencia y la disrupción, es importante que quienes se desenvuelven en el cuadrilátero de la política sepan que afrontan a agentes perturbadores, por lo que en un momento deben recuperar lo cedido o romper e interrumpir con fuerza lo que los detiene e impide caminar hacia su norte.
Respecto de ese punto cardinal, la visita que el 7 y 8 de junio hará la vicemandataria estadounidense, Kamala Harris, sin duda tendrá limones disponibles, para ella y sus interlocutores. Lo anterior, porque el tema de la migración ha alcanzado un pico altísimo en el historial de la detención de indocumentados. Pero, además, seguramente habrá alusiones a tópicos de la convulsa agenda económica, política, social, de seguridad y judicial en Guatemala y en el denominado Triángulo Norte.
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