Desde la tarde las redes sociales estaban frenéticas con el caso de la señora Aldana. Celebraciones y lamentos. Ataques y contraataques. Junto a eso, personas decepcionadas preguntándose por quién votar ahora. Muchas personas confirmaban su voluntad de lucha contra la corrupción y el secuestro del Estado, pero enfrentan ahora una disyuntiva: ¿votar o no votar?
Circulaba una lista de candidaturas que se comprometieron con claridad a retomar el trabajo de la Cicig y de la FECI. Las personas en la lista son relativamente desconocidas.
El voto anticorrupción parece destinado a diluirse entre varios partidos. Entre las personas decepcionadas también surgió la idea de no votar o de votar nulo. Al parecer, la moral cívica sufrió un serio golpe con la salida del Movimiento Semilla.
Sin abrir un debate sobre el voto como derecho, pero también como obligación, acordemos que es un tema de conciencia y que la ley no nos castiga si decidimos no ejercer nuestro derecho a elegir.
A quienes están en la disyuntiva apuntada les propongo analizar un poco el escenario desde el punto de vista matemático, no ideológico.
Cada contendiente tiene una base de voto duro, es decir, personas que van a votar por un partido o candidato sin ponerse a pensar en la idoneidad de estos ni en la calidad de su propuesta. Algo así como los rojos y los cremas. O los hinchas del Barcelona y del Real Madrid. Están con sus equipos ganen o pierdan.
Ningún partido tiene voto duro suficiente para ganar en una primera vuelta. Pero, ¡cuidado! En realidad sí hay una manera de ganar con pocos votos. Es como viajar en autobús: si va lleno, nos puede tocar ir de pie y el trayecto puede ser largo. Con menos pasajeros es más confortable. Y si nos tocara un asiento vacío, hasta podemos darnos el lujo de ocuparlo por completo y tomar una siestecita.
[frasepzp1]
Ahora, a lo prometido: las matemáticas. Hagamos algunas suposiciones prácticas, empezando por decir que en el país pueden votar 100 personas. El partido A tiene 22 votos duros, el B 16, el C 12 y el D 8. Luego vienen varios partidos con pocos votos, por lo que no tienen posibilidades de disputar la victoria. Según la ley, ¿con cuántos votos se ganaría en la primera vuelta? La respuesta es 51, por tratarse de la mitad más uno.
Ningún partido parece tener oportunidades de obtener los 51 votos.
Ahora suponga que 20 personas deciden no votar (y votan 80). Como la mayoría matemática es la mitad más uno de los votos válidos, ahora se ganaría en primera vuelta con solamente 41 votos.
Pero sucede que hay 30 votos nulos. Como se sabe, los votos nulos no se computan como válidos, así que con 80 votantes tenemos solamente 50 votos válidos. Ahora se gana con la mitad más uno (26). Resulta que, sin sudar mucho la camiseta, el partido con 22 votos duros necesita solamente cuatro más para ganar en primera vuelta.
Vea la paradoja: al final del día, quienes no fueron a votar y quienes anularon su voto resultaron ser quienes dejaron al puntero a solo cuatro votos de la victoria. Es decir, su comportamiento electoral resultó más importante que el de todos los demás, que sí fueron a votar por algún partido. ¿Se comprende?
Además, resulta que hay cinco papeletas: Parlamento Centroamericano, alcaldía, presidente, diputados por listado nacional y diputados distritales. Si vota nulo o no vota, habrá facilitado el triunfo del partido A en cinco disputas electorales.
Si los votos nulos alcanzan la mayoría de mitad más uno, pueden causar que se repita la elección, pero no que le cambien candidatos. En la práctica no se gana nada, pues al partido le importa ganar, sea con 26 o con 51.
Claro, es nuestro derecho ciudadano votar nulo o no votar, pero antes debemos conocer las consecuencias de tal decisión.
Continuaremos en el siguiente artículo.
Más de este autor