La capacidad de anticipar lo que sucederá (o lo que tiene una alta probabilidad de suceder) es muy reconocida en las madres. Si le dicen al niño o a la niña «bajate de ahí, que te vas a caer», o «no te acerqués al fuego porque te vas a quemar», la niña o el niño se caerá o se llevará un chamuscón si no obedece. No hay sentidos paranormales, simplemente un buen análisis de acción y reacción.
Con este marco, comparto algunas cosas muy previsibles con relación a la covid-19.
Para las familias golpeadas por la enfermedad que acudan a los hospitales privados, se prevén serias dificultades económicas. Para la clase media será difícil hacer frente a los incontrolados cobros sin tener que desprenderse de ahorros y de bienes inmuebles, pues el valor de las deudas superará su capacidad de endeudamiento fiduciario. Guatemala es como una dictadura fascista en cuanto a costo de servicios médicos y de medicamentos, y ningún gobierno ha siquiera levantado una ceja para atacar el problema.
Para las clases menos favorecidas, las crisis de empleo e ingresos, así como la sanitaria, significan que habrá endeudamiento. Y como el crédito blando tiene el corazón muy duro, es de esperar una bonanza de los prestamistas colombianos y de su enemigo natural: los agiotistas y las casas de empeño.
Con el cierre de muchos negocios pequeños y medianos serán pocos quienes tengan la capacidad de resurgir vigorosamente. La informalidad va a aumentar, los salarios nominales van a caer y la brecha entre el salario mínimo oficial y el que en realidad se paga en muchos sectores será aún mayor. En el sector formal también habrá disminución o congelamiento de sueldos.
Aquellos con capacidad de compra devorarán a quienes tengan que vender desesperadamente bienes inmuebles. Los bancos podrían tener un superávit de activos extraordinarios por ejecución judicial de hipotecas impagas.
Las personas que dependan del ingreso por alquileres de casas y locales comerciales (muchos jubilados están en esta situación) verán una disminución de sus ingresos porque el mercado estará deprimido. Si se preveían aumentos de renta, no se producirán. También bajarán los precios. Habrá locales vacíos en todas partes. Los intereses por inversiones a plazo fijo también disminuirán.
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Aumentarán la morbilidad y la mortalidad por enfermedades no tratadas durante la emergencia pandémica. Hay decenas de miles de personas que no se arriesgan a ir a los hospitales por temor a contagiarse. Entre tanto, han suspendido tratamientos y diagnósticos a la espera de menores riesgos. Las enfermedades progresan y los cuadros se complican.
Crecerá la malnutrición (incluida la obesidad) y otras enfermedades asociadas a una dieta inadecuada. Esto se debe al sedentarismo y, en grupos sociales con capacidad económica, al alto consumo de comida chatarra.
Los grupos con multimillonarios ingresos por extorsión se reacomodarán y ampliarán sus métodos y modalidades criminales.
La caída de los ingresos por remesas continuará, cuando menos, estancada. La emigración hacia los Estados Unidos y Europa también se estancará, con impacto en el consumo interno.
Florecerán el contrabando de bienes de consumo diario y el lavado de dinero.
Personas de todas las edades quedarán atrapadas en adicciones a teléfonos celulares, tabletas y otros dispositivos que los hacen desaparecer en vida. La falta de disciplina en el uso de esos dispositivos se ve favorecida por la necesidad o el deseo de que las personitas no molesten, no hagan ruido, dejen trabajar o simplemente no alteren los nervios de los adultos estresados.
¿Algo bueno? Veo un potencial retorno a las medicinas naturales. Esto sucede por precio y por comprobada eficacia en asuntos como el fortalecimiento del sistema inmunológico o el tratamiento de problemas de las vías respiratorias. Este es un mercado con potencial siempre que no resultemos comprando plantas deshidratadas y molidas a precio de fármaco con cientos de millones de dólares invertidos en investigación científica rigurosa.
No causa ningún gusto hacer estas predicciones. Duele hacerlo, pero es lo que se vislumbra para los meses próximos. Hay acciones de mitigación al nivel personal, de hogar, de comunidad y de políticas públicas. El asunto es comenzar ahora.
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