El día que usted salió del país mataron al doctor Carlos Mejía, médico jefe del Departamento de Medicina Interna del Hospital Roosevelt, infectólogo reconocido internacionalmente, maestro formador y un humanista como pocos en nuestro territorio. Todo un crimen de lesa academia que ameritaba una postura firme de la Presidencia de la República.
De acuerdo a lo noticiado, el Gobierno se pronunció a través del Ministerio de Salud. Sin embargo, todo apunta a una acertada intervención de la señora ministra Lucrecia Hernández Mack y de su equipo de trabajo. También el presidente en funciones, doctor Jafeth Cabrera, dijo que «la orden del Ejecutivo es de investigación inmediata» y encomió la personalidad del occiso.
Sin perjuicio de tales actitudes (las cuales se reconocen y agradecen), el caso ameritaba cuando menos la declaración de tres días de duelo nacional. Sí, ya sé. Posiblemente no haya un protocolo que contemple la adopción de tal medida para honrar a un médico martirizado, pero ¿acaso no tiene usted la autoridad suficiente como para tomar una decisión de tal naturaleza?
Hace tres días un ciudadano de a pie me compartió su sentir en estos términos: «Ya me imagino si el fallecido hubiese sido un diputado de la bancada oficial. Luto, banderas a media asta, discursos, rasgar de vestiduras, plañideras y todo un boato acompañado del respectivo despilfarro». Una sonrisa repleta de menosprecio se ha de haber dibujado en mi rostro porque de inmediato recordé que, al inicio del presente año, 12 diputados de dicho bloque estaban enfrentando un antejuicio.
Señor presidente, de verdad, ¿usted qué opina de la situación que estamos viviendo? Le cuento que el viernes recordé a su persona. Vi una fotografía de aquellos letreros instalados en los cruces de las líneas férreas que dicen: «Alto, pare, mire, oiga». Y pensé: «¿Existirá la posibilidad de que Jimmy Morales pueda hacer semejante ejercicio: un alto para respirar, detenerse para meditar, mirar a fin de discernir y oír para mejor decidir?».
Ahora cuéntenos (es lenguaje coloquial, sé que no lo hará) cómo lo recibieron en Ecuador. Seguro habrá saludado a Lenin Moreno y a Rafael Correa. ¿Se alegraron de verlo y de estrechar su mano? Le cuento que al señor Donald Trump no le fue muy bien con el papa Francisco. El rostro del pontífice lucía desencajado. Muy diferente fue durante la visita de Barack Obama. En esa ocasión el papa rebosaba de felicidad. Se lo pregunto porque sabemos que en breve usted hará otro viaje. Según dice la Cancillería, durante la primera quincena de junio visitará Estados Unidos y Francia. En París será recibido por Emmanuel Macron. Y, en orden a dichos viajes, quizá sea conveniente hacer el ejercicio de alto, pare, mire, oiga. Recuerde: usted es nuestro presidente.
Para finalizar, quiero contarle que luego de observar el letrero de prevención de las cruzadillas de líneas férreas tuve una especie de déjà vu. Alguien me habló de los proverbios antitéticos en la versión bíblica de Reyna Valera. Le confieso que nunca había oído semejante término: proverbios antitéticos. La persona me mostró uno. Se trataba de Proverbios 28, 1. Textualmente dice el primer verso: «Huye el impío sin que nadie lo persiga». Me pareció algo ya visto, ya oído o ya vivido. Busqué y rebusqué en mi memoria y recordé los viajes de Otto Pérez Molina antes de que lo defenestraran.
Señor presidente, en Estados Unidos y en Francia el doctor Carlos Mejía era muy reconocido. Valdría la pena que Jafeth Cabrera le hablara de él, de su formación, de los años dedicados al estudio y al servicio de la vida. Dicho saber podría serle de utilidad.
En el entretanto, buen viaje tenga usted, señor presidente. Nosotros, los guatemaltecos de a pie, seguimos en la ventolera.
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