Puede ser que un grupo de eventos sociales sea observado a la luz de la misma fuerza. No está de moda ser moderado. En general, los llamados a efectuar cambios de manera moderada (o sea, pensada, ordenada y sustentada en materia política, económica o social) no son bien recibidos en medios de comunicación o en redes sociales. Lo de moda en esta materia es lo extremo: mantener el estado de cosas con una defensa a ultranza del sistema y en una negación absoluta de la trágica realidad o, por el ...
Puede ser que un grupo de eventos sociales sea observado a la luz de la misma fuerza. No está de moda ser moderado. En general, los llamados a efectuar cambios de manera moderada (o sea, pensada, ordenada y sustentada en materia política, económica o social) no son bien recibidos en medios de comunicación o en redes sociales. Lo de moda en esta materia es lo extremo: mantener el estado de cosas con una defensa a ultranza del sistema y en una negación absoluta de la trágica realidad o, por el contrario, pedir la disolución del mismo sistema sin tener lista la propuesta de sustitución en forma y contenido.
No se puede negar que la indignación ante el estado de las cosas es justificada y que esto lleva a manifestar asco y rechazo por los llamados a acciones moderadas, pero también hay que considerar que sostener posiciones extremas, que no permiten abrir espacios de diálogo y acción social, solo favorece a quienes pretenden mantener el statu quo, pues les da la oportunidad de deslegitimar, aunque sea con argumentos espurios, el más justo y deseable de los planteamientos.
Quizá hay que revisar el término moderación y su aplicación. Si moderadas deben ser las acciones, que ello se entienda en el sentido de que la solución que se provea debe ser extrema para resolver problemas que se originan en las estructuras del modelo económico y social que rige a la sociedad. Pero el modelo es una construcción humana que debe ser edificada con la participación y el acuerdo del mayor número posible de ciudadanos. La metodología para construirlo también puede discutirse. No es muy amplia la gama de opciones. El tiempo se está agotando y la tentación de colocarse en los extremos es grande.
Los actores sociales asumen sus discursos. Se corren a los extremos como si una fuerza centrífuga los impulsara a alejarse antes de colisionar, pero no plantean propuestas claras de construcción de un nuevo modelo económico y social, de una refundación del Estado, de un nuevo orden de cosas y de acciones que las acompañen. Los tiempos actuales nos muestran que hay que cambiar, pero hay que discutir y decidir cómo y de qué manera. Los liderazgos comprometidos y serios se necesitan más que nunca y no se ven aparecer ni en el esquema tradicional y vencido de los partidos políticos ni en la masa iracunda de las redes.
Hay que apagar un momento la centrifugadora social. Hay que hacer una pausa para que floten las propuestas. Hay que ordenarlas y plantearlas para construir rápido el modelo y marcar la ruta de las próximas décadas.
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