Pensándolo un poco más, me parece que la desfachatez de Trump y lo que él representa no son exclusivos de los gringos. Algunas de las ideas más enérgicas de su pensamiento están fuertemente presentes en la sociedad guatemalteca: la discriminación, la exclusión, el racismo, el clasismo y el machismo.
Por ridículo y peligroso que el discurso de Trump pueda parecernos, no estaría lejos de pegar un discurso así en nuestro país. El señor es evidentemente un líder carismático y un caudillo p...
Pensándolo un poco más, me parece que la desfachatez de Trump y lo que él representa no son exclusivos de los gringos. Algunas de las ideas más enérgicas de su pensamiento están fuertemente presentes en la sociedad guatemalteca: la discriminación, la exclusión, el racismo, el clasismo y el machismo.
Por ridículo y peligroso que el discurso de Trump pueda parecernos, no estaría lejos de pegar un discurso así en nuestro país. El señor es evidentemente un líder carismático y un caudillo poco racional. Su discurso se conecta con las emociones y busca infundir miedos para robarles la autonomía a las personas. Ha dicho que él es «el candidato de la ley y el orden». Su discurso se inspira en la creación de escenarios de crisis y se pinta como el único salvador frente a estos.
En Guatemala, cada partido político tiene su propio caudillo, y hay uno brillante en la alcaldía capitalina. Además, el terror ha sido utilizado como un instrumento fundamental para controlar y reprimir a la población por décadas. Así lo ilustró Figueroa Ibarra en su libro El recurso del miedo: Estado y terror en Guatemala, en el cual ilustra el terror como una variante de la violencia política tradicional en el país.
El machismo de Trump también es muy chapín (de hecho, mundial). Para él, las mujeres son esos objetos decorativos que lo más alto a lo que pueden aspirar es a convertirse en Miss Universo. El racismo de Trump también es muy chapín. Lo que él hace contra los latinos y los musulmanes, nosotros lo hacemos contra los indígenas: estamos llenos de prejuicios y de estereotipos. En ambos casos, todo aquel que es diferente al grupo hegemónico es convertido en enemigo y hasta en terrorista.
Por otro lado, la idea de la construcción de un muro en la frontera es algo que muchos querrían en Guatemala para separarse de todos los shumos, indios y mucos. De hecho, esos muros ya están presentes en la arquitectura de la ciudad, en condominios y centros comerciales. Los mecanismos de exclusión y marginalización sobran en este país.
El candidato republicano cree que la violencia se combate con el aumento de fuerzas de seguridad y dándoles armas a los ciudadanos para mantener a sus familias seguras. Un discurso bastante acorde a la mano dura que tanto ha pegado en países como Guatemala y El Salvador, donde la tradición militar y represiva ha estado presente a la par de fuertes estructuras de crimen organizado. El pensamiento que Trump representa también cree que la empresa privada es la solución a todo, no muy distinto a lo que el Cacif y sus asociados viven repitiéndonos a cada rato.
«Ya no podemos darnos el lujo de ser políticamente correctos», dijo Trump en su discurso en la Convención Republicana. Ciertamente lo políticamente correcto es peligroso porque solo disfraza los pensamientos más oscuros que perviven en la sociedad. El racismo, el clasismo y el machismo son peligrosos. Un día se juntan con un fulano con poder, dinero e ínfulas de salvador, y lo peor del ser humano sale a relucir con orgullo. El estrellato de Trump tiene que ponernos a pensar sobre lo cerca que estamos como seres humanos de sacar lo peor de nosotros mismos y lo importante de trabajar a fondo las estructuras mentales medievales. Hay que apostarles a la construcción de comunidad y a la confianza, no sembrar la desconfianza y la separación para no parar destruyéndonos a nosotros mismos como sociedad.
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