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Un cerebro en fuga, pero con destino claro

Ese momento fue claro para mí: ser mujer talentosa y joven en lugar de ser una ventaja, iba a ser todo lo contrario.
Es exactamente por lo que debemos de luchar, juntas y no en contra, para formar nuevas generaciones de mujeres con alta autoestima, autosuficientes, independientes y exitosas.
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Un cerebro en fuga, pero con destino claro

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“… nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos…”, escribió Virginia Woolf, en 1929, en “Una habitación propia”, el ensayo en el que plantea la necesidad de que las mujeres tengan un espacio propio para crear, para hacer que se escuche su voz. En esta serie, Plaza Pública reanuda la pregunta: ¿Cómo construyen su habitación propia las mujeres guatemaltecas? La bióloga Liseth Pérez explica cómo ha construido su carrera como científica.

Recuerdo perfectamente el 25 de julio de 2005. Yo, sentada en un avión de British Airways volando en  dirección a Braunschweig, Alemania; viajando a lo desconocido. Iba a realizar mis estudios doctorales y a hacer investigación por seis años. Sentía mucha presión y miedo, y un dolor profundo por haber dejado a mi familia y a mis amigos, pero ahora sé que partir fue la mejor decisión que pude  tomar.

Sabía bien que el cambio iba a ser grande, y sí, estaba muy asustada, pero me animaba el apoyo de mis padres que me insistieron que en el momento que sintiera que aquello no era para mí, o por cualquier otra razón, siempre podía regresar a Guatemala y buscar otro camino.

Aclaro, en ningún momento me he sentido la mejor de las guatemaltecas en la academia, sino todo lo contario: mi historia es muy parecida a la de otras mujeres científicas de este país, aunque somos aún pocas. De esto se trata y así se logra ser una científica en Guatemala:

Cuando miro  atrás y contemplo todo lo que he recorrido en mi vida, pienso que nunca imaginé haber logrado tanto en tan poco tiempo ni, mucho menos, en un ambiente laboral que normalmente es dominado por los hombres.

Uno de mis primeros sueños académicos fue estudiar Biología en la Universidad del Valle de Guatemala lo cual, luego de graduarme de bachillerato, logré. Durante mis estudios de licenciatura soñé con estudiar en el extranjero, específicamente en los Estados Unidos, una maestría en ecología tropical enfocada en ecosistemas acuáticos, pero por más  intentos desesperados aplicando a becas, no alcancé.

Pero la vida me premió con algo más grande que nunca había imaginado, un doctorado en Alemania, que me permitió estudiar la evolución de miles de años de un ecosistema acuático en mi país, Guatemala, en el lago Petén Itzá. Luego de concluir el doctorado, soñé continuar con la investigación y con regresar a Latinoamérica para seguir trabajando en ecosistemas acuáticos, y fui invitada a realizar un posdoc en el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde actualmente poseo una plaza como Investigadora Asociada C.

La vida me ha premiado demasiado, y esto se ha vuelto una gran responsabilidad que me ha motivado a devolver, de alguna manera, lo que se me ha concedido. Por eso intento formar y motivar a  jóvenes investigadoras latinas.

Lo más importante en esta vida es nunca dejar de soñar y luchar para que los sueños se hagan realidad, y si la vida no le concede a uno exactamente lo deseado, hay que agradecer lo obtenido, moldearlo y aprender a disfrutarlo al máximo.

Soy una feliz madre, pareja, amiga, hija, hermana, e investigadora exitosa. ¿Cómo se logra esto? Creo haber encontrado algunas respuestas.

¿Una buena educación es sinónimo de un futuro exitoso?

Muy pocos guatemaltecos y, aun menos  guatemaltecas, acuden a la universidad y concluyen  estudios de pregrado. De este grupo son muy pocas las afortunadas en recibir becas u otro tipo de financiamiento para continuar con estudios a nivel de posgrado en el extranjero. Este es el sueño de muchas estudiantes con interés en diferentes disciplinas científicas (biología, matemáticas, física, medicina, entre otras), debido a que en Guatemala no existen muchas opciones para hacer maestrías, doctorados y, mucho menos, posdoctorados, la mayor parte de estudiantes se dirigen a los Estados Unidos y España, y una minoría a países de Europa del norte como Alemania, Holanda, Suecia, etcétera.

Me siento tan afortunada de haber tenido la opción de salir de mi país en busca de crecer científicamente, a una de las potencias mundiales más fuertes, donde me adapté completamente a la cultura y vida científica y concluí mi tesis de doctorado con honores. Tal parece que siempre estuve en el lugar y tiempo correcto y he tomado hasta ahora nada más que las mejores decisiones. Tengo mucho que agradecerle a la vida.

Todos los logros alcanzados son resultado de dedicación, fortaleza, carácter, y perseverancia, así como del apoyo incondicional de toda la familia. Fui afortunada en tener una muy buena formación académica, la cual inició en el Colegio Montessori, luego 14 años en el Instituto Austriaco Guatemalteco (IAG), y finalizó en la Universidad del Valle de Guatemala (UVG).

Muchos podrán pensar que he llegado a donde estoy porque mis padres pudieron costear fácilmente mis estudios y que cualquiera que estudia en colegios y universidades privadas posee mejores oportunidades para la obtención de becas para el extranjero. Y sí, no se equivocan, este es el caso de la mayor parte de quienes estudian en el extranjero. Pero no fue el mío.

Tanto en el IAG como en la UVG, tuve becas por desempeño académico, y el doctorado en la Universidad Técnica de Braunschweig (TU-BS, 2005-2011) fue parcialmente financiado por un crédito estudiantil que me otorgó el FINABECE, SEGEPLAN y por mi trabajo como investigadora científica de medio tiempo para la TU-BS.

Nunca olvidaré las palabras de mi asesora de tesis de licenciatura, la doctora Margaret Dix, quien me dijo que muchos estudiantes que reciben becas completas no saben lo dichosos que son, desaprovechándolas, derrochando el dinero de la beca en fiestas o viajes, ya que no se están ganando este dinero con arduo trabajo, lo cual es triste, pero en muchos casos, cierto.

Yo tuve que impartir clases en la TU-BS, asistir en actividades de investigación, educación y, al mismo tiempo, realizar mis estudios doctorales. Esto reducía mi tiempo libre para descansos, para socializar, o para viajar. Para mí era difícil, porque siempre he sido un ser social y muy cercana a mi familia, y el tenerla muy lejos marcó mi vida, pero de cierta forma para bien.

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Muchos podrán pensar, entonces, que para ser exitosos hay que estudiar en un colegio y universidad privada como en mi caso. Pero no. He conocido otros guatemaltecos y latinos que han estudiado en escuelas públicas, en la capital, o en los departamentos o en pueblos y han logrado llegar al mismo lugar en donde yo me encuentro.

Lo que generalmente sí tenemos en común, los que hemos logrado un espacio en el mundo de la ciencia y la academia, es, primero, el deseo de ser mejores para que nuestra Guatemala salga adelante; y segundo, el apoyo incondicional de una familia, especialmente de las madres. Sí, los padres también juegan un papel fundamental en la familia, como en mi caso. Pero, existen otros investigadores que tuvieron un padre ausente, y fueron sólo sus madres quienes los apoyaron, haciendo hasta lo imposible por sus hijos.

¿Por qué existen más hombres que mujeres en la investigación en Guatemala y en el mundo?

Desde que me gradué de licenciatura en Biología en la UVG he trabajado analizando ecosistemas acuáticos en el norte de los Neotrópicos, en específico, me especializo en el estudio de los sedimentos lacustres. El interés inició durante mis estudios de licenciatura, recibiendo cursos y trabajando en proyectos de la doctora Dix, que incluyeron el estudio de insectos acuáticos en ríos, invertebrados en sistemas lacustres y marinos, así como el estudio del impacto de la Hydrilla y la fauna de peces en el Lago Izabal.

Pero fue luego de  observar por primera vez cómo geólogos de la Universidad de Florida extraían un núcleo de sedimento del fondo del Lago Petén Itzá, cuando supe que quería dedicar mi vida al estudio del paleoclima y paleoambiente tropical. Mediante el uso de equipos especiales se introduce un tubo de plástico en el fondo de los lagos, y se extrae lleno de sedimentos, lo que permite el estudio de todos los cambios ambientales y climáticos que han ocurrido en diferentes intervalos de tiempo en el pasado, cientos o miles de años.  Los lagos acumulan de una forma ordenada sedimentos en el fondo: son considerados una especie de libros históricos. Quedé fascinada al ver cómo un par de centímetros de sedimentos poseían información del cambio climático de hace cientos de años. Era impresionante la cantidad de análisis que podían realizarse en pocos gramos de sedimento que incluyen principalmente estudios biológicos y geoquímicos. Mi especialidad es el uso de ostrácodos, pequeños microcrustáceos (~3mm largo) como paleobioindicadores, ya que son altamente sensibles a cambios en la temperatura, conductividad y composición química del agua, así como a las cambios en los niveles del lago.

Un típico día de trabajo de campo, inicia en la madrugada para tener suficiente tiempo para dirigirse y encontrar el lago, inflar las lanchas, instalar todo el equipo en ésta —botellas para colectar agua, dragas para extraer sedimentos superficiales, nucleadores de gravedad para extraer las secuencias sedimentarias,… —. Una vez todo listo, lago adentro, se procede a la toma de muestras de agua y sedimentos, lo cual dependiendo de las características del lago (profundidad, área) y ambientales (viento, lluvia) puede durar un par de horas o todo el día. Al regresar a la base, que generalmente es un hotel cercano, se preservan las muestras con alcohol o formol, y se procede a filtrar todas las muestras de agua, lo que puede extenderse hasta media noche, quedando así muy poco tiempo para descansar. Normalmente, las salidas de campo incluyen varios lagos, ya que es mucha la logística y organización, por lo que se aprovecha para muestrear la mayor cantidad de lagos posibles.  Al regresar al laboratorio, se inician los estudios biológicos, incluyendo identificaciones de los especímenes, conteos, extracción, y geoquímicos, como análisis de la composición química del agua, y elementos de interés en los sedimentos.  Estos estudios pueden tardar desde meses hasta años, dependiendo de las preguntas y objetivos de investigación. Casi siempre el trabajo finaliza después de mucho tiempo, con la publicación en una revista especializada. Mi trabajo requiere de mucha dedicación y constancia, por lo que pocas mujeres han logrado realizarse como madres de familia.

Hay estudios europeos y estadounidenses que demuestran que las mujeres por su carácter y personalidad (perseverancia, dedicación, atención, y obediencia a seguir reglas) reciben mejores notas en exámenes, cursos, y pueden llegar a ser más exitosas que los hombres gracias a su constancia.

Esto es en un escenario ideal donde ambos sexos tienen las mismas oportunidades y reciben el mismo apoyo. Tristemente, este casi nunca es el caso, debido a las culturas machistas, especialmente en los países subdesarrollados de Latinoamérica.  Muy pocas veces se cree que las mujeres poseen potencial para ser líderes de empresas o, como en mi caso, de instituciones científicas, universidades o puestos claves en un Gobierno.

Existen muy pocos ejemplos que se puedan mencionar de mujeres líderes y modelos a seguir. Esto es un absurdo, cómo es posible no creer en este potencial, si son generalmente las madres, abuelas o hermanas en todo el mundo, las que han sacado adelante familias numerosas con pocos recursos, algo de lo que pocos hombres serían capaces.

Es simplemente increíble lo que las mujeres son capaces de hacer por la familia a costa de su propio bienestar. Es esa misma pasión, fuerza y liderazgo la que podría ser proyectada para hacer una carrera científica, y es ésta una de mis más preciadas motivaciones en la vida: la formación de científicas jóvenes latinoamericanas.

Existe un enorme potencial en Guatemala: talentos, diamantes en bruto, que sólo necesitan ser encontrados y con una adecuada guía podrían brillar en cualquier parte del mundo.

Yo tengo tres pilares, tres cimientos en la vida: La doctora Margaret Dix, quien fue profesora de cursos en la carrera de Biología, jefa de departamento durante mis estudios de licenciatura en la UVG y asesora de tesis. Me fascinaba ver todo el conocimiento que poseía de cualquier tema relacionado con los ecosistemas acuáticos; me apasionaba la razón por la cual ella, siendo inglesa, llegó a Guatemala y no quería regresar. Ella, junto con su esposo Michael Dix, apreciaban los recursos naturales de Guatemala más que ningún otro nativo, lo cual para mí era simplemente algo fuera de lo común.

Gracias a su buena disposición e interés por colaboraciones con el extranjero, tuvo la oportunidad de participar en un proyecto de perforaciones de sedimentos lacustres en el lago Petén Itzá para la reconstrucción del clima y ambiente. Fue así como me seleccionó para participar en trabajos de campo junto con un grupo multidisciplinario, donde conocí a la segunda persona o mentor más importante en mi vida: el doctor Mark Brenner. Mark, de la Universidad de Florida, es otro ejemplo de investigador que ama más los trópicos de Guatemala y México que cualquier otro nativo. Es un ejemplo a seguir, inteligente, brillante, amable, y lo que más le agradezco es su interés en involucrar siempre a estudiantes locales en sus proyectos, así como inyectarles un poco de su pasión por la investigación (paleo) limnológica en ecosistemas acuáticos. Siempre nos comunicábamos por email, y en una de las ocasiones me invitó a un taller de investigación en Flores, Petén, donde científicos de varios países del mundo iban a planificar perforaciones en el lago Petén Itzá para reconstruir el paleoclima de los últimos 200 mil años, y sin dudarlo participé. Durante el taller conocí a todos los autores (suizos, estadounidenses, argentinos, alemanes,  etcétera) de los artículos científicos publicados en revistas de alto impacto y de renombre, referentes a los temas que me interesaban. Simplemente, no lo podía creer. Ahora me doy cuenta de lo afortunada que fui, ya que incluso en congresos internacionales es  difícil juntar a tantas eminencias en un mismo lugar, y todo esto pasaba en mi país.

Luego de terminar mi licenciatura en Biología, estaba completamente enfocada en querer saber tanto como la Dra. Dix y el Dr. Brenner, y la única opción era estudiar en el extranjero alguna maestría en (paleo) limnología tropical, lo cual era y sigue siendo imposible en Guatemala, por lo que apliqué a varias becas para ir a la Universidad de Florida. No mencionaré a todas las organizaciones a las que apliqué en aquel entonces, pero en una de éstas, de mucho renombre a nivel mundial, de cientos de solicitantes y luego de varios meses de exámenes y entrevistas, llegué a estar en las últimas tres personas para obtener esta beca. Yo, con mis 22 años (ya graduada de licenciatura y BS), no lo podía creer.

La entrevista final fue una pesadilla que el sólo recordarla me da una inmensa tristeza y decepción por la poca confianza que este mundo tiene en las mujeres, especialmente jóvenes. En la entrevista, la mayoría de personas del comité eran mujeres estadounidenses, y no hicieron más que atacarme y  resaltar el hecho de que yo era muy joven, y darme a entender que lo más seguro era que si me otorgaban la beca iba a conocer algún americano y luego de mis estudios no regresaría más a Guatemala. No les parecía, tampoco,  que fuera católica y, mucho menos, que hubiera hecho la confirmación, porque algunas universidades eran de otras religiones. Nadie más que yo, sabe cómo me sentí en ese momento. Todo por lo que había luchado en los últimos años para obtener buenas notas y demás, no había servido para nada. Cómo quisiera regresar en el tiempo. Ahora, estando allí, me pondría de pie y, con educación, antes de irme, les diría que sus acusaciones y creencias son una decepción para todo el sexo femenino en el mundo. Me sentí peor que si hombres me lo hubieran dicho. Ese momento fue claro para mí: ser mujer talentosa y joven en lugar de ser una ventaja, iba a ser todo lo contrario.

Luego de meses de sentirme frustrada y desorientada, lo único que sabía es que no quería quedarme en Guatemala y conforme los meses pasaban, más me frustraba calcular el tiempo que desperdiciaba. Gracias al apoyo incondicional de mis padres, salí de ese agujero negro y empecé a trabajar como coordinadora de monitoreo de áreas protegidas en el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), donde disfruté desde el primer día hasta el último, gracias a los buenos colegas y jefes. En los seis meses de trabajo, recorrí áreas protegidas en toda Guatemala. Era el trabajo ideal para un biólogo, sin embargo, el conocer cada vez más nuestros recursos naturales, su condición  y su necesidad de conservación, aumentaban mis deseos por capacitarme en el extranjero para así poder ayudar algún día al mejor manejo de los recursos hídricos en mi país.

Años antes, durante el taller en Flores, Petén, conocí a una alemana que nunca imaginé iba a ser mi asesora de doctorado. Ella se convertiría en el tercer pilar de mi vida. Al terminar la tesis de licenciatura, ella obtuvo financiamiento para trabajar en lagos de Guatemala, México y Belice y se comunicó con la Dra. Dix en busca de una estudiante de doctorado. Bien dicen que cuando se cierra una puerta se abre otra. Yo nunca había considerado estudios de doctorado, porque a lo más que anhelaba era a una maestría, tampoco era de mi conocimiento que con el grado de licenciada podía aplicar directamente a un doctorado. Todo ocurrió tan rápido que no tuve tiempo de pensar en que mi vida estaba a punto de dar un giro de 180°. Y fue así como luego de trabajar seis meses en el CONAP, tomé aquel vuelo que me llevó a estudiar mi doctorado en el Instituto de Geología Ambiental (ahora Instituto de Geosistemas y Bioindicación) en la TU-BS en Braunschweig, bajo la asesoría la Dra. Antje Schwalb, quien se convirtió además de una gran asesora, en una mejor amiga. Tuve la gran suerte que el grupo de trabajo de la Dra. Schwalb me acogió como una más. Todo aquello que no se me había reconocido nunca en mi país o en los que apliqué a becas, parecía que en Alemania era lo que buscaban. Estudiantes jóvenes, talentosos, mejor aún que fueran mujeres y latinas.

Muchos amigos extranjeros que llegaron a Alemania a estudiar no se lograban adaptar y desistían antes de terminar sus carreras. Luego de vivir en Alemania seis años, me doy cuenta que tal vez viví felizmente en ese país porque tenía bien claras mis metas, y en comparación de lo que había experimentado anteriormente, allí me estaban reconociendo mi arduo trabajo.

Las instalaciones y laboratorios eran óptimos para realizar investigación de alta calidad, existía el financiamiento para la compra de equipo y materiales de campo y laboratorio, y los análisis podían realizarse rápidamente, cosa que aún ni se puede soñar en Guatemala. A pesar que fueron años difíciles, porque era demasiado trabajo entre dar clases, organizar y dirigir trabajos de campo en Alemania, Guatemala, México y Belice, asesorar tesistas y ayudantes de laboratorio, participar en congresos nacionales e internacionales, y publicar artículos científicos, puedo decir que fui muy feliz. La historia de mi asesora alemana, no fue fácil. Hija única y con padre estricto y machista, no la apoyó al inicio de su carrera. Es aquí donde nos damos cuenta que en ninguna parte del mundo es fácil para las mujeres sobresalir en el ámbito laboral. Aunque esto está mejorando, creo que es la obligación de todas las mujeres que hemos logrado, a pesar de tantos obstáculos, sobresalir, uniéndonos para formar jóvenes guatemaltecas y latinas para así ir disminuyendo el grado de machismo que nos rodea.

Irónicamente, los pocos conflictos que he tenido en mi vida profesional han sido con mujeres, como la anécdota de la beca. Sé que existe el machismo porque lo he visto con familiares, amigas y colegas, sin embargo, no puedo decir que me ha afectado considerablemente. Sí he tenido un par de conflictos con otros investigadores hombres, pero creo que hasta la fecha lo he manejado bien y nunca me afecta más que pasar un mal momento. Es más, creo que lo que he logrado alcanzar es porque me he librado de la opresión del machismo, no sé si por suerte o por el ambiente en que crecí.

Tuve muchos catedráticos en el colegio y la universidad que nos trataban de la misma forma a mujeres y hombres, por lo menos yo nunca sentí algún tipo de machismo de su parte. Un gran ejemplo es el doctor Mark Brenner quien ha sido mi mentor desde que lo conocí. Así mismo, siempre he tenido más amistades hombres que mujeres, quienes me han apoyado mucho en lo personal y laboral. Otro factor importante fue el apoyo de mi padre y mis hermanos. Probablemente, si me hubiera quedado en Guatemala, la historia sería diferente en lo laboral. En Alemania, se ha hecho un gran esfuerzo para evitar el machismo y por luchar por los derechos de la mujer, y hay grandes avances. Pero según comentarios de otras colegas que se han quedado en Guatemala me da la impresión que para ellas no ha sido fácil ya que en muchas disciplinas afines a la biología, como las ingenierías y la agricultura, la mayoría son aún hombres. He percibido que si existe algún tipo de machismo es por parte de los profesionales mayores y no de los hombres de nuestras edades, por lo que esto podría ser un indicio de que la situación está mejorando.

Sé que las mujeres latinas tenemos diversas historias y orígenes, y no siempre es posible crecer académicamente como en mi caso, por razones muy graves como las tragedias de la trata de personas y explotación sexual, por el maltrato y agresión sexual. Sin embargo, confío en que la mentalidad en nuestro país cambie y pueda evolucionar como ha sucedido en otros donde el machismo es mínimo o controlado. Es por  lo que debemos de luchar, juntas y no en contra, para formar nuevas generaciones de mujeres con alta autoestima, autosuficientes, independientes y exitosas, así como promover entre las mujeres académicas la formación de familias, para educar hijos e hijas con valores sólidos para mejorar el futuro de Guatemala y de este mundo.

¿Es posible tener una vida académica exitosa y una familia feliz?

¿Cuántas mujeres investigadoras tienen la suerte de contar con una familia feliz? Pocas. Y, ¿cuántas mujeres investigadores exitosas cuentan con una familia feliz? Muy pocas.

Mientras más logros se van obteniendo, es más difícil para una mujer decidir cuándo es el mejor momento para tener un hijo. Todo lo que la mujer ha logrado con tanto trabajo, para luego ¿interrumpirlo temporalmente o, en algunos casos, definitivamente? Esto es lo que muchas mujeres exitosas se cuestionan.

A veces el problema no es tener o no tener un hijo, si no que por tanto trabajo y dedicación, las investigadoras se alejan de cualquier tipo de vida social o, simplemente, ya no resultan atractivas para la mayoría de hombres porque son muy seguras de sí mismas e increíblemente independientes, lo cual, seamos honestas, aleja a la mayoría de hombres, especialmente a los latinos.

Entonces ¿cómo pensar en formar una familia feliz, si la posibilidad de conocer a una pareja ideal y compatible en este ambiente es casi nula? Existen muchos casos en la comunidad científica en los cuales las mujeres han llegado a conocer a sus parejas a finales de los 30 o ya en los 40 y para muchas de ellas,  el planificar hijos ya no es una opción. Pero, en el mejor de los casos, sí se logra conocer a una pareja compatible siendo joven. Como en mi caso, yo guatemalteca y Matthias alemán, ambos académicos y apasionados por nuestro trabajo, lo cual en teoría para muchos dificultaría aún más la decisión de tener hijos, debido a que nuestro trabajo no es de oficina de 8:00 a 17:00 horas de lunes a viernes, logramos adaptar nuestros tiempos.

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Ambos salimos mucho de la ciudad para viajes de campo por varios días. Vamos a congresos nacionales e internacionales, talleres, capacitaciones, etcétera. Son tantas las noches y fines de semana que siendo solteros tuvimos que trabajar sin pausas para terminar con el trabajo que demanda una carrera científica. Al iniciar mi estancia posdoctoral en Ciudad de México, todo sugería que era un terrible momento para a ser padres: 1. Nos encontrábamos en un país donde éramos extranjeros, 2. No teníamos familiares que nos apoyaran.3. Por el momento sólo yo tenía una beca segura por un año. A pesar de esto sentí que era el momento apropiado para disfrutar el ser madre e iniciar mi carrera como investigadora luego del doctorado. La experiencia ha sido todo un reto, pero estupenda. Desde siempre he disfrutado mucho la divulgación de la ciencia, participando en ferias para concientizar al público y ahora que soy madre, es para mí una responsabilidad hacer conciencia sobre el medio ambiente para que nuestros hijos puedan disfrutar aunque sea un poco de lo que nosotros y nuestros padres pudimos disfrutar.

Mi realización como madre y pareja no la puedo atribuir únicamente a mi esfuerzo. Siempre he insistido en que es un trabajo en equipo. He logrado continuar con mi carrera científica gracias al mutuo apoyo que tenemos mi pareja y yo. La buena comunicación, confianza, amor y la pasión que le tenemos a nuestros trabajos nos ha hecho un equipo sólido. A pesar que somos de diferente nacionalidad, lo que no hace las cosas más fáciles, sí somos muy compatibles en cómo organizarnos para continuar con nuestras actividades. Nos turnamos para ir a dejar o recoger nuestra hija Lara Isabella a la guardería, a la cual desde que tenía 6 meses asiste, sin embargo, cuando se enferma y no puede ir, alguno de los dos tiene que cuidarla, y debe trabajar menos. Cuando alguno se ausenta de México por trabajo durante varias semanas, mi madre nos visita y nos apoya durante este tiempo.

Hemos aprendido a priorizar, y si en el momento lo mío o lo de mi pareja es más importante, es a uno de los dos el que apoya y luego tratamos que el otro recupere el tiempo perdido. Es muy difícil para una mujer científica cuando los hijos están muy pequeños, ya que uno estaba acostumbrado a trabajar 100 % del tiempo, lo cual se reduce mucho al tener hijos, especialmente si uno quiere demostrarle al mundo de lo capaces que somos las mujeres en estas disciplinas.

No me podría imaginar la vida sin mi compañero, mi hija y todos aquellos familiares y amigos que nos han ayudado en momentos donde el trabajo y las obligaciones se traslapan. Al final de jornadas largas de trabajo y el ver a mi familia feliz me doy cuenta que cada esfuerzo ha valido la pena.

Fuga de cerebros en Guatemala: ¿a favor o en contra?

Me da una tristeza muy grande cuando científicos guatemaltecos que me he encontrado en el extranjero me piden opinión respecto a si deberían regresar a Guatemala. Por más que quisiera poderles decir que sí, mi respuesta sigue siendo: No.

Guatemala no está preparada ni lo estará en un futuro cercano para ofrecer a los guatemaltecos exitosos que se encuentran en el extranjero lo mínimo para realizarse completamente (buen salario, financiamiento para proyectos, laboratorios bien equipados,). Creo firmemente que los que estamos en el extranjero podemos ayudar a Guatemala mucho más estando fuera, consiguiendo recursos para realizar proyectos en Guatemala o formando jóvenes guatemaltecos en las universidades donde nos encontramos.

Entonces, ¿se puede decir que estoy a favor de la fuga de cerebros? No es en la fuga de cerebros que estoy de acuerdo, sino más bien en la capacitación de guatemaltecos en el extranjero. Es importantísimo que los estudiantes salgan de Guatemala para estudiar maestrías y doctorados, ya que el nivel que alcanzarán nunca podrá compararse al de Guatemala. El problema es que luego de estar tan avanzados, es imposible pedirles que retrocedan regresando al país para simplemente encontrarse con la frustración.

El Estado debe de invertir más dinero para ofrecerles a estos científicos condiciones básicas para regresar a Guatemala. Plazas fijas, financiamiento para iniciar proyectos, oficinas, laboratorios, etcétera. Considero que el que exista fuga de cerebros es peor a la posibilidad de que los estudiantes se queden en Guatemala y sólo aprendan lo estándar y no se realicen como científicos en otro lugar. He escuchado en varias ocasiones a profesores europeos y estadounidenses, que dicen que sus mejores estudiantes han sido guatemaltecos. Es una combinación perfecta, según ellos, de dedicación, perseverancia, inteligencia y sobre todo “muchas pilas”.

El Estado debe de entender la necesidad de apoyar la educación de una manera continua a todos los niveles (preprimaria, primaria, básico, bachillerato, pregrado y posgrado); los frutos de esto se verán a muy largo plazo por lo que desde hoy mismo se debe de empezar. No sólo es cuestión de enfocarse en los más niños, es cierto que son el futuro de esta sociedad, pero cuando sean adultos, ¿habrá oportunidades para que ellos continúen en la universidad? ¿Los graduados de las universidades tendrán posibilidades de desarrollarse científicamente dentro de Guatemala? Creo que la respuesta está más que clara. No. Es por ello que yo como muchos otros investigadores guatemaltecos hemos visto la necesidad de dejar nuestro país, familias y amigos para seguir creciendo y evitar estancarnos. En Guatemala tenemos muchísimos talentos, pero son ignorados.

En resumen, ¿es fácil la vida de una mujer científica?

Si soy totalmente honesta: no. Pero las recompensas son muchas. El trabajo es muy demandante y con el tiempo existen más responsabilidades. Madrugamos, trasnochamos, nos exponemos a climas extremos, cargamos equipo pesado, nos desvelamos escribiendo resultados y corrigiendo exámenes, hacer propuestas para financiamiento de proyectos, congresos y seminarios...

La carrera de un científico completo no es fácil. Las listas de tareas por realizar casi nunca se logran concluir al final del día, semanas o meses. Siempre hay mucho trabajo acumulado, y es muy difícil definir prioridades. Para poder ser un científico exitoso, siempre hay que estar disponibles (internet, teléfono) de lunes a domingo, a veces hasta las 24 horas al día dependiendo del tipo de proyectos en los cuales se participa. Esto es lo que cansa a muchos investigadores, pero si uno trata de sobresalir entre tantos científicos, este es el precio que hay que pagar.

Imagínense entonces ustedes, la cantidad de presión que poseen los investigadores, y más cuando son mujeres, y mil veces más cuando son madres y parejas. Es simplemente demasiado. Pero, el deseo de demostrarle al mundo que las mujeres, -más aun siendo latinas y de países como Guatemala-,  sí somos capaces  de destacar al igual que los hombres y, e es mi motor diario.

Epílogo:

Sentí una gran satisfacción al escribir este ensayo, ya que estoy segura que inspirará a muchas mujeres jóvenes guatemaltecas a explorar lo desconocido, animarse a luchar por sus sueños, no acostumbrarse a la realidad si se sienten vacías, no cesar en la búsqueda de la felicidad y de confiar en que cada una encontrará a su pareja ideal sin cambiar nada en su personalidad ni trabajo. Siempre existen opciones, como becas o créditos, y sólo es cuestión de encontrarlas, pero hay que tener presente que éstas no llegan a la puerta de nuestras casas, sino que hay que luchar para encontrarlas y conseguirlas. La clave del éxito, está en descubrir solas lo que más nos gusta, sin que nadie más se involucre en esta decisión, y mientras más rápido esto ocurra, mejor. Más que ser un genio, la claves para lograrlo son trabajar duro, ser constantes, siempre tener una buena disposición, ser flexibles, tener la mente abierta, positiva, amable, ágil, modesta y sobre todo confiar en nuestras capacidades. El mejor de los halagos que me han dicho, especialmente en el extranjero es que gracias a estas características soy un “solecito chapín”.

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