Puede ser cansón pensar en ello, pero no hacerlo sería un grave error, uno sin repuesto ni compostura posible.
Todos tenemos derecho al bienestar individual. La Constitución Política de la República de Guatemala (CPRG) dice que el fin del Estado es afirmar la primacía de la persona humana como sujeto y fin del orden social. También establece que dicho Estado debe velar por la consolidación del régimen de legalidad, seguridad, justicia, igualdad, libertad y paz. La invocación inicial en el nombre de Dios que hace la CPRG establece la ruta de «impulsar la plena vigencia de los derechos humanos dentro de un orden institucional estable, permanente y popular, donde gobernados y gobernantes procedan con absoluto apego al derecho».
Esto último nos lleva a reflexionar sobre el concepto de soberanía, que ha sido invocado incansablemente en los últimos meses. Vea cómo esto tiene mucho que ver con usted y conmigo:
El tema soberanía no preocupaba a nadie hace relativamente poco tiempo. Los reyes y emperadores hacían lo que querían y punto. Y la plebe, a obedecer.
Una lista corta de pensadores nos ilustra la evolución del concepto en el transcurrir de los siglos y muestra la responsabilidad que tenemos en las manos.
Jean Bodin decía que el pueblo le entrega el poder a un soberano con poder absoluto, quien no queda sujeto a las leyes y manda según le canten las… gaviotas. El soberano busca el bienestar de todos, a su modo.
Nicolás Maquiavelo también decía que el soberano debía ejercer un poder absoluto. Él separaba la política de la moral y privilegiaba la primera.
John Locke no favorecía al monarca absoluto. Creía que este debía gobernar con una clase privilegiada, mientras que el populacho debía obedecer.
Jacques Rousseau desarrolló otra idea que se capitalizó con la Revolución francesa: la soberanía republicana reside en el pueblo, que la delega (la presta bajo un contrato) a los gobernantes.
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Así, cuando escuche la cantaleta de la soberanía, hará bien en preguntar: «¿Según quién?». Todo Estado moderno debe ejercer soberanía republicana (recae en el pueblo, que la delega con el fin de que se use para el bien común —artículos 140 y 141 de la CPRG—). Es más: el concepto ha avanzado después de la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, las constituciones políticas modernas establecen que los convenios internacionales son superiores a las mismas constituciones nacionales cuando se trate de derechos humanos (artículo 46). Además, el artículo 149 de la CPRG dice que las relaciones con otros Estados se rigen «de conformidad con los principios, reglas y normas internacionales». Los tratados de libre comercio han sido acusados de violar las soberanías de los signatarios porque las decisiones deben tomarse de común acuerdo. Piense en la Unión Europea con su propia Constitución y su propio Parlamento. Las naciones europeas no se quejan de que se viole su soberanía.
Así pues, no se deje dar atol con el dedo. La soberanía nacional recae en usted y en mí, y los gobernantes la ejercen en nuestro nombre y para realizar el bien común. ¿No le parece una violación de la Constitución y un modelo de soberanía maquiavélica el que la Procuraduría General de la Nación (PGN) use los recursos públicos para litigar en contra de candidatos particulares para las próximas elecciones? ¡Su fin es defender los intereses del Estado, no litigar en juzgados representando intereses personales y de pactos de élites corruptas! ¡Deberían estar representándonos en las demandas contra quienes han confabulado para robarse los fondos públicos o contra quienes han utilizado el financiamiento electoral ilícito! La PGN y el Ministerio Público deberían estar persiguiendo a los grandes negocios ilícitos, que acaban con los recursos y dejan a los jóvenes sin esperanzas de buena educación, trabajo digno y oportunidades de superación económica y social.
Ahora ya lo sabe. La soberanía le pertenece al pueblo, que la presta para que reciba honras, no para que la violen mientras gritan que la defienden. Por quien quiera, pero vote en las próximas elecciones. Dese una oportunidad. Exíjala. Delegue el pedacito de soberanía que le pertenece y luego haga valer el fin último establecido en la CPRG: el bienestar común. Y si le parece que el Congreso está lleno de corruptos, hágase y háganos un favor: no deje que su voto sirva para renovarles la visa para violar la soberanía constitucional por medio de la soberbianía.
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