Sin embargo, hay que hacer ciertos ajustes porque en Costa Rica la muestra fue constituida por personas de 15 a 35 años de edad, y en Guatemala fue de 15 a 29 años. Como ilustré con anterioridad (Plaza Pública, 12 marzo 2012), al compararnos con la juventud mexicana, conforme avanza el rango de edad aumenta el porcentaje de población iniciada sexualmente.
En Costa Rica, un 5 por ciento de las mujeres tuvieron su primera relación sexual entre los 10-13 años de edad. En Guatemala es un 3 por ciento que se inició entre los 12 y 13 años (nadie reporta una edad menor). El 53 por ciento de las mujeres costarricenses se iniciaron entre los 14-17 años. En dicho rango de edad, las guatemaltecas también muestran un menor porcentaje (45%).
Son los varones quienes, en mayor porcentaje, inician sus relaciones sexuales más temprano en ambos países: 9 por ciento en Costa Rica (10-13 años), 6 por ciento en Guatemala (12-13 años). En el siguiente rango de edad (14-17 años), el 66 por ciento de los hombres ticos ya se han iniciado sexualmente, mientras que ese es el caso del 55 por ciento de los chapines.
Algo interesante que se preguntó en Costa Rica, pero no en Guatemala, fue sobre las razones para tener o no relaciones sexuales, entre las jovencitas entre 15 a 17 años. El amor en la pareja fue la principal razón para tener sexo (más del 80%), mientras que el temor a las infecciones de transmisión sexual fue la más importante para evitarlo (casi 80%). La estabilidad de la pareja y el miedo al embarazo puntearon en segundo puesto, respectivamente. El cumplir disposiciones religiosas ocupó el tercer lugar, en un país donde el Estado es oficialmente católico y, por lo tanto, la Iglesia mantiene gran injerencia en los contenidos de educación sexual y en las políticas de salud reproductiva. Similares respuestas se encontraron entre los varones del mismo rango de edad.
En Guatemala solo se profundizó en algunos aspectos de salud de quienes afirmaron ser sexualmente activos, pero al hacerse un cruce entre actividad sexual y religión que profesan los jóvenes encuestados se puede observar una asociación estadísticamente significativa entre ser o no cristiano (católico, evangélico u otra denominación) y haber tenido sexo al menos una vez. Los cristianos tienen de una menor actividad sexual (45% versus 53%) que los no cristianos. Así que, nuevamente, lanzo la hipótesis del efecto que las enseñanzas religiosas puedan tener en la juventud para controlar su comportamiento, en este caso, sexual. Claro que podría haber otros factores, pues también aparece cierta asociación entre estrato socioeconómico y actividad sexual: a mayor nivel menor probabilidad de haberse iniciado en la vida sexual antes de los 30 años. Lo cual, a su vez, podría estar mediado por el nivel de educación, pues quienes no saben leer tienden a ser sexualmente más activos.
La sexualidad es un ámbito considerado privado, pero en el anonimato de una encuesta resulta ser un dato fundamental. Es una variable que ayuda a explicar muchos otros fenómenos sociales, desde el mercado laboral hasta la violencia, especialmente la generada por los varones jóvenes. Como nos han explicado los biólogos, la búsqueda de pareja es una de las principales fuerzas que explican el comportamiento de los seres vivos, incluso en perspectiva evolutiva de muy largo plazo.
Por ello, y por otros temas, es importante aprovechar la Encuesta Nacional de Juventud 2011. Es un valioso recurso para investigadores sociales, analistas y diseñadores de políticas públicas, y hasta para estrategas del marketing político o meramente comercial.
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