A pesar de tener apenas 7,600 habitantes (según Censo 2011), los paisanos insistimos en marcar la diferencia entre San Juan Arriba y San Juan Abajo. Con orgullo aldeano dividimos aquel pueblito y marcamos distancia entre los de arriba y los de abajo. Yo soy de San Juan Arriba. Que les quede claro.
En el pasado, cuando aún no teníamos acceso a Internet ni a las redes sociales, nuestra comprensión del mundo era limitada y muy focalizada en lo inmediato y en lo más cercano. De ahí que lo que pasara en el pueblo fuera la noticia del día y causara gran revuelo. Un merula (así les llaman a los nacidos en San Juan) era incapaz de percibirse como un puntito insignificante dentro de una provincia de 36,000 habitantes, que es apenas nada en un país de 5 millones de personas, que a su vez es diminuto en el concierto de naciones de un planeta con 7,600 millones de almas.
En cambio, hoy en día estamos a un clic de distancia para informarnos de lo que acontece a nivel mundial. Sin embargo, a pesar de tener esta oportunidad de abrirnos al mundo, seguimos enfrascados en lo que ocurre en nuestra parcela. Como un cangrejo ermitaño, nos metemos en nuestro caracol sin tener idea de que delante de nosotros está el inmenso mar. Curiosamente, esto que sucede a nivel individual lo padece también la sociedad.
Estar en el continente asiático me ha exigido voltear a ver esta realidad tan distante para mí apenas unas semanas atrás y darme cuenta de que Asia crece a pasos agigantados. Aquí los aciertos se cuentan en miles de millones, pero las amenazas son monumentales. Los cinco países más poblados del mundo están de este lado del planeta y juntos albergan el 44 % de la población mundial. Según el Fondo Monetario Internacional, actualmente Asia contribuye con alrededor de un 66 % al crecimiento mundial. Sin embargo, 13 de los 30 países más vulnerables al cambio climático en el mundo están acá. Además, esta es la región que más contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero, pues genera un tercio de las emisiones de dióxido de carbono del mundo.
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Asia está en plena ebullición y me sorprende que la clase política guatemalteca viva de espaldas a este universo asiático. Como el ermitaño, sigue obstinada viendo solamente el caracol que tiene por casa, sin alzar la mirada hacia los océanos. Un nuevo orden mundial se está configurando desde este lado del mundo, y Guatemala debe analizar con cuidado su estrategia de alianzas. Para hacerlo debemos conocer lo que pasa afuera y ver hacia dónde se mueven las aguas.
Una tarea en la cual los medios de comunicación nacionales podrían cumplir un rol muy importante. Desafortunadamente, lejos de mostrarnos el mundo y su funcionamiento, alimentan nuestra ceguera atiborrándonos de noticias locales, muchas veces intrascendentes. La geopolítica parece ser una materia conocida solo por unos cuantos ilustrados y de la cual nuestras autoridades siguen sin entender nada.
Pensar como un merula de San Juan Arriba solo nos dejará aislados en el concierto internacional de naciones. Si, como el cangrejo ermitaño, únicamente cuidamos nuestra concha, no seremos capaces de divisar la marea alta. Guatemala necesita que dejemos de ser espectadores del mundo y nos convirtamos en protagonistas de nuestro futuro.
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