Te despiertas y te ubicas en el tiempo y el espacio. Esos segundos en los que no sabes quién eres, qué haces, dónde estás.
Dos mil dieciocho, julio, martes. En unas horas me levantaré y empezaré mi jornada. Boca arriba, concluyo: «Tengo que esquivar ese hoyo». Segunda vez en tres semanas que pincho llanta. No es carretera a El Salvador. Es en carreta a El Salvador. Tuit para mañana. Hago un esquema mental de los barrancos de la bajada a la capital y trato de memorizarla. Soy e...
Te despiertas y te ubicas en el tiempo y el espacio. Esos segundos en los que no sabes quién eres, qué haces, dónde estás.
Dos mil dieciocho, julio, martes. En unas horas me levantaré y empezaré mi jornada. Boca arriba, concluyo: «Tengo que esquivar ese hoyo». Segunda vez en tres semanas que pincho llanta. No es carretera a El Salvador. Es en carreta a El Salvador. Tuit para mañana. Hago un esquema mental de los barrancos de la bajada a la capital y trato de memorizarla. Soy el copiloto de un rally. No hay esperanza de que los reparen. Resignación, me digo. Otra más. Diez días sin agua lleva una patoja de la oficina, y yo quejándome. Una tubería rota y reportada a Empagua y nada. Está desesperada, pero también resignada. Otra más. No sé cómo terminé pensando en ella.
Re-sig-na-ción. Repito cada sílaba. Respiro. Me oigo. Resignación, inercia, indiferencia, desidia. Nos ganaron la partida. Maestros del manejo de las masas, de los medios, de los procesos y de la política. Guerra de baja intensidad. Algunas amenazas veladas. Fotos de encapuchados armados en las portadas de los periódicos y circulando por las redes. Grupos de autodefensa en contra de los malos. ¿Y si nosotros nos convertimos en los malos?
Niñas bajo la protección del Estado quemadas. Planes de evacuación no ejecutados y muchos muertos. ¿Cuántos? Pues no lo sabemos. Son muertos pobres, así que no importan mucho. Ya se resignarán, piensan los que mandan. Huesos en bolsas de basura. Montoncitos de restos humanos desperdigados por la carretera. La urgencia de la pavimentación. Las compras por excepción. El negocio y el dinero para los amigos del presidente, del ministro, del asesor. Al final la erupción fue una bendición, se dicen.
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Hoy cambiaron las sábanas. Están limpias, frescas. Me rozan y me gusta. La noche sigue su curso y en ese bienestar identifico un pequeño vacío por el área de mis pulmones. Me concentro en él. Allí había estado toda la noche. Creo que él me despertó. ¿Cómo lo defino? Es una palabra, una conclusión, una certeza. Pacto tácito, me digo. Todos los que mandan han llegado a un pacto tácito. No es que se hayan llamado, que hayan realizado una convención de poderosos, no. Pero decidieron: «Aquí no debe cambiar nada. Así nos ha ido muy bien. Tenemos dinero, poder, sexo y sometimiento de todos los demás. Tenemos el control total del sistema. Este país nos pertenece. Ellos nos lo quieren quitar. No vamos a dejar que una partida de muertos de hambre nos expropie. Además, si les damos el país, harán lo mismo que nosotros: expoliarlo. Ellos se convertirán en nosotros si les damos la oportunidad. Mejor que entren al sistema poco a poco, reemplazando a los caídos, a los muertos, a los encarcelados, a los jubilados. Este es un país perfecto para nosotros y para ustedes si se nos unen. Todos somos necesarios».
Suena el despertador. Me levanto, camino al baño determinado y me digo: «Hoy no me voy a ir en ese maldito hoyo».
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