De esa cuenta, se puede encontrar en la red cómo se escribe un cuento, cómo se escribe una novela, cómo se escribe un ensayo y cómo ser escritor. Por supuesto, desde una experiencia muy personal y en orden a lineamientos básicos dedicados a personas que están iniciándose en dicho quehacer.
La semana pasada, luego de la liturgia del Miércoles de Ceniza, un amigo me dijo en relación con la elección de un tema para escribir: «No sé qué argumento escoger. Hay tantos. Y tampoco sé cómo empezar». Dilemas estos que todos los que estamos inmersos en el mundo de la escritura alguna vez hemos tenido. Aprovechando el momento y el lugar, le respondí que no pocos autores de textos religiosos, entre ellos Jesús de las Heras Muela, han indicado que «toda la liturgia de la Cuaresma, tanto en sus aspectos rituales como en la misma liturgia de la palabra, está transida de hermosísimos símbolos que ayuden y hagan visible el camino cristiano de la conversión. Estos símbolos son el desierto, la luz, la salud, el agua, el perdón, la liberación, la cruz y la resurrección».
Le argumenté que, sin perjuicio del credo religioso que se tenga, la simbología del desierto, la luz, la salud, el agua, el perdón, la liberación y algunos sentires como la soledad y la sensación de abandono ha signado la vida de todos los seres humanos. Y, por supuesto, también aquellos momentos de felicidad que han sido más que alegorías en nuestro recorrido en la vertiente del tiempo. También le compartí que para encontrar esas reminiscencias era necesario tener momentos de interiorización.
Ese podría ser el inicio. La historia de mi vida (sin que se perfile como un escrito cursi). Para ello es indispensable escribir la propia biografía en la primera persona del singular, es decir, la que habla. «Yo me llamo... Tengo uso de razón desde la edad de… Mis primeros recuerdos son…». Y podrá encontrar el autor que en cada evocación, en cada tiempo, en cada etapa de la vida hay no un argumento, sino un bagaje de temas para escribir cuentos, novelas, ensayos y entramados para cuanto género literario exista. Porque la experiencia de vida es una fuente inagotable de información para sistematizar.
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Ha de tomarse en cuenta que no solo con la inspiración basta. Es preciso trabajar, y mucho.
Para escribir acerca de nuestra propia vida es preciso detenerse, interiorizar en nosotros mismos, mirar nuestro pasado, encontrar consonancias y disonancias lo más objetivamente posible y plasmar todo ello sin sesgo.
Dicho ejercicio nos permitirá algo más: conocernos a nosotros mismos.
Nada nuevo hay bajo el sol. En el templo de Apolo, en Delfos, se podía leer en un espacio arquitectónico llamado pronaos: «Conócete a ti mismo». Y ha de recordarse que los clásicos griegos son un referente para nosotros en casi todas las artes.
Es que el escritor debe conocerse.
Así las cosas, reitero: sin perjuicio del credo religioso de cada quien, es importante no solo ahora, sino en otros momentos del año, tener momentos de interiorización y de discernimiento. Esos lapsos nos permitirán encontrar no solo la fuente o las fuentes de nuestros futuros escritos, sino también aquellas concernientes al autoconocimiento, tan necesario en esta época de bulos y fake news.
De usted depende, estimado lector. Vale la pena intentarlo. Quizá sea el momento de comenzar a escribir su biografía y su primer libro.
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