Los bienintencionados en redes y medios abogan por la existencia de políticas públicas que estructuren la solución a los problemas. Y puede que estas políticas ya existan desde hace bastante tiempo. Sucede que, en administraciones gubernamentales de dos décadas atrás para acá, se desarrollaron las capacidades para formular políticas de una manera metodológicamente correcta, ya sea desde la élite o desde la base. Pero se toparon con todas las dificultades para su implementación a causa de una estructura estatal fracasada. Si la capacidad para implementar estuvo en un nivel aceptable durante una época breve, prácticamente no ha alcanzado una capacidad de ejecución en las dos décadas referidas.
Ahora la situación cambia. Y no para mejor. La capacidad de formular políticas que se había alcanzado también se ha perdido. Factores de forma y fondo afectan la capacidad de la administración pública para actualizarlas o formularlas. Estos varían en muchos sentidos, desde el técnico hasta el político, pasando por las habilidades de los grupos sociales para confiar y trabajar juntos. A esto se suma la escasa capacidad de liderazgo y de formación de los cuadros institucionales del Gobierno que coordinarían la formulación.
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Existe un agregado a este tema que vale la pena considerar: la temática nacional de políticas públicas aún gira alrededor de tópicos que caracterizan nuestro subdesarrollo e ignoran de manera alarmante otros que perfilarán a la sociedad del futuro inmediato. La era digital, ya plenamente establecida, no es considerada cuando todavía estamos tratando de salvar vidas y mentes de niños desnutridos, de limpiar riberas de ríos y de mejorar la calidad de las aguas… cuando aún estamos empezando a entender el concepto de un manejo de cuencas o quizá intentando alcanzar un mínimo razonable de días de clase para una población escolar.
El escenario es patético, pero real. Si existen las políticas públicas que estructuran las soluciones a los problemas mayores, no hay capacidad de implementarlas. Si deben ser reevaluadas o restructuradas, se ha perdido la capacidad. Y el futuro próximo, ya visto e identificado, no podrá ser abordado porque, salvo esporádicos y aislados esfuerzos, la agenda de políticas no incluye los temas básicos que afectarán a la siguiente generación.
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