El fundamento de la economía de laissez-faire son los mercados dinámicos y competitivos, en los cuales, teóricamente, por no existir barreras de entrada, existe infinito número de vendedores y compradores. Estos competirán con productos idénticos (o perfectamente sustitutos) con base en un sistema de precios libres que hará eficiente su producción y distribución al encontrar equilibrio bajo las fuerzas de la mano invisible: oferta y demanda. La evidencia presenta, sin embargo, mercados concentrados o que compiten con productos diferenciados en la misma industria.
Algunas empresas se constituyen en dominantes con poder monopólico, aunque no sean las únicas prevalentes en la industria. Los mercados concentrados por un pequeño grupo de empresas con poder monopólico dan lugar a márgenes extraordinarios de ganancias para cada empresa, ya que le permiten a esta establecer precios endógenamente. Ese es precisamente el incentivo que tienen para mantener su posición dominante, y por ello vemos que muchas empresas gastan más en evitar la percepción de productos sustitutos a través del mercadeo de sus productos que incluso en mejorar la calidad de estos, invertir en innovación o corregir daños sociales o ambientales producidos.
Una empresa con ganancias extraordinarias en una industria concentrada puede darse el lujo de invertir en estrategias para mantener su poder monopólico. Algunas de estas son tan evidentes como patrocinar eventos deportivos o relacionados con la farándula mediática (shows de modas, conciertos, luces de colores, etcétera), y otras rayan en la falta de ética y en la irresponsabilidad fiscal, social o ambiental.
En teoría, si en una industria existen ganancias extraordinarias, estas atraerían a otros vendedores, que al competir sin barreras presionarían los precios a la baja, con lo cual reducirían esa utilidad de la empresa dominante —o de las empresas dominantes— en beneficio del consumidor.
En la práctica existen empresas que por diversos motivos dominan la industria o coluden tácita o explícitamente, con lo cual rompen con el principio de la competencia perfecta y sus supuestos teóricos (inexistencia de barreras de entrada al mercado, ergo ilimitado número de competidores, homogeneidad percibida del producto o perfecta información del consumidor). Sin competencia, el tiempo puede favorecer a la empresa dominante: las ganancias extraordinarias son reinvertidas para crear barreras de entrada a potenciales competidores.
Los insumos estratégicos para la producción son adquiridos con el tiempo para crear ventajas competitivas. Es el caso de los granos para alimentar a las aves, que son el insumo del restaurante de pollo, así como el de la distribuidora de agua que produce los garrafones de plástico o la propiedad de la caña para elaborar el licor. Esta práctica se denomina integración vertical. Otra estrategia que crea barreras de entrada es la expansión de la marca: la publicidad que fideliza al consumidor hasta hacerle percibir que no existe producto sustituto, más que el de cierta marca.
Las ganancias extraordinarias también pueden ser utilizadas por las empresas para negociar, en la arena política, favores que sería más costoso lograr a través del mercado. Por ejemplo, la captura del Estado a través de lobistas que promueven leyes, campañas y políticas a favor del oligopolio y en contra de impuestos a la renta, aranceles o barreras no arancelarias en beneficio de la industria oligopólica que colude.
La tecnificación y la obtención de economías de escala en el tiempo también permitirían a grandes empresas con poder de mercado bajar costos por unidad, con lo cual se beneficia al consumidor con un producto a bajo precio, pero sin alternativas cercanas.
A mayor escala de producción, menor el costo por unidad y mayor posibilidad de bajar precios. Sin embargo, cuando la empresa con economías de escala es la única, generalmente tendrá poder para establecer precios discrecionalmente, por lo que el producto tenderá a venderse a un precio mayor cuando el consumidor perciba que no existen productos alternativos, lo cual de nuevo brindará ganancias extraordinarias al productor, que seguirá expandiéndose en detrimento de la libre competencia.
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