Sin dudas asistimos a una monumental crisis económica y social. No falta quien la atribuya a la crisis sanitaria en curso. Los datos duros evidencian otra cosa: a nivel mundial, la caída de los mercados bursátiles y de la producción fabril era un hecho hacia fines del 2019. La tremenda crisis ya explotaba en enero de este año, y la aparición del coronavirus le cae como anillo al dedo al sistema en el sentido de disfrazar la profundidad de la situación. Evidentemente, el confinamiento vino a profundizar ese descalabro, pero la crisis ya estaba antes, con similar o mayor envergadura que la Gran Depresión de 1930.
No se puede afirmar que la pandemia es una airosa salida a la crisis económica, pero definitivamente le es funcional. Y eso no significa, en modo alguno, fin del capitalismo. Preanuncia, por el contrario, un nuevo capitalismo. Como van las cosas, más despiadado, más explotador, más controlador. Las tecnologías informáticas de punta (incluida la 5G) son su ícono: la maquinaria más sofisticada al servicio de una élite dominante. Ese parece ser el futuro inmediato. La propuesta china no se distingue sustancialmente de ese modelo occidental con su complicado socialismo de mercado.
¿Qué cambiará tras la pandemia? En lo sustancial, nada. Es decir, seguirá firme el sistema capitalista, con reacomodos, con nuevos escenarios, probablemente con nuevos liderazgos. No se ve por qué la situación de explotación inmisericorde de la gran masa trabajadora mundial habría de cambiar. En todo caso, se ahondará esa explotación. El teletrabajo, los contratos precarios, la falta de organización sindical y de protesta: todo eso parece ser la lógica que se está entronizando.
¿Qué empresas quiebran? Sin dudas, muchas pequeñas y medianas. Eso trae aparejada la crisis de millones y millones de asalariados a nivel global. En Guatemala eso se ve con grados de patetismo sin par: las banderas blancas de población empobrecida, hambreada, ondean por todos lados. ¿Cómo se soluciona eso?
[frasepzp1]
Los Gobiernos de los diferentes países del mundo han tenido que salir a rescatar a sus empresas (¡la sacrosanta propiedad privada ante todo!) y a la gran masa trabajadora, o a los trabajadores subocupados. Esos rescates, que para los de a pie representan una magra ración de comida para no morir, se viabilizan con créditos. Créditos que se toman, básicamente, en organismos crediticios internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Si analizamos más, sabemos que esas instituciones son el brazo operativo de la gran banca mundial (JP Morgan Chase & Co., Wells Fargo & Co., Bank of America, Citigroup, etcétera). Es decir, el núcleo más poderoso del actual capitalismo financiero. No parece que el sistema esté en quiebra precisamente. Antes bien, esa gran banca se fortalecerá más aún y la gran mayoría del planeta deberá estar pagándole por años. Si alguien está en crisis, ese alguien es la población, cada vez más desprotegida, hambreada, sin perspectivas. La micro-, pequeña y mediana empresa pasará angustias. Los monstruos globales no.
De los otros grandes negocios del mundo, ¿cuál quebrará? ¿Fabricantes de armas (Boeing, Lockheed Martin, General Dynamics, Northrop Grumman, etcétera)? Siguen siendo el rubro comercial más redituable. Y las armas se siguen fabricando y vendiendo todos los días. ¿Narcoeconomía? Drogas se siguen vendiendo en cantidades industriales (El Gallito mueve Q250,000 diarios, y eso es un granito de arena en el asunto). ¿Farmacéuticas (Pfizer, Johnson & Johnson, Merck, Bayer, etcétera)? Continúan con grandes ventas. Y si aparece la vacuna contra el covid, ni se diga. ¿Informáticas (Microsoft, Facebook, Google, Apple, etcétera)? Nunca facturaron tanto como ahora. Probablemente la tienda de doña Chonita (como dijo el señor presidente) caiga. Los pilares del sistema capitalista no.
Más de este autor