Más tiempo que vida (de los besos que no nos dimos)

Besos. Había aún una buena porción de ellos guardados allí en su alma, pero ahora tendría que encontrarles un nuevo destinatario. Y esto era realmente lamentable. Lamentable porque ella se había esmerado (como nunca antes) en hacer especial cada uno de esos besos, es decir, estaban hechos a la medida de la boca y del cuello y del pecho de él. Único cada uno. Irrepetible cada uno. A la medida cada uno.

¿Y dónde jodidos guardo los besos que no le di? Dos. Cien. Mil. Sos el dueño. Los besos que no te di son tuyos. Tienen tu nombre. Sos el dueño y no estás.

«Ya no nos juntamos aquel día, cierto. Te viste más lento que trámite de gobierno», respondió ella al insípido mensaje sonriendo de medio lado. Día del Cariño será la gran puta.

Transitoriedad. Prescripción. Las pasiones se marchitan, los tiempos se pasan y los besos se guardan. Se guardan para ser reasignados a otras bocas y a otros cuellos y a otros pechos que habrán de disfrutarlos. O no. La verdad es que no importa. O importa poco, pues.

[frasepzp1]

«Ya ves que nunca logramos ponernos de acuerdo y… Reciclaje básico, ¿no? Vos, que sos millennial, podrás comprender eso de reasignar recursos» —sin realmente sentirlo—. «Algo sé de fechas de caducidad y sentimientos desechables. No que pasara (o pase) así con nosotros, pero entiendo lo que me decís», respondió él con resignación. Nosotros. Hay pasos urgentes que ni vos ni yo queremos asumir. O por lo menos no hoy.

Vos no lo supiste, pero mis besos son forjados a la vieja usanza. Para vos era nuevo, nuevo y único, cada uno. Irrepetible cada uno. A la medida cada uno. Tanto querer esos besos. Tanto añorar. Y tanta duda. Duda por el destino. Duda por la existencia. Duda por el tiempo. Y, de haber sabido que todo pasaría tan rápido, te habría besado mucho más. Hay miles de besos que tienen tu nombre. Tienen tu nombre y no estás.

«Otro día, pues. Ya veremos planes para coincidir. Mirá que hay más tiempo que vida». «Lo lamento», dijo él simulando que podría escucharla. «Lo lamento tanto», mientras recostaba su cabeza en el muro y cerraba suavemente los ojos.

(Escrito con cincel un día sin fecha sobre mi muro personal de lamentaciones. Continuará. Ojalá).