Fantaseo con la huida, la evasión, el desarraigo. Repaso todas las bifurcaciones elegidas o forzadas que me tienen sentado a las cinco de la mañana escribiendo estas cosas, tecleando con fuerza, con rabia contenida, con el pecho oprimido, algún párrafo que valga la pena.
Callado como soy, me tengo aburrido. Me conozco demasiado bien y no me soporto. Quisiera dejarte, Carlos, allí en el rincón del inconforme y jugar a las simples cosas, al blanco o negro, al bueno o malo, a dios, al diablo, al pecado, al perdón, a las paredes limpias, a la floración de marzo, a las lluvias de abril, pero no puedo. Lo intento, pero no puedo.
El lunes empezará la vorágine oficial de las elecciones, y las noticias del lunes serán tapadas por las del martes, y la estupidez del jueves será sepultada por la muerte del sábado. El descaro, la fealdad, la vulgaridad se instalaron en todos los sitios: las cámaras empresariales, las puertas y pasadizos al poder del Congreso, los magistrados con nombres raros, Consuelo la vigilante, los huitecos, las tertulias de las tres de la tarde en la radio, los analistas de canal de cable gritando y destrozando el castellano porque pueden hacerlo (les pagan por hacerlo). Mientras tanto, los obtusos señores rancios opinan ex cathedra desde sus púlpitos manidos, desde sus tanques de pensamiento de república siempre bananera y miserable.
Y entonces me monto en el carro a las cinco de la mañana, como muchos otros, para ser ciudadano ejemplar, productivo elemento social que contribuye a la economía de este barranquillo pagando impuestos, teniendo número de NIT, número de DPI, número de cuenta de banco, número de hipoteca, número de teléfono, número de cliente, número de hijos, número de deuda, número de vecinos, número de casa: un simple algoritmo para Google, para las redes. Eres en realidad un montón de ceros y unos para que desde Nebraska un servidor te mande ofertas de aviones que viajan hacia el norte porque te conoce más que tú.
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Cumpliste años, Carlos. Ves a tus amigos seguros y felices, vidas ejemplares de Instagram y Facebook, con sus viajes, sus tragos preparados, sus platos tan bien presentados; riendo con muchos amigos, seres amados y amorosos, padres presentes, ejemplos intachables para hijos inteligentes, sus dentaduras perfectas; corriendo maratones por las capitales de los ricos y famosos, vestidos vaporosos en playas solitarias, puestas de sol de la mano confiada. Y tú, con tus míseras cavilaciones.
Si Sandra era malísima, un ser espectral, encarnación de todas las maldiciones bíblicas, guerrillera asesina, facinerosa que gastaba lo que no tenía y nos convertiría en la Venezuela de CNN, candidata despreciable, exesposa trepadora del poder, bruja maldita de la corrupción ahora ya redimida. Es la opción oficial del poder inmutable, inmortal y benemérito. Si ya es buena, hábil, eficaz, estratega, cabrona, lista, estructurada, ambiciosa, pero de esa ambición que es virtud, no pecado. En fin, un ser que puede llevar a nuestra Guatemala por una senda de libertad e independencia, libre de injerencia extranjera. Ella, que sufrió las embestidas de la mañosa Cicig, sabe mejor que nadie las consecuencias de la politización de la justicia. Ella será una justa sucesora de Jimmy Morales, el presidente de la dignidad. Si ella pudo redimirse y pasar del infierno a ser la santa patrona de la gente de bien, ¿por qué yo no puedo lograrlo?
A partir del lunes me reivindicaré. Solo espero que no me aparezcan esos sucios anuncios en mi celular ofreciéndome viajes hacia el norte.
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