Las perogrulladas y las propuestas (sobre el cómo y el quién)

Y en los asomos de propuestas que analistas y militantes partidarios empiezan a hacer de cara a venderse como la mejor opción a elegir para administrar el Estado en el próximo período surgen abundantemente dichas perogrulladas.

Se mencionan temas que, por la misma ansia de decir algo aunque no se tenga el sustento necesario, se vuelven incluso contradictorios. Y no necesariamente se plantea una lógica de cómo se puede echar a andar la propuesta. Es simplemente un discurso para agarrar babosos o para no quedarse callado porque se sienten los gurús de un movimiento (o se están ganando la categoría). Las más evidentes de estas verdades incluyen un proceso de reforma del Estado, el control de las maras, la reducción de la desnutrición crónica, la mejora y rediseño del sistema educativo, el fortalecimiento de la pequeña empresa y de la mediana, la ampliación de la base tributaria, la mejora de la red hospitalaria, la recuperación de la infraestructura vial, la mejora de la calidad del gasto público… y así sucesivamente hasta perderse en el horizonte de la perorata. Y parecieran tener validez porque las materias atrasadas son muchas, pero son simples perogrulladas porque, tal y como lo mencionaba en mi anterior columna, son temas evidentes y ellos no dicen cómo piensan abordarlos.

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La dificultad compartida por la nueva política y la vieja, por los bienintencionados y los malintencionados, por los experimentados maleados y los bisoños idealistas, es que o bien les importa poco saber cómo se administra el Estado porque el fin principal es hacer negocios con él o de él, o bien tienen una imagen idealizada y para nada práctica que han obtenido en los textos y las arengas.

Si consiguiéramos en una medida básica que lograran explicarnos el cómo de sus propuestas (ojalá que existan propuestas), es más sencillo ubicar el quién o quiénes lo van a implementar. Acá es fundamental no vender engaños. A medio camino entre los brillantes uruguayos Benedetti y Galeano diremos que siempre siempre hay títeres y titiriteros, sin ser peyorativos. ¿Por qué decimos esto? Porque el primer ejercicio de transparencia que se debe hacer es identificar cuáles son mis intereses y cuáles los de quien apoya o recluta. Y esto no es malo, sino que, todo lo contrario, simplemente fija cuál es el estilo y la prioridad de la administración y de qué manera y en qué medida atenderá el interés público.

Cómo se van a hacer las cosas y con qué perfiles de funcionarios se espera hacerlo es el primer ejercicio de transparencia. Y lo mejor es que, al abordar estos dos temas, se les quitará la calidad de perogrullada a los enunciados y estos pueden mutar en propuestas.