Conocer el número de desaparecidos es un asunto de humanidad
Hasta el viernes pasado, la Conred tenía reportados 1,713,617 afectados, 110 muertos, 57 heridos, 4,175 albergados y 197 desaparecidos.
Muchos analistas cuestionan el número de desaparecidos. Esta discusión se vuelve bizantina porque ninguna de las partes podrá probar sus aseveraciones. En este país, donde hay tanto déficit de información, es como estar combatiendo a ciegas. El dato de población más aproximado que se tiene son las proyecciones del INE, que se basan en el censo del 2002. Los expertos dicen que las proyecciones de población pueden ser confiables hasta por 10 años. En Guatemala, sin embargo, tenemos que acudir a proyecciones de 16 años, lo cual puede significar márgenes de error mayores. Adicionalmente, las proyecciones de población de municipios son menos precisas debido a que, a menor escala, mayor es el margen de error. Finalmente, no existe un dato confiable de la población de aldeas y caseríos, de modo que podemos seguir debatiendo al infinito, pero será como pelear con los ojos vendados.
Para aproximar el dato real de desaparecidos podemos entrevistar a los sobrevivientes y estimar cuántos faltan. También podemos utilizar la información que manejan los Gobiernos municipales del cobro de tasas y de servicios públicos como la recolección de basura o el servicio de agua entubada. En todo caso, es en lo local donde se puede obtener más aproximación al dato.
Fredy Peccerelli, director de la FAFG, cree que es necesario que el Gobierno no declare camposanto la zona afectada. En una entrevista publicada en Nómada, el antropólogo forense argumenta que hace falta hacer un perfil antemortem (previo a la muerte) de cada víctima para elaborar genealogías y establecer cuántas personas desaparecieron. Peccerelli sostiene que, para estar en paz, saber la verdad es tan importante como hacer el duelo. Por tanto, conocer el número de desaparecidos es un asunto de humanidad, y no solo de debate.
Pero además es elemental que nos cuestionemos si se pudo haber hecho algo más para evitar que murieran y desaparecieran tantas personas. Los desastres naturales no se pueden evitar, pero sí se pueden y deben prever. No es cuestión de tener una bola de cristal que nos diga cuándo y cómo van a ocurrir, pero la ciencia ha avanzado lo suficiente para permitir, con el uso de instrumentos sofisticados, prever el peligro y alertar del riesgo. Hace siglos que dejamos de hacer sacrificios a los dioses para evitar desastres. Hoy, en pleno siglo XXI, tenemos los conocimientos científicos y la tecnología para anticipar una erupción con precisión.
[frasepzp1]
Pero aun con los precarios instrumentos y la información disponible existían suficientes indicios de que se trataba de una emergencia. Si la administradora de un hotel, extranjera, sin formación en vulcanología, sin ser especialista en desastres naturales, con la misma información que proporcionó el Insivumeh, pudo evaluar el riesgo y disponer la evacuación de los clientes del hotel La Reunión, es impensable que expertos formados en esa materia no hayan podido alertar del riesgo.
Del 16 al 27 de abril de este año las Fuerzas Aliadas Humanitarias (Fahum) realizaron un megasimulacro para evaluar las capacidades de atención y respuesta durante una situación de riesgo, emergencia o desastre con miembros del sistema Conred. En este ejercicio también participaron el Centro de Operaciones de Emergencia Militar, el Centro de Operaciones de Emergencia Municipal de Escuintla, el Centro de Operaciones de Emergencia Departamental de Escuintla, el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional y el Centro de Coordinación de Asistencia y Ayuda Humanitaria. Casualmente, el evento simulado incluía flujos de lava, flujos piroclásticos, caída de ceniza y lahares del volcán de Fuego y partía del estimado de que afectaba a más de 100,000 personas ubicadas en su radio de acción.
Siete semanas después de semejante aprendizaje y práctica, cuando el volcán de Fuego hizo su salida real al escenario, los mismos actores que habían ensayado tanto su papel salieron a improvisar. Tanta gente simulando trabajar en conjunto para que, llegada la hora, no pudiera dar una respuesta efectiva.
Las ciudades del futuro, arrasadas por el volcán
El Plan Nacional de Desarrollo K’atun 2032 y la Agenda Urbana definen 10 nodos urbanos de alto crecimiento poblacional. Dos de estos se encuentran en las áreas afectadas por la erupción del volcán de Fuego: el nodo de la ciudad portuaria de San José, que incluye Escuintla, y el del valle de Panchoy, que contempla nueve municipios de Sacatepéquez, entre ellos Alotenango y San Miguel Dueñas. Alotenango es el tercer municipio con mayor población en el nodo de Panchoy (cerca de 35,000 habitantes). Y Escuintla es el municipio con más población de ese nodo, con 126,207 habitantes, según proyecciones del INE.
[frasepzp2]
Para el 2032, el primer nodo tendrá casi 400,000 habitantes mientras que el de Panchoy tendrá alrededor de 200,000. Este crecimiento de la población se está dando con o sin planificación, con o sin volcán, con o sin intervención del Estado. Con esta cantidad de personas, lo que hoy fue una catástrofe puede convertirse en una verdadera hecatombe en el futuro, cuando estas regiones sean altamente pobladas. Tenemos que actuar ahora: ordenar los territorios, regular el uso de los suelos, prever espacios de vivienda social con servicios de calidad. No es posible que permitamos que se construyan casas en barrancos y en lugares de alto riesgo.
Alotenango, como la mayor parte de los municipios de la zona, no cuenta con plan maestro, plan de ordenamiento territorial o plan de uso de suelo que permita orientar y dirigir el crecimiento de la ciudad. Las viviendas se ubican en áreas disponibles de suelo sin considerar temas de vital importancia como la generación de riesgos, la conectividad, la infraestructura y el acceso a los servicios básicos.
La primera vez que fui a Alotenango me pareció un paraíso cruzado por la mirada de dos monstruos volcánicos. A un lado, el volcán de Fuego mostraba sus venas ardientes, que fluyen amenazantes hacia estas tierras. Del otro lado, el volcán de Agua, que, antagónico, descarga ríos de lodo y agua que inundan todos los años aquel pueblo.
Aparte de la vulnerabilidad ante desastres, Alotenango está marcado por la vulnerabilidad social. De acuerdo con información del MSPAS, en 2016 se reportaron 12 muertes de niños de 1 a 10 años en este municipio, lo cual representa el 20 % del total del nodo de Panchoy. Asimismo, de acuerdo con datos de la Sesán, la prevalencia de desnutrición crónica sigue siendo alta en Alotenango, hasta representar un 28.3 % de alumnos con desnutrición crónica.
Cabe resaltar que este municipio solamente cuenta con un único establecimiento público de salud. El centro de salud tipo A debe dar asistencia médica a los 35,223 habitantes. Si en condiciones normales esta infraestructura era insuficiente, no puedo imaginar cómo puede estar atendiendo la emergencia actual.
Por otro lado, las tasas de escolaridad de Alotenango caen abruptamente en el nivel diversificado (tasa bruta del 5.33 % y neta del 3.21 %). Este dato se puede vincular con la observación en el territorio de que una buena parte de la población económicamente activa del municipio se dedica a labores de servicio en restaurantes y hoteles de Antigua y la capital.
Cuando alguna gente habla de la reconstrucción de estas comunidades afectadas, me quedo pensando si más bien se trata de la construcción a secas, pues las condiciones que tenían antes de la tragedia eran mínimas. Cuando se tienen mínimos tan bajos, la gente afectada cae a niveles de precariedad. Y sacarla de esos niveles tomará tiempo, recursos e institucionalidad.
Más de este autor