Y la esperanza de Loyda tiene mucho fundamento. La semana pasada una jueza amparó a Loyda y ordenó que la pareja estadounidense que adoptó a la niña se la devuelva. La decisión no es política, es judicial, porque incluso ordena que todos aquellos que no acaten la orden podrán ser procesados. Solo la Procuraduría General de la Nación (PGN) apeló la sentencia, pero luego se arrepintió y retiró su petición; el fallo quedó firme: Anyely debe volver con su madre.
La decisión es histórica y, como Loyda, muchas madres a quienes les quitaron a sus hijos ya empiezan a ver luces de esperanza para reencontrarse con ellos, aunque todos los casos no serán iguales. No se conocen registros de devoluciones de niños que fueron adoptados en forma ilegal por estadounidenses.
Esa esperanza de Loyda es contagiosa. Cuando la oigo no puedo dejar de pensar en lo que se siente cuando te arrebatan un hijo. Ella no puede explicar lo que siente más allá de decir dolo. Yo me imagino que ha de ser peor que la sensación de cercenarte las piernas o los brazos. Imagino que ha de ser como vaciarte el corazón y que este no sirva más.
Loyda es una mujer extremadamente tímida: habla muy bajito, pero me contó que ya está preparando las muñecas, la ropa y el cuarto para la niña. Aún no sabe lo que le va a decir la primera vez que la vea después de estos años esperándola. Se ríe nerviosa y se queda pensando en esas primeras palabras.
Lo que le pasó a Loyda podría llamarse pesadilla. Una de las cosas que más me impactó fue la confabulación de funcionarios, abogados, autoridades. Tres días después del secuestro de la niña, ya había sido inscrita en el Registro Civil de Iztapa, Escuintla, con una identidad diferente. La idea era darla en adopción al mejor postor.
En su timidez y humildad, Loyda no fue capaz de encontrar a su hija durante año y medio que la buscó en los expedientes que manejaba la PGN. En ese entonces se había aprobado una nueva Ley de Adopciones y se estaba en un momento de transición en el cual los expedientes pasaron de tramitarlos la PGN al Consejo Nacional de Adopciones (CNA). En una segunda búsqueda, ya con los expedientes en el CNA, su hermano encontró la foto de una niña parecida. Le habían cortado el pelo, pero su corazón de madre le aseguraba que era ella. Lamentablemente, la niña ya había sido dada en adopción y sacada de Guatemala.
Ahora la decisión de la juez incluye revertir todos aquellos registros, documentos y acciones que se tomaron a partir del registro ilegal de la niña, incluso el pasaporte que se le otorgó para salir del país y, sin duda, la adopción.
En el expediente de la adopción de Anyely, como requisito, se le hizo un examen de ácido desoxirribonucleico (ADN) el cual dio negativo con la supuesta madre que la registró en Escuintla y dio 99.9 de positivo con los perfiles genéticos de Loyda y su esposo, Dayner.
Loyda todavía tiene perdón en su corazón y dice que cree que Timothy James y Jennifer Lyn Vanhorn Monahan, los estadounidenses que adoptaron a la niña, quizás no sabían que era robada. Sin embargo, sentencia que ahora que ya lo saben se la deben devolver.
La historia no tendrá un final feliz hasta que los Monahan Vanhorn le devuelvan su hija a Loyda y la juez ha fijado un plazo de dos meses para que eso suceda. Incluso, ha ordenado que coordinen la repatriación la Procuraduría General de la Nación, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el embajador de Estados Unidos acreditado en Guatemala. De lo contrario, que sea la Interpol quien la busque. Mientras tanto, la niña sigue en una casa que no es la suya, con unos padres que no son los suyos, hablando un idioma que no es el suyo y aprendiendo una cultura que no es la suya.
Muchos pensarán que a lo mejor la niña está económicamente más estable y tendrá un futuro asegurado. Creo que todo el oro del mundo no le hará más feliz que oír de nuevo los cantos de cuna de su madre y la esperanza de crecer y vivir junto a quienes la han buscado y amado a la distancia por años.
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