Esto, en cualquier circunstancia de padre normal, es ya malo, pero en nuestro caso es aún peor, pues la niña recién acaba de ser diagnosticada con una condición que bien podría tener ese resultado si no está bien controlada. Ella está bien controlada y no va a morir mientras duerme. Igual perdí una parte del alma y mi corazón sigue apretado.
Los sentimientos, cuando se viven en su totalidad, ensanchan la experiencia de nuestra vida y nos permiten tener una mirada más limpia y cordial d...
Esto, en cualquier circunstancia de padre normal, es ya malo, pero en nuestro caso es aún peor, pues la niña recién acaba de ser diagnosticada con una condición que bien podría tener ese resultado si no está bien controlada. Ella está bien controlada y no va a morir mientras duerme. Igual perdí una parte del alma y mi corazón sigue apretado.
Los sentimientos, cuando se viven en su totalidad, ensanchan la experiencia de nuestra vida y nos permiten tener una mirada más limpia y cordial de los demás, pues entendemos que no sabemos qué sucede en la mente y en el corazón de otras personas. Y, aunque la empatía no es un pase en blanco para aceptar la mala educación, el irrespeto y hasta la maldad de otros, ver que cualquiera puede estar en una circunstancia que lo distorsione y convierta en un ser humano menos agradable ayuda a no sentirnos superiores a nadie. Cualquiera puede convertirse en un mierda, nosotros incluidos. Ciertamente, todos nos comportamos mal en alguna ocasión.
Los retos de la vida, esos cambios externos en nuestra realidad que son incontrolables y que se sienten como un peso extra, nos pueden hundir si los dejamos. Se anclan en nuestro cerebro y nos dejan atados a un lugar difícil, dando vueltas sobre nuestro eje, un barco en un remolino del cual no puede salir. Allí es donde yo agradezco las banalidades, las pequeñas cosas inconsecuentes que dan liviandad cuando más se la necesita.
Las conversaciones inconsecuentes con amigas, escuchar música, ver algo en la tele que no requiera mucho involucramiento mental son, para mí, los flotadores que a veces ayudan a pasar de un día al otro. Simplemente no se puede vivir agobiado por lo importante, pues no vamos a poder pasar a lo siguiente. Esto tiene mucho que ver con por qué hacemos bromas de nuestras situación nacional, con por qué siempre le sacamos chiste hasta al político más nefasto y con por qué terminamos riéndonos.
[frasepzp1]
Antropológicamente, la risa es la última arma de las personas a las que ya no les queda nada, su último escudo contra una realidad que puede desgarrarlas. Lo hemos vivido todos en los funerales. Si somos nosotros quienes perdimos a un ser querido, hasta nos da cargo de conciencia reírnos. Yo recuerdo haberme reído con mi mamá hasta cuando ella estaba ya en cama sin poder levantarse. Y también la incapacidad de mi papá de hacerlo, lo cual le amargó el carácter hasta convertirlo en alguien con quien era casi imposible convivir.
Me he dejado ahogar en algunos problemas con más facilidad que en otros. Recuerdo el 2016-2017 como un período de apenas tener la cabeza fuera del agua y creo que aún no puedo bromear acerca de lo que me sucedió en esa época. Lo de ahora es peor, pero no me está hundiendo. Supongo que desde un principio me aferré a las más estúpidas de mis preferencias inconsecuentes y estas me han mantenido a flote.
El sustito de hoy no fue gracioso. Mi angustia no es banal. El no dormir me está envejeciendo más de lo que debería. Pero puedo llamar a alguien querido y hablar de otra cosa que me haga reír. Puedo planificar comidas que me llenen el alma más que el estómago. Disfruto del cariño que me den. Miro programas tontos que ocupan mi cerebro sin preocuparlo. Uso mis distracciones favoritas para regresar y enfocarme en lo serio. Las cosas tontas van a ser mi salvación, y eso les da importancia a todos los aspectos de mi vida y me deja el espacio para disfrutarlos sin remordimiento y entender a los demás cuando reaccionen de maneras no adecuadas a sus circunstancias. Todos necesitamos flotadores porque todos tenemos peso encima. El truco es poder encontrar el balance para seguir adelante.
Más de este autor