En nororiente, Alta Verapaz, la aldea Camposanto es testimonio de la migración de la población civil durante el conflicto armado interno. En occidente, Panabaj, Santiago Atitlán, Sololá, fue declarado camposanto luego de la tormenta Stan. En el área central, El Cambray, Santa Catarina Pinula, Guatemala. Hoy en el sur se repite la historia: camposanto en las faldas del volcán de Fuego. Todos los casos sufrieron la condición de marginalidad de las personas sepultadas y la responsabilidad del Estado de Guatemala en la falta de prevención del desastre.
La prevención de desastres demanda identificar el riesgo. Según la teoría, este es la suma de la vulnerabilidad y el peligro que corre un sujeto. El peligro emana de fenómenos naturales o humanos que le son ajenos a este, sobre los que no tiene control. La vulnerabilidad, por su lado, se manifiesta según disminuye el grado de resistencia que puede ofrecer a los efectos del peligro que enfrenta. En tal sentido, prevenir exige al menos dos acciones fundamentales: identificar los peligros para reaccionar de forma oportuna a ellos y fortalecer al sujeto en su capacidad de resistir a las consecuencias del peligro.
En otras palabras, las muertes y las desapariciones provocadas por la explosión del volcán de Fuego pudieron haberse prevenido. Al momento de la explosión, el Insivumeh identificó y señaló a tiempo el peligro, pero la Conred, sabiendo de la condición de vulnerabilidad de la población, no realizó las acciones pertinentes para eliminar el riesgo que se cernía sobre las poblaciones asentadas en las faldas del volcán. Vivir en las faldas de un volcán activo es un peligro inminente, ante el cual el Estado debería implementar acciones de prevención para fortalecer la capacidad de las personas de reaccionar. En primera instancia, garantizar las condiciones que les permitirán a las poblaciones evacuar a tiempo. Y más inminente aún, eliminar las condiciones que obligan a las poblaciones a asentarse en territorios de alto peligro, en este caso por la necesidad que tienen las fincas de contar con trabajadores y trabajadoras agrícolas.
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Los desastres provienen de los peligrosos fenómenos climáticos de un planeta que sufre calentamiento global, pero también de las acciones humanas en sí mismas. En algo parecido a un camposanto se convirtieron las instalaciones del Hogar Seguro Virgen del Asunción el 8 de marzo de 2017. El peligro provino del nombramiento de personas hoy señaladas de vínculos con el crimen organizado como autoridades de un centro de protección y abrigo para niñas, niños y jóvenes. A esto se sumó la limitada capacidad de protección de las niñas y jóvenes del centro, cuyas familias y comunidades viven sometidas a condiciones de marginalidad. En estos casos, prevenir implica, como mínimo, eliminar el peligro latente del crimen organizado explotando los centros y demandar la garantía de los derechos de niñas, niños y adolescentes.
En 40 años he visto cómo a miles de hermanas guatemaltecas y a sus familias les ha sido arrebatada la vida. Forzadas al margen de las mejores tierras, de la educación, del trabajo digno, de la salud, de la justicia. Nuestra estructura económica favorece un estático orden social. Una y otra vez son los mismos grupos en mayor vulnerabilidad los que pagan con su vida los peligros. Son siempre los mismos espectadores los que reaccionan a la solicitud de auxilio. Es siempre el mismo estilo de gobierno cumpliendo con el protocolo y enterrando el hecho a las 72 horas. Caminamos incansablemente en una banda infinita que nos mueve, pero en la que nunca avanzamos.
La prevención le otorga valor supremo a la vida en todas sus manifestaciones. Apenas un anhelo en Guatemala. Carecemos de una base común incluyente sobre la cual se pueda fortalecer, en toda la población, el grado de resistencia necesaria para protegerse de los peligros del entorno. El Estado tiene la obligación de generar cambios radicales en las normas del modelo guatemalteco para que quepamos todos de forma equitativa en la estructura económica, política y social. La prevención requiere inclusión, y en Guatemala eso es una revolución.
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