Indira, resaltar cada letra que se resbala de entre los labios y así reclamar tu existencia. Achly, no te ingresaron por rebelde: el solo hecho de ser mujer en Guatemala constituye un acto de rebeldía. Jaqueline, cuando las condiciones de desigualdad son tan profundas, solo la lucha social puede reivindicarte. Sara, llevar el sexo con imponencia es una obligación. Josselyn, una vela ilumina una crucecita en el suelo que lleva tu nombre. Skarleth, niñas pagando errores de adultos. Kimberly, mujeres muriendo en manos de hombres. Rosalinda, que griten tu nombre, que resuene hasta que sangren los tímpanos. Sarvía, huías de una condena, habías escuchado de la libertad. Ana, Guatemala, el país con la brecha de desigualdad de género más grande en América Latina, el número 110 de 144. Yoselin, pero por ahora qué importa. Pesa mucho más el número 41. Mari, cómo te han criminalizado, cómo han ultrajado tu cuerpo. Grisna, escribir tu nombre me hace sentir indigna. Estefany, como si no alcanzaran las palabras, como que debería inventarte otro lenguaje. Luisa, o hacer un altar con tu rostro, con tu historia, que puede ser la de cualquiera. Rosa, al día siguiente, las niñas pequeñas pasaron frente al cuarto del incendio, tomadas de la mano. Iban a jugar al patio. Cuánta inocencia las perfecciona. No saben que la muerte acosó su madrugada. Daria, frágil no te definirá nunca. Que te digan valiente, fuerte, dura, revoltosa. Que te digan niña, adolescente, mujer. Yemmi, siento un nudo en la garganta. En el Congreso quieren declararte un día nacional y siento el enojo invadiéndome. Yusbeli, es 8 de marzo, pero, desde que te fuiste, todos los días son 8 de marzo de 2017. Siona, no quiero que ellos pronuncien tu nombre. Mayra, siento que ni yo puedo pronunciarlo. Yohana, las niñas no se tocan, no se violan, no se matan. Lo decían varios carteles que se aglomeraban al día siguiente afuera de Casa Presidencial. Madelin, allí donde vive ese señor que el año pasado derrochó más de diez millones en manjares. Ana, y pensar que en los servicios funerarios no se gastó más de 55,000 quetzales, que no es ni la mitad de lo que se embolsó de dinero del Ejército. Jilma, no te mencionó ni en su informe. Silvia, y a nosotros nos duelen como nos duelen todas, las 56. Grindi, ingresaste al hogar de nuevo con tu hermana. Tu historia me atormenta. La complicidad las acompañaba. Keila, quisieron culparte de lo sucedido, a ti y a todas. Mirsa, les dijeron delincuentes. Nancy, quisieron justificar tu muerte. Lilian, denunciaste las condiciones en las que vivían, te rehusaste a seguir viviendo sin dignidad. Ana, entonces te encerraron en un cuarto, bajo llave, por varias horas. Melani, el fuego comenzó a arder, la temperatura llegó a 300 grados, fueron 25 minutos. Josselyn, y dijimos «es el sistema», y lo es, el sistema del que todos somos parte. Iris, se protege a las niñas porque son proyectos de mujeres en desarrollo. Candelaria, que luego se insertan a una sociedad que no puede garantizar su seguridad, su salud, su educación, su vida. Milenie, y entonces viene otro hogar que también parece cárcel. Celia, hace un año gritamos tu nombre, fuimos capaces de sentir como propio el dolor ajeno, pero fue más que solidaridad. Hashly, fue una certeza innegable, como una verdadera revelación. Wendy, de saber que el fuego se llevó tu vida, pero la indiferencia, la hijueputa indiferencia, fue como una pistola en la nuca.
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