Hay que explicitar esas preguntas con números, para convencer de su relevancia al lector escéptico. Como lo resumí en otro blog donde doy seguimiento al problema de la violencia (*): en la última década (2001-10), la Policía Nacional Civil registró más de 51 mil homicidios. Más de 46 mil víctimas fueron hombres y más de cinco mil, mujeres. Así que por cada víctima femenina hubo nueve masculinas. Sin embargo, la tasa de homicidios femenina se duplicó del 2001 al 2008-09, pasando de cinco a 10 homicidios por cada 100 mil mujeres. La tasa masculina alcanzó un máximo de 85 por cada 100 mil hombres en 2009, pero retrocedió en el 2010 hasta 75. Dicha cifra sigue siendo muy elevada, pero es un avance positivo porque es la menor observada en los últimos seis años. ¿Cómo se explica todo esto?Hasta el momento, no hemos comprendido bien las causas de este comportamiento en extremo violento, principalmente entre machos. Pues sabemos, por otras fuentes, que los victimarios también son hombres jóvenes, quienes después de diversos enfrentamientos terminan como parte de las estadísticas sobre las víctimas fatales. No obstante, los que estudiamos el comportamiento humano en su contexto social seguimos insistiendo en la exploración de variables estructurales (pobreza-desigualdad) o institucionales (leyes-valores) que sólo dan cuenta de los condicionantes medioambientales, dejando por un lado la base biológica de dicho comportamiento (genes-cerebro). Esta última forma de aproximación al problema sólo la obtenemos cuando, como he intentado persuadir a los lectores en los dos artículos anteriores, superamos el anticuado antropocentrismo de las ciencias sociales y nos atrevemos a hacer comparaciones con otros animales, especialmente los primates.Nuevamente, entran en escena nuestros primos más cercanos, y que aún existen, en el árbol familiar de la evolución de las especies: los chimpancés y los bonobos. ¿Por qué los primeros son más agresivos, territoriales y xenofóbicos; mientras que los segundos son más bien pacíficos y cuando tienen diferencias las concilian satisfaciéndose sexualmente de manera recíproca? En concreto, para aplicar lo que los primatólogos pueden enseñarnos: ¿Por qué en Guatemala nos parecemos más a los chimpancés y nos negamos a imitar o aprender de la conducta del “Peace and Love” de los bonobos?Al releer a de Waal (2005) encontramos pistas interesantes que hacen la diferencia en el comportamiento observado en chimpancés y bonobos. Pero, primero debemos aclarar que las dos especies se separaron genéticamente una de la otra hace 2.5 millones de años, es decir, después de que nosotros nos separáramos del ancestro común a las tres, hace unos 5.5 millones de años. Así que las dos especies están a la misma distancia de nosotros, genéticamente hablando. Sin embargo, hubo ciertas presiones evolutivas que dieron una forma particular a las sociedades de chimpancés, por un lado, y a las de bonobos, por el otro. En nosotros los humanos, al igual que en los chimpancés, aún prevalece la tendencia xenófoba de menospreciar la vida de los otros, especialmente la de quienes consideramos ajenos a nuestro grupo. Mucho se explica en la batalla de los sexos y los privilegios para la reproducción.De Waal nos explica que naturalmente todos los machos de cualquier especie intentan monopolizar a las hembras, pero en el caso de los bonobos son las hembras las que mandan. En algún momento, los machos perdieron el control, de tal forma que las hembras son libres de copular con quien quieran, incluyendo los vecinos. Por lo tanto, la competición entre machos por controlar el territorio se hizo obsoleta. Esa apertura a tener sexo con extraños se tradujo eventualmente en reproducción: entonces los Otros dejaron de ser ajenos al grupo y pasaron a ser parientes. Los potenciales enemigos machos se convirtieron en potenciales padres, hermanos e hijos. Además, por supuesto, perdió sentido para los machos arriesgar sus vidas en peleas para atraer a las hembras que ya estaban disponibles, pero sin exclusividad. Bajo esas condiciones se piensa que evolucionó la sociedad de bonobos hacia una de relaciones pacíficas.Entre los chimpancés, en contraste, la ausencia de reproducción entre distintos grupos y la severa hostilidad que se muestran unos a otros alimentan lo que de Waal denomina como un “perpetuo ciclo de violencia” entre ellos. Otra vez, los humanos nos ubicamos entre ambos extremos. Sabemos bien que los matrimonios entre grupos favorecen la paz, pues elevan los costos de la agresión, y aumentan las oportunidades de comercio mutuamente beneficioso. Por el otro lado, nuestros niveles de violencia pueden escalar a niveles insuperables por cualquier otra especie animal, a tal punto que podríamos exterminarnos a nosotros mismos –como especie– y también destruir el planeta. Esta responsabilidad recae sobre todo en los llamados machos alfa, el individuo dominante en especies gregarias con arreglos jerárquicos, como la nuestra.El macho alfa generalmente debe defender su posición en la cúspide de la jerarquía social, por medio de fuerza y agresividad demostradas con violencia. Muchas veces debe batirse a muerte contra los que se atreven a disputarle el puesto que, entre otros privilegios, incluye ser el primero en tener acceso a los recursos del grupo, como alimentos, y a las hembras fértiles, aumentado así sus probabilidades de sobrevivencia y descendencia. Por ello, cuando hay muchos rivales, los machos alfa tienden a morir a corta edad. En algunas especies, los machos que desafían al alfa saben que se arriesgan a la muerte o al destierro. En el caso de los leones, por ejemplo, se ha documentado que cuando emerge un nuevo líder, incluso la vida de los descendientes del destronado corre peligro. Las similitudes con la política humana son evidentes.En la próxima entrega me atreveré a enunciar algunas hipótesis basadas en esta evidencia que nos brinda el estudio comparado de otras sociedades animales, para sugerir algunas líneas de investigación que nos ayuden a responder las preguntas planteadas al inicio.Cleveland, Ohio. Marzo 21, 2011.-----(*) Mendoza, C. (10 marzo 2011). “Guatemala: Violencia homicida contra las mujeres 2001-10” en Internet http://ca-bi.com/blackbox/?p=4734Mendoza, C. (7 marzo 2011). “¿Por qué somos como somos? Algunos aportes de los primatólogos” en Plaza Pública.Mendoza, C. (21 febrero 2011). “Las luchas por el poder en El Planeta de los Simios” en Plaza Pública.de Waal, Frans. 2005. Our Inner Ape: A Leading Primatologist Explains Why We Are Who We Are. New York: Riverhead Books.
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