Fueron al cine. Después, él la invitó a unas McPatatas, que comieron en su carro mientras conversaban. Entrada la noche, comenzaron a besarse apasionadamente. Entonces, en un momento determinado, el chico sacó un condón de su bolsillo y le preguntó si se lo ponía. Clarita se sorprendió un poco, pero con calma le contestó que ella no pensaba tener sexo con él.
—¿Al menos podrías hacer algo con mi amigo? —le preguntó molesto el chavo—. No lo puedes dejar así, tieso como un muerto. Tienes que hacer algo —agregó impaciente.
—Por supuesto que no. Ese no es mi problema —dijo Clarita y se bajó del carro.
Es tan común que algunos varones se refieran a su pene como si tuviera vida propia. Pero es peor aún cuando parece que ese órgano tiene vida propia y los domina. Desprovistos de cerebro, dejan que el pene los someta cual dictador.
Tal parece que tenía razón el filósofo y humanista francés Michel de Montaigne cuando sugirió que algunas partes de nuestro cuerpo tienen sus propias emociones y su propia agenda. Decía que, por ejemplo, nuestras expresiones faciales traicionan nuestros pensamientos, que nuestro corazón se acelera solo o que nuestros intestinos se pueden tensar sin nuestra voluntad. También se refirió a la «independencia del pene», que él describió como «la indócil rebeldía de este órgano, que se subleva inoportunamente cuando no lo necesitamos y se aplaca, más inoportunamente todavía, cuando tenemos necesidad de lo contrario».
Leyendo a Montaigne, recordé aquella frase que me decía mi madre: «Mija, tenga cuidado porque, cuando la de abajo se para, la de arriba no piensa».
Hoy, tantos siglos después de aquella observación de Montaigne y a varios años de las advertencias de mi madre, aún muchos hombres viven dominados por su falo. Cual tirano omnipotente, el pene los domina y esclaviza.
Si los caballeros se olvidaran por un momento de su pene, podrían hacerle un enorme favor a la humanidad, en especial a esa otra mitad que comparte el planeta. El porcentaje de las mujeres que dicen no haber sentido un orgasmo en una relación sexual sigue siendo alto. Según estudios de sexualidad femenina, casi el 60 % de las mujeres fingen el orgasmo para no decepcionar a sus parejas, y el 24 % nunca lo han tenido o tienen dificultades para lograrlo.
Parece que seguirle el juego al tirano de abajo no está dando buenos resultados. Es necesario pedir ayuda a dos superhéroes de la liga del placer: Superdedo y la Lengua Maravilla pueden hacer milagros en la cama. Son ellos los titanes amorosos que con sus delicias podrán derrocar al villano que los somete.
Sin embargo, la dictadura del pene no solo afecta las relaciones sexuales. Su dominio y control llegan a incidir en otras esferas de la vida. Cuando un alcalde se graba haciendo sus necesidades al aire libre y sube el video a las redes sociales, está pensando con el… Bueno, quizá en este caso es su retaguardia el órgano pensante. Pero las bravuconadas de Arzú, las ansias de algunos de recuperar Belice y los arranques de macho del presidente Morales con la prensa, esos sí, son reflejo de que su órgano sexual domina y controla sus acciones. Como ven, esto de la dictadura del pene no es un tema para dejar pasar fácilmente, ya que las implicaciones son muchas y a todo nivel.
En pocas semanas Jimmy Morales tendrá que seleccionar al próximo fiscal general. Roguemos que esta vez use el cerebro, y no otra parte de su cuerpo.
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