Es fácil rastrear en Guatemala la ausencia de marcos normativos y de valores socialmente aceptados, especialmente cuando periódicamente se desatan airadas discusiones que solamente retratan lo peor de cada bando: abundan los juicios de valor, los insultos y las descalificaciones personales, así como una larga lista de argumentos absurdos y profundamente cargados de ideología. En ese contexto, el resultado siempre es el mismo: es imposible que con posturas tan irracionales y autoritarias se logren consensos.
El trasfondo de muchas discusiones, sin embargo, es simplemente material: la posibilidad de mantener privilegios construidos durante décadas o la de afincar nuevos privilegios que simplemente cambian la correlación de fuerzas, pero no alteran la lógica predatoria y absolutista que subyace en cada postura irreconciliable, por lo que el resultado lógico es el mantenimiento y la perpetuación de nuestra incapacidad para encaminar a Guatemala a un futuro mejor. ¿El último ejemplo? La controversia por el caso del nuevo reglamento para aplicar el Convenio 169 a las consultas populares, pero antes de eso fue la discusión sobre la portada de la revista Look. Y antes, sobre el pluralismo jurídico. Muchos temas podrían agregarse a esta lista.
Durante muchos años he reflexionado sobre esta misteriosa maldición tercermundista: sin importar cuán preparados estén los equipos o que tan excelsos sean los proyectos, el signo de la división y del fracaso social parece estar calcado en nuestro ADN social. Y aunque hay avances parciales en muchos campos, el panorama social, político y económico de nuestro país sigue siendo sombrío, sin que se vislumbre una luz al final del túnel.
Fruto de esta reflexión, la semana entrante se presenta el cuaderno de debate número 8 de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)-Guatemala, que lleva por título La anomia del Estado. Dicho trabajo sintetiza las reflexiones que he realizado a lo largo de un período de más de 15 años, empezando por las aulas de mi formación profesional y pasando por todos los espacios en los que he podido trabajar y que he podido conocer en estos 12 años de docencia, investigación y acompañamiento social a muchos proyectos e iniciativas.
¿De qué trata el documento? De explicar el sustrato histórico, cultural, social, económico, político e institucional que caracteriza a nuestra sociedad: un sustrato multidimensional que sostiene, reproduce y fortalece las redes de corrupción y los procesos de captura de la institucionalidad pública en Guatemala.
El hilo conductor de dicha argumentación es el concepto sociológico de anomia:
En su vertiente tradicional, la anomia solía describir una condición transitoria de desviación del deber ser, sujeto a ser resuelto cuando la estructura institucional o cultural de la sociedad desarrollara mecanismos para reducirla. Sin embargo, cuando se usa para describir las instituciones del Estado y las estructuras culturales de la sociedad que validan o sostienen tal diseño institucional, el problema adquiere dimensiones nunca antes pensadas: la desviación pasa a ser la regla, y el cumplimiento de las reglas formales y los valores que ellas encarnan pasan a ser la desviación.
La anomia del Estado, cuaderno de debate no. 8, Flacso
Eso significa nada más y nada menos que un mundo al revés: decimos lo que no estamos dispuestos a cumplir y hacemos lo que no estamos dispuestos a decir. Eso, a su vez, significa que la moral pública está atrapada en un gigantesco dilema del prisionero: una sociedad blindada al cambio. Espero que este documento aporte luces para seguir repensando nuestro futuro, de manera que algún día podamos desterrar para siempre esa terca maldición tercermundista.
Más de este autor