Los hay jóvenes y adultos jóvenes, y llama fuertemente la atención, cuando menos en esta región II norte del país, la amistad que ha habido y que concurre entre muchos de ellos aunque estén militando en diferentes grupos. Este es, sin lugar a dudas, un signo esperanzador.
Es que la amistad no es negociable. Porque bien reza el dicho: «En política partidista no se ganan amigos, pero sí se consiguen verdaderos enemigos».
Esa relación de afecto que conocemos como amistad tiene dos ...
Los hay jóvenes y adultos jóvenes, y llama fuertemente la atención, cuando menos en esta región II norte del país, la amistad que ha habido y que concurre entre muchos de ellos aunque estén militando en diferentes grupos. Este es, sin lugar a dudas, un signo esperanzador.
Es que la amistad no es negociable. Porque bien reza el dicho: «En política partidista no se ganan amigos, pero sí se consiguen verdaderos enemigos».
Esa relación de afecto que conocemos como amistad tiene dos componentes esenciales: la confianza y la sinceridad. Sin esos dos bastiones puede llamársele como quiera a una relación entre dos o más personas, pero no amistad. La confianza implica seguridad, y la sinceridad es la ausencia de hipocresía.
Percibo también con mucha alegría que esta juventud ha aprendido, no sé si a fuerza de experiencia o a fuerza de escucha de consejos, a reconocer quién les finge amistad solo para lograr algún cometido, usualmente perverso. De esa cuenta, una joven que contenderá por una concejalía me compartió que durante mucho tiempo hubo (en el grupo político al que pertenecía) quien le halagara el oído tratándola de tú y pidiéndole reciprocidad en el trato. Quien se lo pedía era una persona de más edad que ella y muy acaudalada. Cuando la joven le expresó su deseo de participar como candidata, la supuesta amiga le respondió muy airada que «su actividad debería enfocarse en el proselitismo porque las candidatas y los candidatos tendrían que ser las personas más grandes y de mayor experiencia en el grupo». Por supuesto, esa persona acaudalada dejó de tutearla y se le puso muy seria. A la joven le vino guanga la bravata y sin inmutarse luchó por conseguir el puesto. Colofón: irá de candidata por una concejalía. A diferencia de la persona acaudalada, ella sí ha estudiado ciencias políticas.
La juventud de hoy también ha aprendido a reconocer a los lobos vestidos de ovejas, capacidad que no teníamos los de mi generación. Ya no se la gana con una palmadita en la espalda ni con un halago repleto de falsedad. Indudablemente, desde la generación de los mileniales (1980-2000) para acá la capacidad de agudeza ha cambiado. Según los expertos en el comparativo de personalidad y de liderazgo de generaciones, ellos son de pensamiento social estructurado y su actitud es desafiante.Los baby boomers (1946-1964) éramos demasiado optimistas y muy confiados. A nosotros nos golpearon los conflictos bélicos y las precariedades económicas que llegaron como cauda.
[frasepzp1]
La juventud actual (que participa en política) se ha percatado de que la hipocresía ha sido la característica del politiquero guatemalteco. Especialmente en tiempos de campaña. Como resultado, estas generaciones de políticos jóvenes están dejando de ser inconsistentes, particularidad del ser y actuar de los actores de la política tradicional. Las jóvenes y los jóvenes actuales parecen tener mucha más coherencia entre lo que dicen y lo que hacen, aunque puedan parecer muy agresivos y acometedores.
Un joven de este talante, estudiante de octavo semestre en una universidad de nuestro medio, me dijo: «Mis amigos y yo nos cansamos de ser las escaleras de supuestos líderes, que nunca valoraron ni nuestras opiniones ni nuestros estudios ni nuestras capacidades […]. Ya no somos más los patojitos a quienes se nos baboseaba haciéndonos creer que los señorones esos eran nuestros amigos. No. Amigos somos nosotros, y por eso vamos con todo».. Luego me arguyó acerca de la no negociabilidad de la amistad.
Recordé a la sazón las experiencias buenas y las no tan buenas que he tenido a lo largo de mi vida en relación con la amistad y le compartí cómo —a manera de correspondencia por su sinceridad—, en mis grupos de amistad, tanto de educación media como de pregrado universitario, tenemos diferentes posturas ideológicas, pero jamás sacrificamos esa relación de afecto. Ciertamente a veces tenemos disensos, pero luego de verter nuestros pareceres seguimos siendo amigos.
Una inminencia de lluvia nos interrumpió el diálogo. Mientras el joven se alejaba y yo me encaminaba hacia mi vehículo, vino a mi mente la última estrofa de una canción que cantábamos allá por los años 70 del siglo pasado: «Ser amigo es hacer al amigo todo el bien. Qué bueno es saber amar».
El agua cayó en ese momento como signo de los tiempos.
Más de este autor